Entrevista

Cataluña

Iñaki Ellakuría: "Aliança dice sin disimulo lo que la mayoría de los nacionalistas catalanes piensa"

El periodista barcelonés acaba de publicar 'Contra lo woke y otros virus identitarios'', una selección de artículos sobre las corrientes iliberales en boga

  • Iñaki Ellakuría, en Barcelona -

 

Columnista de 'El Mundo' y delegado del diario en Cataluña, Iñaki Ellakuría (Barcelona, 1978) acaba de publicar 'Contra lo woke y otros virus identitarios' (Sr. Scott), una recopilación de artículos en los que, con espíritu heterodoxo, aborda el "auge y fortalecimiento de los extremismos identitarios, tanto progresistas como conservadores, desde el nacionalismo xenófobo catalán hasta el autoritarismo de figuras como Órban o Salvini". Y sin olvidarse —como tampoco hace en esta entrevista— de Donald Trump o del que juzga su némesis 'fake': Pedro Sánchez.

 

Pregunta. En el prólogo, define el wokismo como una ideología "radical" y "boba". ¿A qué debe su éxito, entonces?

 

Respuesta. Justamente, a su simplicidad. Apela a sentimientos muy básicos y reduce los debates a blanco y negro, lo que la hace muy accesible. Es una ideología, pero también una evolución de la corrección política, que no era negativa 'per se'. Evitaba algunos excesos imponiendo un cierto orden. Pero pasó de ser un movimiento que quería permanecer alerta ante las injusticias —sobre todo, en la comunidad negra— a convertirse en un elemento discriminador. Y al servicio del neomarxismo cultural y el pensamiento antioccidental. Luego, llega un momento en que la gente advierte del peligro que representa. Lo estamos observando con las cancelaciones permanentes, basadas en un izquierdismo rudimentario: Israel es malvado; Estados Unidos, Satán; y los hombres, acosadores. Por lo demás, es una herramienta muy útil para impulsar agendas políticas concretas.

 

P. Aparte de lo 'woke', también aborda el auge del "extremismo identitario conservador". ¿Qué tienen en común?

 

R. En una cena, poco antes de las elecciones en Estados Unidos, Ana Palacio comentó: "Cuidado, porque tengo amigos, gente del mundo intelectual de Nueva york, que van a votar a Trump". ¿Cómo es posible? Pues por el hartazgo ante la corrección política, que en la universidad o en Hollywood era asfixiante. Y porque Trump se les aparecía como una liberación. El problema es que no se trata del Trump de la primera legislatura. El episodio del Capitolio fue infame, pero, aparte de sus astracanadas verbales, no provocó guerras y llegó a pactar con Corea del Norte. Pero ahora, en parte por su 'entourage' actual, tiene una agenda política totalmente reaccionaria y se ha convertido en un reverso del wokismo. Es decir, recurre al victimismo, abona la conspiranoia y promueve la destrucción del adversario. Una de las últimas y más tóxicas consecuencias del wokismo —nacido en la izquierda— es haber generado un wokismo de derechas.

 

P. El islamismo y el wokismo se antojan, a priori, movimientos antitéticos. Siendo así, ¿cómo se explica esa alianza a la suele referirse con el término 'islamowokismo'?

 

R. Es un término que tomo de intelectuales ses como Alan Finkielkraut. No en balde, en su país no hay nadie más islamista que el izquierdiesta Melenchon, el gran espejo donde se mira Yolanda Díaz y Pablo Iglesias. El 'islamo-gauchisme' es el apoyo de parte de la izquierda al islamismo por un odio compartido a todo lo que representa Europa y Occidente. En el caso de Francia, además, existe un interés electoral. "Contra Lepen, ¿qué voto necesito? Pues el voto musulmán-francés", se dijo la izquierda.

