Ninguno de los 22 ministros que forman parte del Gobierno se enteró del ‘chantaje’ que llegó el pasado 8 de mayo al despacho más importante de cuantos hay en el Palacio de la Moncloa, según ha sabido este diario de fuentes del Ejecutivo. Al presidente, Pedro Sánchez, le llegó por una persona cercana a uno de los implicados en la trama del caso Koldo que se podían difundir de manera inminente mensajes y grabaciones suyas.
El líder socialista abordó la crisis con su equipo más cercano, que, no obstante, ya estaba sobre aviso. En octubre de 2024, los colaboradores directos del presidente se enteraron de que ocho meses antes la Guardia Civil requisó dos memorias digitales a Koldo García que contenían copias de mensajes de whatsapp procedentes del móvil de José Luis Ábalos. Todos, incluido el presidente, vivieron desde entonces con la ansiedad constante de ignorar qué contenido vería la luz y cuándo.
Para entonces, Sánchez -y su equipo-, una vez constataron que no tenía nada incriminatorio, se ‘despreocuparon’. Por eso, la amenaza del día 8 no pasó de su núcleo más estrecho. Según El País, que cita fuentes gubernamentales, la coacción contenía tres peticiones muy concretas. Se desconoce si han sido o serán atendidas.
Tres condiciones para no tumbar un Gobierno
A saber, que se archivara el expediente disciplinario abierto en Interior a un policía que trabajó en Transportes -probablemente Rubén Eladio, muy cercano al exministro José Luis Ábalos y a su exasesor Koldo García; que se reitiera a un trabajador de Correos y que el PSOE se hiciera cargo de algunos gastos del procedimiento judicial.
El presidente activó con su discreción un primer cortafuegos para protegerse. Por el momento, no ha trascendido una sola grabación. Aunque sí la morbosa serie de mensajes de whatsapp entre Sánchez y su exministro de Transportes. Los mensajes, que se publicaron tres días después, el 11 de mayo, en El Mundo, no han revelado hecho delictivo alguno.
Pero sí han minado al presidente. A Sánchez le ha encolerizado el asalto a su intimidad y, además, han monopolizado la agenda mediática del país. Los medios han entrado en el carril del ‘salseo’ que supone leer cómo el presidente del Gobierno llama “pájara” a su ministra de Defensa, Margarita Robles, o “tipos” a sus socios de gabinete -Podemos en esa época-.
Los ministros asistieron atónitos a la publicación de los mensajes entre el presidente y Ábalos. Aunque no les costó elucubrar sobre el origen. Como contó este diario, los más cercanos al presidente apuntaron al propio Koldo García. Aunque oficialmente Moncloa empezó a señalar a la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, custodia de la información que requisó a Koldo y, por tanto, de los mensajes que han visto la luz.
La estrategia de comunicación del Gobierno para hacer frente a la crisis entró en barrena, porque empezó a lanzar mensajes contradictorios. En un primer momento, se sugirió que la policía judicial había podido incurrir en un delito de revelación de secretos al fallar en el deber de custodia de una prueba si, como se apunta, estos mensajes se encuentran en las memorias de Koldo García. Y ahora, algunas fuentes deslizan el chantaje como posibilidad.
El problema es que no se sabe el origen de la filtración que ha revolucionado la ya de por sí hiperactiva política española. Si han sido el propio Ábalos o Koldo García -con la aquiescencia del exministro- quienes han facilitado la información a El Mundo, no habría delito posible puesto que habría sido una de las partes implicadas la responsable de la difusión. Moncloa, en cualquier caso, detecta el delito en el momento en el que se publica en los medios. Otro cantar sería que la filtración procediera, en efecto, de alguna unidad policial o judicial.
En ese caso, el Gobierno considera que puede haberse cometido un delito de revelación de secretos que atentaría contra el derecho a la intimidad de Sánchez -y del mismo Ábalos-. Aunque a este último no se le incluye. La sensación que transmiten las fuentes consultadas en el Ejecutivo es que sospechan que todo proviene de Ábalos y de Koldo.
Aunque oficialmente se siguen echando balones fuera. Tampoco queda claro si hay más de un chantaje. El nerviosismo prende en Moncloa, donde estos días se escucha más silencio y se ven más caras de incomodidad que otra cosa. Todo el personal, incluido el banquillo de ministros, es consciente de que la ira del presidente puede desatar un temporal. De puertas para fuera se trata con humor. No cabe otro recurso, pero la procesión va por dentro.