Opinión

El gallinero sanchista

No podemos dejar de lado al sector del gobierno que se inscribe dentro de la especie denominada Pájaro Chogüi

  • Sánchez y Ábalos en el Congreso, en una imagen de archivo

Sánchez es un especialista en pájaros. Así define a la ministra de defensa Margarita Robles en los wasaps que se están publicando cuál novela de Corín Tellado: “Es una pájara”. La mencionada ha hecho ver que es broma porque sabe que si larga lo que piensa pierde la cartera y el chollo, así que prudentemente no ha dicho ni pío, uy, perdón.

Pero como no somos malpensados queremos pensar que el Monclovita Que Anda ama a los pajarillos y de ahí que podamos colegir que tildar como tales a sus ministros, ministras, menestras y coliflores diversas es un gesto de amor. Consultado el Observatorio Avícola de Michigan, provincia de Badajoz, se comprueba que en el gallinero de Moncloa coexisten diferentes tipos de aves de diverso tamaño y ralea.

Ahí tienen a los pájaros de cuenta, que son y han sido los más apreciados por el Llanero Socialista. Algunos ya no ostentan el cargo aunque guardan celosamente pruebas de que el gallinero gubernamental está lleno de guano, por decirlo de manera elíptica. Existen también algunos especímenes que son igualitos al Pájaro Uy Uy Uy, aquel que tenía la genitalia tan desarrollada que, cuando quería aterrizar, con sus patitas muy cortas decía aterrorizado “¡Uy, uy, uy!”. De esta clase cada día hay más en el gallinero.

Podríamos continuar, pero lo anteriormente dicho demuestra de manera fehaciente hasta que punto ornitología y sanchismo andan de la mano en este valle de lágrimas

No podemos dejar de lado al sector del gobierno que se inscribe dentro de la especie denominada Pájaro Chogüi que, además de ser una polka paraguaya, contiene en su letra una ominosa y a la vez prístina advertencia para la pajarería cuando dice que andaba un indiecito encaramado a un árbol, asustóse, cayose, murióse y trocóse en el pájaro Chogüi sin otra misión que picotear naranjas ante el colosal cabreo del agricultor. Tampoco olvidemos a ese entrañable y atrabiliario ejemplar, El Pájaro Loco, entregado a destrozar lo que sea mientras emite sonidos ininteligibles con su cresta – roja, por supuesto – al viento; a la gallina Caponata, y ahí ustedes decidirán a quién nos referimos; a la ídem Turuleta, que es un caso singular y está loca de verdad, a la que otorgamos la misma consideración que la anterior; al Pollito Pío, que tiene aspecto de liarla.

Podríamos continuar, pero lo anteriormente dicho demuestra de manera fehaciente hasta que punto ornitología y sanchismo andan de la mano en este valle de lágrimas que, sin ser el de los Caídos, tiene caída y postrada a la nación. Eso sí, antes de finalizar esta bagatela nos gustaría mencionar al pájaro que más importancia ha de tener en los tiempos que se avecinan: el Gallo de Morón, del que no nos resistimos a dar una breve noticia. De entrada, el Gallo de Morón ni era gallo ni era de Morón, como casi todo en España. La leyenda del asunto se sitúa en el siglo XV y narra que Morón dividíase por aquel entonces en dos bandos con hartos enfrentamientos y violencia. Se envió por parte de la Real Chancillería de Granada a un juez para imponer el orden, Don Juan Esquivel, y fue tanto su imperio y autoridad que la gente decía “Donde estuviese Esquivel no cantaba más gallo que él”.

Pero, como todo tiene un límite, los vecinos, hartos del juez, lo llevaron arrastrándole por las calles en pelota picada hasta las afueras y le propinaron un palizón tremendo, tras lo cual el juez salió por patas jurando a voces que nunca volvería a pisar aquellas tierras. De ahí la expresión “Salir como el Gallo de Morón, sin plumas y cacareando”. Aplíquese este sucedido a quien mejor se considere, aunque yo miraría hacia arriba, en el palo mayor del gallinero gubernamental. Así que lo de pájara no ha sido para tanto, máxime si observamos que en el citado gallinero tienen unos huevos tremendos e incluso hay quien ha encontrado a la gallina de los huevos de oro.

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