Opinión

El banco azul apesta a banquillo

Desbandada general de ministros. Pavor por los guasap, pánico ante los tribunales. Sánchez, histriónico y desquiciado

  • Sánchez, en el Congreso -

Nueve ministros, de los 23, ausentes al arrancar la sesión de control. Una hora después, ya solo quedaban siete. “Gobierno a la fuga” dijo Tellado, el vocero del PP. Sánchez aguantó 39 minutos y se fue decepcionado con la intervención inconexa de su número dos, tan destartalada como el auto del primer filme de Spielberg. La presidenta de la Cámara se esfumó al minuto 50, dejó en su trono al comisario Gómez de Celis y regresó 28 minutos después con ganas de sacudirle a la oposición. Así lo hizo. Necesitaba aliviarse, al parecer.

Era un día duro para sentarse en un escaño azul. Los guasap de Ábalos, el cerco a Cerdán, los chantajes misteriosos (sólo El País y Sánchez lo saben), la imputación de Pardo de Vera (ex Adif), la angustiosa espera de los informes de la UCO (ojo, Begoña-Air Europa), la conexión del Psoe canario con los narcos…Hasta Patxi López pareció haber perdido su habitual templanza, todo equilibrio y elegancia en sus deposiciones, y se permitió un par de sutiles rebuznos en los pasillos antes de sumergirse en la Cámara. No tenía cara de haber dormido bien. 

Tales desahogos despendolados producen efectos muy negativos entre los suyos donde se ha instalado el lema de que 'por muy mal que la situación estuviera ayer, siempre será peor hoy"

 

Tampoco su jefe, el número Uno, más desquiciado que en sus últimas apariciones, cejijunto, tenso, irascible, arrebatado de un rencor ígneo, con los morritos al abordaje, la mandíbula prieta hasta el dolor, mostraba su mejor faz. Su rostro era un catálogo de muecas disparatadas, de gestitos destemplados que transmitían una imagen de ferocidad desmedida. Sánchez debería revisar el vídeo de su desarmada gestualidad en esos breves minutos que pasa en su escaño, bien sea escuchando a Feijóo o atendiendo a las palabras de su vice-dos. Al primero le lanza miradas de furia mientras chamulla comentarios de desprecio por lo bajito. A la segunda la jalea, la anima moviendo la cabeza y apretando los dientes, como el hooligan en el estadio o el furibundo embravecido que grita al cuadrilátero “¡dale duro!, ¡machácalo!, ¡acaba con él!". Los usos parlamentarios permiten determinados desahogos, pero el presidente del Gobierno debería bajar un par de marchas en la caja de cambios, pisar el freno y asomarse por la ventanilla a ver por dónde sopla el viento. Tales desahogos producen efectos muy negativos entre los suyos donde se ha instalado el lema de que 'por muy mal que la situación estuviera ayer, siempre será peor hoy". Cada día la misma batalla, el mismo vacío, el mismo horizonte pintado de rejas.

En la familia socialista ha estallado algo parecido al pánico. Sus diputados huyen del escaño, del micrófono, de los medios. Huyen hasta de los suyos. Margarita Robles, por ejemplo, preguntada por el incremento del gasto de Defensa, tuvo tan sólo palabras de autoelogio hacia su carrera, su esfuerzo, su ejemplaridad como jurista y su aplaudida trayectoria. Tan preterida por los suyos, se olvidó de reivindicar a su Gobierno. Bolaños redondeó su intervención más patética. Primero lo desarmó Tellado con una parábola divertida sobre la fuga de Sánchez. Cuando huya de España no tendrá sitio en el Falcon para llevarse a tantos imputados, veintisiete por ahora y subiendo. “Gobierno de forajidos”, dijo. El triministro balbuceó algo sobre la corrupción del PP. Cayetana Álvarez de Toledo lo remató con su habitual contundencia: “Usted es un meme. ¿Qué les hace Sánchez?” 

Apenas acertó, como enorme ejercicio de oratoria, a mencionar a Ayuso, dos veces, mientras se empeñaba en esos aspavientos casi marcianos que provocaban el desconcierto en sus filas

 

Feijóo, aconsejado por su enemigo, optó por adentrarse en la nevera de los ciudadanos, de un vacío que da pavor. El PSOE se incendia y el líder de la oposición habla del IPC.  A saber. Una pregunta apuntó con tino: “¿Avala usted  la gestión de Cerdán, sí o no?” A la espera está de la respuesta. No parecía el interpelado dispuesto a poner la mano en el fuego por el capataz de Ferraz. Apenas acertó, como enorme ejercicio de oratoria, a mencionar a Ayuso, dos veces, mientras se empeñaba en esos aspavientos casi marcianos que provocaban el desconcierto en sus filas. 

¿Por qué no le miraba Bolaños? El presidente buscaba su cara mientras MJ Montero se subía al pódium del ridículo. Necesitaba Sánchez un mimo, un algo amable, un guiño de complicidad que aplacara su tormenta de tics. No lo consiguió. Bolaños estaba abstraído, tenso, ensimismado, como uno de esos espíritus desesperados de Dostoievski que, al menos, tenían respeto de sí mismos. La vice-dos, en el colmo del desparrame argumental, estuvo a punto de insultar a los enfermos de Ela por tener la osadía de morirse mientras esperan la ayuda prometida del Gobierno. 

Lo que más agobia a Sánchez

Pudo ser la de Cuca Gamarra la intervención de la jornada. Se centró en ese fatídico 26 de julio de 2020 en el que se fraguó el rescate de Air Europa. Aquel día se desarrolló una intensísima función en la que aparecen todos los protagonistas del gran pelotazo. El reparto estaba integrado por Hidalgo, Aldama, Koldo, Ábalos, Calviño, la propia Montero y, por supuesto, Begoña la dama desaparecida, cuatro meses sin saberse de ella... y su marido. Ahí está todo el meollo que tanto agobia a Sánchez. Quizás la UCO lo ponga muy pronto en limpio. 

La bancada azul huele a banquillo. Algunos de sus destilan ese agrio hedor del condenado. Apenas media docena de ministros soportaron hasta el final de esta sesión. “Se acabaron los valientes. A todos los tapó el tiempo, a todos los tapó el barro”, cantaría el gaucho. "Es tarde para cualquier cosa que no sea seguir en pie", respondería Sánchez, como la heroína de Auster.

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