La realidad se está sumergiendo en un escenario fanganoso. El exacerbado cruce de aranceles y sanciones y la ingente hostilidad en el tablero geopolítico recrudecen cada día más la situación. Las relaciones diplomáticas se resquebrajan y la sociedad está agotada por un discurso político cada vez más violento y por la crispación que irrumpe por cada poro de la escena internacional. No solo eso, palpar que las guerras son una realidad en el siglo XXI y que hay líderes políticos cuyo despotismo y protagonismo está por encima de los intereses de la población tampoco ayuda. En este nuevo orden mundial hay un actor esencial a través del cual se explica el cambio de paradigma. Responde al nombre de Donald Trump, y algunos consideran que podría estar tensando la cuerda para que explote una nueva guerra.
Esta teoría es tan solo una hipótesis, aunque también lo eran muchas de las situaciones que se están viviendo los últimos meses, pero, ¿por qué querría el inquilino de la Casa Blanca impulsar un conflicto a nivel mundial? La respuesta reside en algo muy codiciado desde el origen de la humanidad: el poder.
Actualmente, Estados Unidos se divide en tres ramas: la legislativa, la ejecutiva y la judicial. Una división que se produce para evitar que ningún individuo ni niguna de esas ramas congregue demasiado poder. Para lograr, en definitiva, un equilibrio y una respuesta controlada. Las funciones, además, están claras. El presidente del país (ejecutiva) puede vetar la legislación creada por el Congreso y puede nombrar a los jefes de las agencias federales y a los de la Corte Suprema, así como dirigir a las Fuerzas Armadas. El Congreso (legislativo) confirma o rechaza dichos nombramientos, redacta y aprueba proyectos de ley y también puede destituir al presidente. Finalmente, la Corte Suprema (judicial) puede interpretar, aplicar y anular leyes.
En relación a una guerra, la autoridad de declararla oficialmente reside en el Congreso, ahora mismo con mayoría del Partido Republicano. No es la única Cámara en la que el partido de Trump tiene más representantes. Las elecciones del pasado 5 de noviembre no solo supusieron un revés para los demócratas de Kamala Harris en cuanto a votos, sino que perdieron la mayoría en el Congreso y, también, en el Senado. Ahora mismo, el magnate tiene control casi 'absoluto' de las instituciones más relevantes del país norteamericano.
El objetivo de Trump está claro: quiere que EEUU siga siendo la primera potencia mundial y se interpondrá en el camino de cualquiera que intente que esto no se mantenga.
'Casi' porque el control lo tienen los de su partido o los elegidos por este, no él. No obstante, muestra del control ejercido por el magnate ha sido la cantidad de órdenes ejecutivas en las que el republicano ha estampado su rúbrica. Los anuncios se han sucedido desde el día 1 en el Despacho Oval, pero la verdadera tensión se ha plasmado los últimos días, cuando ha comenzado la guerra que ya prometió que iniciaría, la arancelaria.
La histórica guerra con China
El objetivo de Trump está claro: quiere que EEUU siga siendo la primera potencia mundial y se interpondrá en el camino de cualquiera que intente que esto no se mantenga. A día de hoy, el orden internacional está dominado por EEUU y hay actores que le están desafiando. Para la istración estadounidense, China le está disputando la superioridad global y tiene que ser doblegado, algo que lleva intentando desde hace la friolera de 15 años. Pero, ya de paso, quiere intentar relanzar su economía interna con gravámenes a los productos de prácticamente todo el globo.
El magnte no ha engañado, prometió que impulsaría politicas proteccionistas, pero nadie se esperaba que fuera de esta forma. Trump ha alterado las reglas del juego y, como indica José Juan Ruis, director del Instituto Elcano, en su análisis sobre "Hegemonía quebrada", está marcando "el fin del orden liberal internacional" donde predomina "la ley del más fuerte". Un nuevo orden en el que el mapa de aliados se ha transformado por completo. A día de hoy, hay cinco bloques que interactúan entre sí: EEUU, China, los aliados del primero, los aliados del segundo y los territorios neutrales.
IMAGEN: Gabinete del Gobierno de Donald Trump. EFE.
En este nuevo escenario, todos tienen que tomar decisiones, como es el caso de Europa, que más dividida que nunca, trata de no entrar en la confrontación y negociar con el Despacho Oval, sin demasiado éxito de momento. Tendrá que elegir si mantenerse alineada con el país norteamericano como ha ocurrido de forma histórica o, por el contrario, alinearse con el gigante asiático. También hay otra vía, la de la autonomía estratégica.
¿Le interesa una guerra? ¿Puede hacerse con todo el control?
