Alguien se empeñó un día en explicar a Pío Baroja la potencia destructiva de la bomba H, "capaz de borrar del mapa cualquier ciudad del mundo". Puestos a elegir, el escritor preguntó: "¿Puede ser Pamplona?" La ciudad levítica que aplomó su adolescencia seguía pesando aún en el ánimo de ese libertario proverbial en pantuflas, con ya todo hecho y un exilio interior autoimpuesto en su casa madrileña de la calle de Ruiz de Alarcón, donde Hemingway fue a visitarlo para trasladarle su iración ante la perplejidad del pobre viejo que, con un pie ya en el otro mundo, lo miraba alucinado desde su cama.
Koldo García Aguirre (perdónenme el paralelismo) parece haber desarrollado la misma aversión que el escritor por la capital navarra. Solo retorna allí una vez al año, normalmente por Navidad, a visitar a los pocos amigos guardias civiles que le quedan. Y a alguno que no lo es.
El ex asesor de Ábalos ha proscrito como anatema los nombres de Santos Cerdán, María Chivite y, sobre todo, de Ramón Alzórriz, sempiterno secretario de Organización del PSN, premiado hace un par de meses con la vicesecretaría general de la federación socialista navarra.
Cuando, en la Semana Santa de 2024, Vozpópuli entrevistó a Koldo en una taberna del puerto de Benidorm, se negó con terquedad a hablar de esta terna, si bien, en alusión al tercero, sí concedió aconsejarle que "aprendiera mucho de Ábalos por lo que pudiera pasar".
Parece que Alzórriz no solo ha medrado orgánicamente, sino que también ha desarrollado una inveterada querencia por atizar a la UCO
Transcurrido el tiempo, parece que Alzórriz no solo ha medrado orgánicamente, sino que también ha desarrollado una inveterada querencia por atizar a la UCO, asimilándola a una suerte de 'policía patriótica' cuyos indicios interpreta como el reflejo de la "anomalía democrática" que, sostiene, sufre este país por aquello de que ya van anticipándose acusaciones contra Cerdán, al que todo le debe. Aunque, por diferentes razones, en esto parece haber aprendido de Ábalos, sí.
El dirigente socialista navarro, además, combina sus descalificaciones a los servidores públicos con parrafadas hueras dirigidas a justificar la servidumbre de su partido a los bilduetarras en las instituciones forales invocando la necesidad de fomentar la convivencia, pero no tanto la de exigirles una condena firme de la violencia etarra, o al menos una disculpa sincera por la sangre derramada.
Las miserias que rodean la doble vuelta del cerco corrupto a Pedro Sánchez tienen tanto que ver con ajustes de cuentas que, a veces, uno casi desearía que la trama fuera menos humana. Pero nada, esto va de venganzas personales: quien filtra contra el utilitario secretario de Organización del PSOE languidece en la interminable calle Arturo Soria de Madrid tras haber sido recolocada en cargos tan lisérgicos que parecerían sacados de El Mundo Today. Pero se conoce que ni por esas ha saciado la sed de venganza.
Con Koldo pasa otro tanto: mientras cultiva la pitaya en su retiro mediterráneo, prefiere arrumbar la bruma norteña en un cerebro que no obstante se resiste a olvidar el trato dispensado por la red clientelar que él mismo contribuyó a tejer y ahora comienza a desmadejarse. Koldo, como en Benidorm en ningún sitio. Te lo digo yo.