Opinión

George Simion y la paradoja húngara

El Este de Europa vuelve a ser un escenario clave del equilibrio geopolítico global

  • George Simion -

En el tablero político europeo, las alianzas entre líderes conservadores son fundamentales para definir el rumbo de la Unión Europea en términos de soberanía, seguridad y valores culturales. En este contexto, resulta desconcertante que Viktor Orbán, primer ministro de Hungría y figura central del conservadurismo europeo, se haya negado hasta la fecha a brindar un respaldo explícito a George Simion, candidato presidencial rumano del partido AUR (Alianza para la Unión de los Rumanos).

Simion no es un outsider ni un populista errático. Es un político forjado en las calles y en los foros internacionales, un conservador comprometido con los principios de la familia, la soberanía nacional, la economía productiva, la libertad y la defensa de Occidente frente a las amenazas del revisionismo ruso. Miembro del grupo parlamentario ECR (Conservadores y Reformistas Europeos), Simion se ha declarado sin ambigüedades pro-OTAN y pro-UE.

Sin embargo, Orbán guarda silencio. Este mutismo contrasta con el activismo político que el primer ministro húngaro ha desplegado en otras latitudes, respaldando públicamente a figuras como Santiago Abascal en España, Marine Le Pen en Francia, Giorgia Meloni en Italia o Alice Weidel en Alemania. La respuesta podría estar en la política interior de Rumania. Simion no es solo un líder conservador: es, ante todo, un líder independiente, con base social, arraigo en la clase trabajadora y una narrativa capaz de movilizar tanto al votante urbano desencantado como al campesinado tradicionalista. Es un conservador sin complejos, pero también sin ataduras, lo que lo convierte en una amenaza para ciertos equilibrios regionales de poder. Orbán, en su visión pragmática, podría no querer un contrapeso conservador fuerte al otro lado de los Cárpatos.

Además, la minoría húngara en Rumanía, que representa alrededor del 5% del electorado, podría ser clave en una elección ajustada. Un gesto de Orbán —una foto, una declaración, una visita— bastaría para movilizar a ese electorado a favor de Simion. La inacción del líder magiar, por tanto, no es solo una omisión táctica: es un acto deliberado de desinterés, o peor aún, de cálculo interno disfrazado de neutralidad.

Marginar a George Simion no es solo una torpeza: es una irresponsabilidad. Especialmente cuando Simion lleva dos años mostrando públicamente su iración por las políticas profamilia y sociales aplicadas en Hungría

Sorprende el apoyo explícito que ha mostrado esta minoría principalmente conservadora al candidato rumano de izquierdas. Todos saben en Hungría y en Rumanía que nada se decide sin el visto bueno de Viktor Orbán. Esto plantea una contradicción de fondo: ¿puede Orbán reclamar para sí la defensa de los valores conservadores europeos mientras se niega a apoyar a un socio ideológico comprometido con la defensa de Occidente? ¿Es coherente predicar unidad mientras se practica la fragmentación?

El conservadurismo europeo no puede permitirse el lujo de fracturas innecesarias. En un momento en que la OTAN redefine sus prioridades estratégicas, en que la UE atraviesa una crisis de liderazgo moral, y en que el Este de Europa vuelve a ser un escenario clave del equilibrio geopolítico global, marginar a George Simion no es solo una torpeza: es una irresponsabilidad. Especialmente cuando Simion lleva dos años mostrando públicamente su iración por las políticas profamilia y sociales aplicadas en Hungría. Si Viktor Orbán cree realmente en el proyecto de una Europa fuerte, libre y soberana, debe dejar de lado las mezquindades locales y apoyar, sin ambages, a quien puede ser su mejor aliado en Rumanía. La historia no será benévola con quienes, pudiendo forjar alianzas sólidas en nombre de los valores compartidos, optaron por el silencio. Porque en política exterior, como en la guerra, la omisión es también una forma de acción. Y a veces, la más costosa.

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