La instantánea deja clara solo una cosa, el único de estos actores que tiene cristalino qué quiere parece ser Donald Trump. Los analistas que consideran que al magnate le interesa un guerra global basan su teoría en que, la única vía en la que el republicano puede hacerse con el poder total del país es en esa situación. Tal y como establece la Constitución estadounidense, solo en este supuesto el mandatario podría lograr un poder y un mando únicos. Todo se concentraría en manos del republicano como "Commander in Chief" ("comandante en jefe"), adoptando cualquier reponsabilidad del país. Lo único que haría el Congreso en este supuesto sería declarar la guerra y presentar el presupuesto para financiarla. ¿Cómo se justificaría? La seguridad nacional prevalece por encima de todo.
En esta hipótesis es de máxima importancia tener en cuenta las fechas, ya que el 3 de noviembre de 2026 se celebran las elecciones de medio mandato, las llamadas "mid-term election". En ellas se elige la nueva Cámara de Representantes, un tercio del Senado y más de la mitad de los gobernadores. Ahora mismo, los republicanos cuentan con mayoría de todos ellos pero, acorde con anteriores ocasiones, se prevé que entonces pierdan alguno de estos. Si esto ocurre, Trump ya no podrá declarar una guerra, en caso de quererla. El plazo sería ese.
Así son algunos de los nuevos líderes que desean el poder, no son necesariamente violentos, ni siquiera es esencial que sean cínicos, pero coinciden en que la globalización no tiene cabida.
Otra de las reflexiones que conducen a este escenario es la del posible nexo entre la conducta del magnate y el imperialismo. Tal y como recoge en su doctrina "El poder de decir 'no'" Dominique Marie Fraçois René Galouzeau de Villepin, político y escritor francés y que fue primer ministro de Francia entre 2005 y 2007, ahora es la época de "los nuevos déspotas en la era imperial". "Las respuestas ideológicas se despliegan (...) Trump encarna la figura del absolutismo y del imperio de mando, un jefe que domina", dice el artículo, que añade que "no organiza, impone" a través de "un teatro del poder", una "demostración de gángster despiadado". Descripción acorde a las recientes declaraciones en las que aseguraba que los países que se verían afectados por los aranceles le estaban "besando el culo" para "hacer lo que él quisiera" tras sus amenazas.
Trump quiere dominar la economía global, también la interna, y quiere que las jerarquías estén claras. Quiere mantener la ventaja nacional para desestabilizar la competencia mundial. De Villepin teoriza sobre cómo "el comercio ya no es un espacio de reglas compartidas, sino un campo de batalla que parece un comercio de guerra permanente". Ahora se suman, para más inri, las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial, que ya no se emplean como herramientas, sino como armas. "La tecnología se está convirtiendo en un imperio", señala.
Nuevos líderes deseosos de poder
Así son algunos de los nuevos líderes que desean el poder, no son necesariamente violentos, ni siquiera es esencial que sean cínicos, pero coinciden en que la globalización no tiene cabida. Una sensación que no parte necesariamente del malestar o la manipulación, también "es producto de una socidad fragmentada y desvinculada" donde "la violencia de expresión" y la mala relación de los individuos con la política ponen la semilla.
Trump podría querer una guerra para poder hacerse con el control absoluto del país, pero esa guerra no sería como las que la población tiene en mente, no sería una "tercera guerra mundial" con bandos enfrentados, armas y batallones. Un conflicto global a día de hoy apunta a ser una guerra híbrida, en la que los ciberataques, la desinformación y las presiones diplomáticas y los sabotajes económicos serían protagonistas. Un tipo de guerra, no accidental, para el que aún se desconocen mecanismos de paz.
IMAGEN: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. EFE
Se desconoce si Donald Trump, que alardea de ser el promotor de la paz con sus negociaciones sobre la guerra en Ucrania, quiere realmente un conflicto global. Sin embargo, varios de esos elementos necesarios para una guerra acorde a los tiempos que corren ya los ha cumplido. El magnate ya ha empleado la desinformación, también las presiones diplomáticas y, por supuesto, los sabotajes económicos. Su frenesí de anuncios y sanciones, su guerra arancelaria, ha provocado la mayor volatilidad de los mercados en décadas, la caída de las bolsas mundiales y el temor entre cada sector de la población.
"No estamos viviendo un simple periodo de turbulencias. Estamos atravesando un cambio de era con profundas fracturas y el mundo tal y como lo conocíamos se desmorona, el planeta se agota y las sociedades se crispan", dice el político galo.
Winterset
14/04/2025 08:34
Qué pereza dais los peperos ensobrados antitrumpistas!
Acontracorriente
14/04/2025 09:52
Campaña anti Trump y belicismo. Dos en uno
gwydno
14/04/2025 14:18
...Y uno de los factores que hacen posible sta situación es el alarmante nivel de incultura y mediocridad imperante, con pseudoperiodistas con un nivel de redacción que no hubiese superado el 4° de la antigua EGB, con una incapacidad parece que patológica para distinguir entre "sino" y "si no".