Una de las últimos y más tóxicas consecuencias del wokismo de izquierdas es haber generado un wokismo de derechas

Y ese 'islamowokismo' también lo observabamos en España. Por ejemplo, en la cercanía que muestra Podemos con Irán o Hamás. En este sentido, el silencio de la izquierda española respecto al acoso a las mujeres valientes que protestan quitándose el velo en Irán es hiriente. Y demuestra su hipocresía, porque, si fueran feministas de verdad, defenderían a esas mujeres. Por lo demás, tanto la izquierda radical como el islamismo aspiran a destruir, cada uno a su manera, la democracia liberal.

 

P. Del sanchismo, denuncia su problemática relación con la verdad y su afán por colonizar las instituciones. ¿Es Sánchez "trumpista"?

 

R. Es su reflejo principal. Otros líderes similares como Orban resultan grotescos, pero Sánchez tiene la misma facilidad que Trump para mentir, o que le atrapen haciéndolo, y quedarse como si tal cosa. Y nunca ha habido un presidente en España que haya despreciado las instituciones de manera tan evidente, poniendo la Fiscalía General de Estado a su servicio. Además, su narcisismo también lo emparenta a Trump. En su discurso a los empresarios del Círculo de Economía, Sánchez les soltó una chapa propia de un mitin. Lo que fue una falta de respeto a su audiencia: no tenía delante a Koldo, sino a una élite económica. E intervenciones así solo se entienden en un narciso empedernido como él, que no ve a las personas que tiene enfrente, sino un espejo que le devuelve su propia imagen.

 

Y luego está su famosa capacidad de resistencia. Como Trump, que perdió unas elecciones y le dispararon, y ahí sigue. Sánchez se quiere presentar como némesis del trumpismo pero es todo lo contrario.

 

P. En el libro aparece otras de sus fijaciones, el nacionalismo catalán, del que afirma haber sentido la primera "dentellada" a los seis años de edad. ¿Nos lo cuenta?

 

R. Me ocurrió en un colegio pequeño que no era nacionalista. En aquella época, el nacionalismo se consideraba una cosa trasnochada. De hecho, yo no conocí nacionalistas o independentistas hasta llegar a la universidad, a los 22 años. Pero aquella escuela, que sí era catalanista —y en la que enseñaban en catalán o castellano en función de la lengua materna del alumno, que entonces era el modelo del PSC—la profesora dividió un día a la clase entre niños catalanes y niños "castellanos". Lo que me chocó enormemente. ¿Castellano, yo? Con un padre vasco y una madre catalana, yo no tenía ningún vínculo con Castilla. Y pensé: aquí ocurre algo anómalo.

 

Para quien no lo sepa, en Cataluña —aunque quizá ahora en menor medida— los 'castellanos' éramos los que veníamos del resto de España. Cuando se lo conté a mi padre, se indignó mucho. Y que la profesora no lo hiciera con mala fe es aún más significativo: la xenofobia forma parte del imaginario del nacionalismo catalán —o del catalanismo, en este caso—.

 

P. Pero si esa xenofobia, como dice, es parte del nacionalismo catalán, ¿por qué tanto escándalo con Aliança Catalana?

 

R. Porque Aliança Catalana dice sin disimulo lo que la mayoría de nacionalistas catalanes piensa. Y, al verse reflejados en el espejo, se avergüenzan un poco. En el fondo, son conscientes de que su pensamiento es xenófobo. Y es que lo que decía Pujol sobre el "hombre andaluz" o Quim Torra en sus escritos es muy parecido a lo que dice Sílvia Orriols. Se trata de ideas que ya flotaban en el ambiente, pero que Orriols expone de forma más directa. Y lo hace en un momento en el que nacionalismo/independentismo está en crisis, lo aumenta su nerviosismo. Pero a mí el discurso de Aliança no me parece nuevo ni me escandaliza porque ya se lo había escuchado a los nacionalistas en 'petit comité'.

Puigdemont es un estorbo para Junts, que quiere apartarlo cuando le apliquen la amnistía

Además, detrás de los eufemismos que usan en el discurso público reside la misma idea. No olvidemos que, durante el 'procés', periodistas reconocidos y subvencionados llamaban "colonos" a los catalanes no independentistas. ¿Existe un racismo mayor que ese? Solo que Orriols envuelve su relato en esa idea arcaica de un Cataluña cristiana. Una Cataluña que, por otra parte, es la misma de Puigdemont.

