Opinión

El error de Sánchez

Fue un sábado de enorme trascendencia política y diplomática. Estaban todos menos él

  • El cara a cara de Trump y Zelenski -

Roma engalanada, con estrictas medidas de seguridad, ha hecho honor a su grandeza como la cuna de la civilización y ha demostrado, de nuevo, su maestría para organizar eventos al más alto nivel mundial. El mundo católico se ha rendido a los pies del Papa Francisco para darle su último adiós. El considerado 'Papa del pueblo', un hombre cercano, fiel a los desfavorecidos, un hombre bueno que quería romper siempre la confrontación persiguiendo sin cesar la cultura del encuentro. ¡Ciao Papa!, ha gritado Roma, desde la Basílica de San Pedro hasta Santa María la Mayor, tras una intensa semana de ver peregrinar por sus calles fieles seguidores, entre multitud de periodistas desplazados al lugar para difundir, de primera mano, el latido del Vaticano, la tristeza de Roma, los preparativos de tan solemne funeral.

El respeto que merece

El Papa, que no tenía cuenta bancaria porque lo donaba todo a los pobres, a las causas justa, a los que más lo necesitaban, ha sido despedido frente a 160 jefes de estado y de gobierno. Pero, España, desgraciadamente, se ha convertido en la única monarquía parlamentaria en la que el representante de la Corona no ha estado acompañado por el primer ministro. No se entiende, porque no se ha explicado bien, que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decidiera no asistir al funeral aludiendo a que se envía una comitiva representativa del Gobierno, del más alto nivel, junto a los Reyes. Sin desmerecer a los asistentes, y no viene mal subrayar el gesto de invitar al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, no hace falta ser católico para sumarse anímicamente a la despedida a la máxima personalidad de la Iglesia, una institución presente y valorada también en nuestro país. Basta con dispensar el respeto que merece la figura del Papa, quien ha ejercido un pontificado diferente de la iglesia tradicional, defendiendo el papel de la mujer, luchando contra los abusos sexuales a menores por parte de de la institución, o defendiendo con palabras de afecto a los homosexuales, alineándose así más con las tesis políticas progresistas que con las conservadoras. No hace falta tampoco ser de una u otra ideología para ofrecer el respeto y la presencia que merecía el pontífice.

Así se vio con esa fotografía  Trump y Zelenski sentados en dos sillas, cara a cara, ellos solos, en unas de las colosales salas del Vaticano, una imagen para la historia. O el encuentro de ellos dos con el británico Starmer y el francés Macron

 

A veces, la premura de la opinión pierde los matices importantes que solo el tiempo logrará situar si este gesto del presidente ha sido erróneo o certero.Visto lo visto, cabe pensar que es un error. Un líder que se deja ver en cualquier recepción internacional de relativo nivel no puede faltar al escenario en el que se encuentra la máxima representación internacional.  No es abril un buen mes para Sánchez, que hace un año nos tuvo en vilo durante cinco días, llamados de reflexión, en los que no sabíamos si iba o no a continuar en el cargo.

Moncloa ahora no se ha movido del guion de que España estaba representada en Roma al más alto nivel. Podemos decir que sí, institucionalmente, pero no de forma ejecutiva por quien ejerce el poder. Para Trump ha sido la primera vez que pisa Europa tras su investidura como presidente, tras asegurar que la Unión es una asociación patética, tras lanzar su guerra comercial contra el planeta. Fue un sábado de enorme trascendencia politica y diplomática. Así se vio con esa fotografía  Trump y Zelenski sentados en dos sillas, cara a cara, ellos solos, en unas de las colosales salas del Vaticano, una imagen para la historia. O el encuentro de ellos dos con el británico Starmer y el francés Macron. Ahí tuvo que estar Sánchez y no estuvo. El contexto internacional que zarandea al mundo, con la crisis comercial de los aranceles desatada por Trump, el incremento del gasto en defensa de la Unión Europea frente a la incertidumbre de la guerra de Ucrania, Gaza y de los inciertos apoyos, antes seguros, por parte de Estados Unidos, exigía la presencia del jefe del Gobierno español.

Fueron encuentros que tendrán consecuencias, imágenes que trasladan la idea de que allí se habló de asuntos decisivos. Porque, está claro que el papa Francisco nos deja en medio de un mundo peor que el de hace doce años, cuando inició su trayectoria a frente de la Iglesia: más vulnerable, con nuevos retos, nuevas alianzas a construir, pero sobre todo, un mundo en el que se ha puesto encima de la mesa que es un error generar grandes dependencias de según qué países. Que el camino del encuentro que promovía Francisco ponga luz a la era política actual.   

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