Ha sido, seguramente, el artículo más comentado del año en ámbitos culturales. Lo firmó Pérez Reverte y todavía está cosechando reacciones. Me refiero a la columna “Las editoriales tienen muy poca vergüenza”, publicada en el suplemento XL Semanal este mismo mes de mayo. Este párrafo basta para ilustrar la tesis: “Cada año, cada mes, cada semana, una cantidad enorme de novelas aparece en librerías, plataformas digitales y redes sociales. Algunos de sus autores son mediocres o innecesarios, publicados por sus editores a ver si suena la flauta, olvidado lo que dijo Stevenson sobre quienes se empeñan en contar lo que a nadie interesa y pretenden además que les paguen por ello”, escribe el creador del capitán Alatriste.
Más madera: “Desde hace tiempo las casas editoriales, que antes eran criba y filtro de calidad, se han lanzado a la ofensiva descarada del todo vale, saturemos los anaqueles, maricón el último. No hay presentador de televisión, youtuber, influencer o famoso que, por iniciativa propia o inducida, en sus ratos libres que por lo visto son muchos, no pruebe suerte con la tecla. Entre los presentadores, curiosamente, son muchas más ellas que ellos: lo de periodista y novelista satura las solapas. Nada extraño, habida cuenta de que los editores no son gilipollas y saben que el setenta por ciento de quienes leen en España son mujeres, y que la mayor parte de esas mujeres ven la tele”, añade. Reverte tiene el mérito de no excluir de las acusaciones a la editorial que le publica sus libros.
Se podrá estar o no de acuerdo pero hay un par de cosas innegables: tiene la valentía de posicionarse en alguno de los debates más incómodos de la actual esfera público. Primero, explica cosas que no harán gracia a los comunicadores más influyentes de nuestro país, segundo señala que muchas autoras no están ahí por sus méritos literarios o ensayísticos sino por meras cuestiones de mercadotecnia. Mi impresión es que lo que explica Reverte son opiniones muy extendidas. Su mérito no es tanto detectarlo, ya que es vox populi entre los lectores, como atreverse a formularlo en público y con el peso que da su prestigio y sus cifras de ventas.
Reacciones y matices
Las reacciones no se han hecho esperar, algunas muy interesantes. No se trata de decidir quién gana y quien pierde en esta polémica, sino de espigar los puntos de vista más interesantes. Por supuesto, algunos se centrará en lo personal, como Javier Castro de la editorial Newscatle, que llega a decir que “yo no quería entrar en el trapo por respeto a Arturo, aunque es muy difícil respetarle. Es un cínico". De su larga intervención en Twitter, podemos salvar la noción de que gracias a los beneficios de esos libros horribles se publican otros minoritarios y extraordinarios". Ahí descansa una de las preguntas clave: ¿merece la pena talar un árbol y saturar las librerías con un título insustancial porque eso permite publicar libros de calidad?
"Probablemente sea exigible que alguien que se presenta como escritor de novela, lo sea", apunta Diego Afonso, de la Esfera de los Libros
También ha querido participar en el debate el editor Diego Afonso, de La Esfera de los Libros, que aboga por caer en generalizaciones. “No existe un criterio objetivo preciso para definir qué es publicable o no. Es un criterio relativo que depende de muchas variables. Hacerlo de forma honrada, esto es, con trabajo y seriedad es la clave. El grado de calidad literaria de un texto se puede evaluar, pero no siempre da la medida de lo que es publicable o no. Hay autores expertos en su ámbito profesional (la gestión o la política, por ejemplo) que pueden necesitar un técnico (un ghostwriter) que le ayude a redactar y ordenar su texto. Esto no es malo ni un engaño”, explica. “En la ficción-novela, es distinto. Probablemente sea exigible que alguien que se presenta como escritor de novela, lo sea. Aunque es posible que necesite la ayuda o el asesoramiento de un editor o un técnico. La labor de editing (revisión y corrección) a veces es enorme. Hay escritores profesionales y periodistas que escriben muy bien y son serios y honrados. También hay lo contrario, y conservan su buena prensa gracias a la discreción y profesionalidad de los editores”, ite.
Lo interesante es que no parece un debate cerrado. Personalidades de la televisión como Manuel Marslasca se han puesto del lado del autor de La tabla de Flandes. “Soy periodista, trabajo en televisión, he publicado una novela y no cambiaría ni una palabra de lo que dice aquí Pérez Reverte”, escribió en Twitter el pasado diez de mayo. Mi intuición es que el articulo de Reverte se convertirá en una pregunta habitual en las entrevistas de promoción, sobre con autores que sean también celebridades de la televisión. Quizá otra derivada más interesante sería incluir en esta pregunta a la clase política española, incluso a las cadenas privadas, incapaces todos de articular algo tan sencillo como una canal temático para la cultura española o un programa literario que no parezca la versión audiovisual de una cursi revista de tendencias .