Opinión

La gran decepción

La decadencia de los Estados Unidos de América se debe, en gran parte, a su renuncia a asumir su destino imperial

  • Trump, el 'pacificador' -

Trump ha resultado una gran decepción, y no hablo de sus ya conocidos modos, que van del vulgar baladrón al payaso barato de fiesta infantil, me refiero al sueño de un Trump imperial, que no dudara en usar la fuerza para defender la democracia y la libertad, un Trump que fuera lo contrario del Trump pacifista, postrado a los pies del asesino comunista Putin, el Trump bisnero que vemos.

¿Hasta cuándo habrá que esperar por un conservador serio, carismático, educado, resolutivo, informado, medianamente culto y leído? Hasta el fin de los tiempos, por lo que se ve.

Cuando digo imperial no se confunda el término, como suele hacerse con frecuencia, con imperialista. Los imperios, en la historia humana, han sido fuerzas unificadoras, benéficas, modernizadoras y civilizatorias. Representantes del progreso, que nos alejan de la caverna y la tribu. Como bien ha explicado la gran Roca Barea en su imprescindible Imperiofobia y leyenda negra: “Un imperio es una forma de organización social y política que puede considerarse como lo más distinto que hemos producido los humanos por comparación con la tribu, la horda y la aldea (…). El término imperialismo lo echó a andar en 1902 John A. Hobson con su Imperialism: a study y desde su mismo nacimiento supone una condena moral. Imperio e imperialismo son asuntos muy diferentes.

Las dictaduras de izquierda pertenecen a otra esfera, la comunista, una esfera totalitaria, militarista e imperialista. Que las arma y apoya sin titubeos. Por eso duran más

He insistido en este tema porque creo que la decadencia de los Estados Unidos de América se debe, en gran parte, a su renuncia a asumir su destino imperial. Imaginen un mundo donde Estados Unidos, cumpliendo con ese destino, hubiera invadido Cuba y Nicaragua y eliminado a los Castro y a los Ortega; por poner sólo dos casos. Hispanoamérica sería hoy un lugar mucho más rico, próspero y pacífico, sin duda. Y no hablo de las dictaduras de derechas porque no hubiera hecho falta invadirlas para acabar con ellas. ¿Pinochet o Videla en pie de guerra contra Estados Unidos? No me hagan reír. Las dictaduras de izquierda pertenecen a otra esfera, la comunista, una esfera totalitaria, militarista e imperialista. Que las arma y apoya sin titubeos. Por eso duran más. Las de derechas carecen de ese sólido, confiable y cómplice maestro. Por el contrario, Estados Unidos tiene un largo historial de traiciones a sus aliados.

Pero volvamos a Trump, que revolotea como un irresoluto y mendigante presidente de la ONU, quiero decir como alguien sin poder real, en torno al asesino Putin, mientras este bombardea sin piedad a la población civil ucraniana. ¡Paz, Paz! El bisnero no es digno competidor del asesino comunista. Resulta obvio.

Yo, para consolarme, he imaginado el diálogo que Trump debería tener con Putin. Si sigue mis instrucciones, verá como el asesino comunista accede a un alto al fuego inmediato que lleve a la añorada paz en Ucrania. Bastaría una llamada telefónica:

– Putin, es Trump…

– Hola…

–Te llamo para decirte que si no dejas de asesinar civiles en Ucrania le entregaré a Zelensky misiles que puedan alcanzar Moscú, de esta manera cada vez que bombardees Kiev, él podrá bombardear Moscú. Voy a permitir y alentar a Zelensky para que lleve la guerra a tu capital. ¿Está claro?

– ¡Consideraré eso un acto de guerra!

– Tú mismo…

– ¡Tengo bombas atómicas!

– Si, tienes, pero antes de usarlas recuerda que yo también tengo y si eres tan imbécil como para a atacar con armas nucleares Ucrania, o cualquier país aliado de America, te aseguro que convertiré el Kremlin en un agujero donde tardarán un siglo en encontrar tu culo…

No atajar al matón no sólo es cobarde y estúpido, también inhumano pues al posponer el problema, condena a hombres, mujeres y niños del futuro a padecer los desmanes de esos matones por largos períodos de tiempo.

Desde muy pequeño, aprendí que la mejor y única manera de enfrentar y neutralizar a un matón es la violencia. Perro, no come perro, decía mi santo padre, qué gran verdad. El matonismo, a cualquier nivel, y a nivel de países mucho más, sólo funciona con los débiles. Al matón de esquina basta con romperle la cara, pero ante un Putin hacen falta resolución y muchos misiles. Nunca he entendido cómo algo tan elemental no lo acaban de entender las democracias que tienen que enfrentarse a matones como Putin, Castro, Maduro u Ortega. No atajar al matón no sólo es cobarde y estúpido, también inhumano pues al posponer el problema, condena a hombres, mujeres y niños del futuro a padecer los desmanes de esos matones por largos períodos de tiempo.

La cobardía de los políticos siempre se paga en el futuro. No haber ganado a los comunistas en Corea, es tal vez el ejemplo más sangrante: veinte millones de esclavos coreanos abandonados a su suerte durante setenta y siete años. Para no hablar de Cuba, donde la no invasión norteamericana la han pagado diez millones de esclavos cubanos abandonados a su suerte durante más de seis décadas.

Pacifista y pacificador

¿A quién le importa el destino de todos esos esclavos futuros? Seamos honestos: a nadie. Por eso es imprescindible procurar la derrota del matón Putin, ahora.

Por otra parte, la única potencia con capacidad imperial que ha renunciado a su destino es Estados Unidos. China y Rusia mantienen intactas sus aspiraciones imperialistas. Mientras escribo, Rusia ya se tragó Crimea y está inmersa en una guerra imperialista para apoderarse de Ucrania, y China amenaza con tragarse Taiwan. ¡Y en ese panorama Trump se ha metido a pacifista y a pacificador!

Qué gran decepción.

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