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Tener que aprender catalán en el cayuco es racismo

Manuel Marín, director de Vozpópuli, centra su análisis semanal en la delegación de competencias de inmigración del Gobierno a Cataluña.

Otra vez nos quiere liar el Gobierno cambiando el significado de las palabras. Ceden el control total de la inmigración a Cataluña, pero nos dicen que sólo lo delegan. ¡Qué rico es el castellano!

Dice Sánchez que se delega, te presentan un par de informes hechos por amigos y falseados, haces un par de llamadas al Tribunal Constitucional -oye, que esto tiene que ser legal, eh-, y asunto arreglado. ¿Resultado? El nacionalismo más rancio y casposo. Rezuma racismo y xenofobia, desprecio al inmigrante y al resto de españoles, y pureza de sangre.

Puigdemont va a decidir desde Bruselas quién entra y quién no en Cataluña. Y el PSOE nos cuenta que el Estado español, ¡cuidado con la expresión!, va a colaborar con Cataluña… como si Cataluña ya no fuera el Estado español. Y el tipo que venga, no sé, de Quito o de Senegal, si no sabe catalán, no entra. O lo aprende en el avión, o hace un cursillo en el cayuco, o nada.

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