 

P. De hecho, acaba de publicar un libro sobre Puigdemont junto al periodista Pablo Planas. ¿Hasta cuándo cree que el líder de Junts, a quien tachan de "integrista", seguirá condicionando la política española?

 

R. Puigdemont se han convertido en una molestia para Junts. Ahora mismo, carecen de un líder en el Parlament. Y todas las decisiones las toma Puigdemont a última hora y de forma arbitraria desde Waterloo. Además, ha colocado en el Congreso a una persona —a la que podríamos catalogar como descerebrada— que es Miriam Nogueras. Por si fuera poco, el votante moderado se va al 'neopujolista' Illa; y el votante radical, a Orriols, yéndose Puigdemont de vacío. La única esperanza que alberga Junts es que la amnistía permita regresar a Puigdemont y, ya sin la etiqueta de "exiliado", puedan apartarlo. Y es que para el pujolismo resulta muy duro constatar que han perdido las fuentes de financiación. "Nos están comiendo la tostada de lo que era nuestro", piensan. Yo auguro un choque con los sectores más pragmáticos de Junts. No sé cuándo estallará todo esto, pero lo hará.

 

P. Mientras en España se ha archivado la causa contra Puigdemont por la trama rusa, el consejo de Europa ha denunciado la injerencia del Kremlin en Cataluña durante lo que no duda en llamar el "golpe de Estado" de 2017. ¿Podría el separatismo haber perdido la batalla del relato en Europa tras haberla ganado en España? 

 

R. Esa derrota en Europa me parece menor. Recuerde que los nacionalistas catalanes consiguieron que calase allí la idea de que son una minoría oprimida. Respecto a la trama rusa, resulta escandaloso que Bolaños la niegue pese a todas las evidencias periodísticas —no solo del 'New York Times', sino de otros muchos medios—. Los mismos Terradellas y Artadi iten que las reuniones con emisarios rusos tuvieron lugar. Y se sabe que hubo agentes del Kremlin circulando en Cataluña. Por eso, que España trate de rebajar esa presencia evidencia hasta qué punto el Gobierno necesita avalar el relato separatista.

El separatismo ha ganado: Puigdemont sigue al mando, TV3 no ha cambiado y se ignoran la sentencias sobre el español 

Y que los separatistas han ganado. A saber: los dos líderes que impusieron el golpe, Junqueras y Puigdemont, siguen al mando. Además, TV3 no ha cambiado un ápice, el Govern está en manos de un 'neopujolista' y se siguen incumpliendo las sentencias del 25% de castellano. Mientras, Arrimadas y Rivera han abandonado la política y Sociedad Civil Catalana está prácticamente desmontada.

 

P. Finalmente, y en relación a Rusia, hace un año alertó hace de que "Occidente no ha querido derrotar a Putin". ¿Continúa sin querer hacerlo? 

 

R. Sí, y en parte se ha aprovechado de los ucranianos. Estados Unidos, con su estrategia de 'dar armas para no perder la guerra pero no ganarla', consiguió dejar bajo mínimos al ejército ruso, pero a un coste muy alto para Ucrania. Y se ha sabido que la OTAN podría haber liquidado en cuatro días a las tropas de Putin. Pero no se ha hecho por una mezcla de miedo, pereza y cálculo. Seguimos comprando a Rusia gas líquido y abogando por la negociación. Y siendo muy contemporizadores, pues dimos por bueno el camelo de la amenaza nuclear, cuando los rusos tienen a sus mujeres, amantes, familias y mansiones en la Europa occidental. Y no se quieren saltar a ellos mismos por los aires.

 

Por lo demás, no hemos asumido que el 'mundo feliz' de antaño no volverá. En España, sin ir más lejos, lo estamos viendo. Sánchez no está explicando que la guerra podría ser una realidad. Y que quizá haya que recuperar el servicio militar. Una democracia debe defenderse. Los países cercanos a Rusia ya lo han entendido, pero España sigue instalada en un viejo aislacionismo.

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