No hay mejor símbolo del sindicalismo actual que la nutrida colección de fulares estampados de Pepe Álvarez. Este coqueto complemento, inimputable pues no vulnera nuestro ordenamiento jurídico, nos habla de alguien emancipado de cualquier trabajo rutinario o peligroso, cuya principal función es lucirse, gustar a los demás y gustarse a sí mismo. Es una intuición que luego se confirma al investigar su vida laboral y comprobar su condición de liberado desde los 22 años. A mí me encantaría que se hiciese tiktoker y nos fuera mostrando el origen, trayectoria y peculiaridades de cada uno de los modelos, una labor divulgativa cuyo foro ideal serían los bares de polígono ante una audiencia autónomos, parados y currantes con mono manchado de grasa. Podría empezar por Salt y seguir por Orcasitas, Linares, El Ejido, Ceuta, Fuenlabrada, Badalona…Imitando aquella gira “de escucha activa" que completó hace poco su amiga Yolanda Díaz. Seguramente recibiría un chulísimo.
En su última intervención, Álvarez usaba un fular tradicional en tonos borgoña y verde montería, cuajado de flores y pétalos psicodélicos. ¿Su mensaje principal? “Todo el mundo está llamado a manifestarse este Primero de mayo. Si eres mujer, los avances que hemos tenido en igualdad están en peligro. Si eres una persona LGTBIQ+, con toda seguridad tus derechos y lo que has conquistado en este tiempo están en peligro. Quieren que las mujeres vuelvan a casa, quieren que las personas LGTBIQ+ vuelvan al armario y no quieren que los jóvenes tengan alternativas de vida dignas. No quieren que subamos salarios, no quieren que recortemos el horario laboral. La Internacional del Odio, encabezada por el presidente Trump, es un peligro que tenemos que abordar desde una perspectiva global”, explicó. El fular aquí cumple una función identificadora, ya que si no fuera por esta prenda y por el bigote quizá pensaríamos que el clip es un editorial de Xavier Fortes, busto parlante oficial del gobierno en el noticiero de la noche.
Sindicatos domesticados
Hace tiempo que nuestros sindicatos renunciaron a representar a los parados, luego pasaron de los autónomos y ahora de cualquier trabajador que simpatice con la derecha. Por pasar, hasta pasan de la forma más elemental de crear empleo: Álvarez tiene ya 69 años y no parece tener prisa por jubilarse y dejar su puesto a alguien más joven y conectado con la realidad (demasiados fulares quedan por estrenar). Lo mejor del clip es su alusión a La Internacional del Odio, una expresión que la derecha deberían resignificar –ahora que está tan de moda– y completar hasta formar la Internacional del Odio hacia Los Privilegios Sindicales Injustificados. La mejor medida que se ha tomado respecto a UGT y CC.OO. la consiguió Vox en Castilla y León, pidiendo que les quitaran cualquier subvención, como a las organizaciones patronales, cosa que solo lograron a medias y que luego se esfumó, por obra y gracia del Partido Popular. Hace tiempo que los sindicatos mayoritarios son los departamentos oficiales del bipartidismo para frenar cualquier reivindicación de los trabajadores.
Las familias saben que necesitan nuevos mecanismos de defensa, un sindicalismo centrado en el trabajador nacional
Otra gran medida para este Día del Trabajo es la primera manifestación que recuerdo contra la traición sindical. La ha convocado el Frente Obrero en las puertas de la sede de UGT en la Avenida de América de Madrid. Es una idea de puro sentido común que debiera haberse organizado mucho antes. Al igual que el Partido Socialista Obrero Español, UGT y CC.OO. no son organizaciones que defiendan a los trabajadores sino algo más parecido a departamentos de Recursos Humanos, dedicados a gestionar de la manera más digerible todos los recortes de derechos que exigen las élites globales y sus delegados en España. La principal labor de Álvarez, con el cuello envuelto en sus estampados de fantasía, es justificar la constante perdida de derechos que han sufrido los trabajadores españoles entre 1978 y la actualidad. Si en Occidente crecen los partidos socialpatriotas, casi todos con su propia organización sindical, es porque las familias saben que necesitan nuevos mecanismos de defensa. Los derechos no se defienden con fulares vistosos sino con fronteras seguras, control al capital extranjero y respeto al trabajador nacional, tenga contrato o esté sin él.