Óscar Puente, ese nuevo Midas

Como muchas personas saben, el rey Midas lo fue de Frigia y como recompensa por consolar a Tmolo, al que Apolo había condenado a llevar orejas de asno por un mal juicio acerca de no sé qué competición de flauta entre el mismo Apolo – léase Sánchez – y un cualquiera llamado Marsias o Pan o Bolaños, el gran Dioniso – o Sánchez o Zapatero o Soros - le concedío a Midas el don que este deseara y el muy zorrón le pidió convertir en oro todo lo que tocase.

Pero cuando empezaron a rugirle las tripas, Midas se dio cuenta de que había metido la mitológica pata hasta el corvejón así que, desdiciéndose, peregrinó hasta el Olimpo – o Moncloa, o Ferraz, o República Dominicana, que en esto los historiadores no coinciden – suplicando que se revocase aquel deseo tontísimo tras haber convertido en oro a su propia hija Zoe, o Caléndula, o Maria Jersús Montero. Se le concedió la gracia. “Báñate en las aguas del río Pactolo y te liberarás” le dijeron. Así lo hizo el cuitado rey y lo dejó hecho un asco, porque sus prístinas aguas trocáronse en amarillentas.

Así son las cosas cuando de dioses se trata, amables lectores, y hete aquí que Apolo, Zeus, Júpiter o Sánchez le dieron la posibilidad al pucelano Óscar Puente de elegir un don y, pudiendo éste elegir, escogió ser ministro de transportes. Creía el incauto que lo de los trenes era parecido a cuando los Reyes te traían un Tren Payá, desconociendo en su proceloso océano de ignorancias lo difícil, complicado y preciso de conocimientos que era lo que había solicitado. Entretenido en asuntos de redes sociales, el nuevo Midas Puente pensaba que lo del tren estaba, nunca mejor dicho, harto encarrilado. Ah, pero los hados funestos no le avisaron que la España de Sánchez es aquella en la que se construyen ferrocarriles más anchos que los túneles por los que han de circular. Él, sin embargo, encantado de conocerse, porfiaba con tuiteros desatendiendo sus deberes hasta que tras jurar por todo el panteón griego, el romano, el asirio y algunos dicen que incluso el Acadio, que el ferrocarril en España era magnífico no una, sino muchas veces, se encontró de repente con los trenes de alta velocidad parados, miles de personas en medio de vagones sin luz, con los lavabos sin poderse utilizar, sin agua, sin comida y tardando horas y más horas en llegar a su punto de destino sin mayores explicaciones. Todo ello sin que nadie diese la cara, asumiera la responsabilidad de un robo de cobre o de un accidente de un tren contra la catenaria o incluso de un sabotaje saboteador, todo entre sonoras imprecaciones por parte de los cabreadísimos s hacia el Rey Midas Puente. ¡O tempora, o mores!, dijo Midas Puente, que lo tradujo como Oh, tiempo de los moros.

El máximo regente del olimpo sociata no ha dicho nada y lo más que hemos escuchado son excusas de mal pagador que, lejos de restar la culpa a Midas Puente, lo hunden más en el oprobio por lo chuscas e inverosímiles que son

Ante tamaña falta de seriedad – uno recuerda cuando el AVE te pagaba el billete si llegaban cinco minutos tarde – las razones dadas como explicación, que bien pudieran ser verdad o no serlo, no son óbice, valladar, cortapisa u obstáculo para que la verdad se desvele. Y esta no es otra que, así como Midas todo lo convertía en oro con tan solo tocarlo, el nuevo Midas Puente convierte en merde todo lo que roza su mano. Es triste comprobar como este ministro no supo ver el engaño que los dioses le tendieron, sabedores de sus justísimas capacidades. Ah, los dioses, que suelen cegar primero a los que quieren perder. El máximo regente del olimpo sociata no ha dicho nada y lo más que hemos escuchado son excusas de mal pagador que, lejos de restar la culpa a Midas Puente, lo hunden más en el oprobio por lo chuscas e inverosímiles que son.

Vean pues aquellos que aspiran al poder divino que mortales somos y como mortales hemos de vivir, alejándonos de poderes que ni sabemos manejar ni es bueno para el país que lo hagamos. Váyase el ministro a su casa y juegue allí con trenes de Playmobil, que respiraremos más tranquilos. Y no ordenen que se clausuren los lavabos. Si has de estar parado en la vía ocho horas sin luz, que nos quede al menos defecar a gusto pensando en quién nos plazca.

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