El 12 de mayo de 1984 llegó desde el futuro a los Ángeles un ciberbot conocido como Terminator, programado para asesinar a Sarah Connor. Viajó en el tiempo mandado Skynet, una red de defensa con conscienciencia e inteligencia artificial que controla el mundo. El motivo de este envío se debe al cálculo algorítmico que determina a la raza humana como una amenaza real para su sostenibilidad. Por eso Skynet envió al presente a Terminator, porque en el futuro John Connor -hijo de Sarah Connor y líder de la resistencia humana- está a punto de vencerle. Por eso para resolver el problema que le amenaza tiene que eliminar a la progenitora de este rebelde.
Salvando las distancias, ya que la consciencia de un ser artificial y el viajar en el tiempo está por ver, ya hemos empezado a contemplar en nuestra sociedad las piezas que componen el puzzle de esta distopía. Ya existe, y lleva un crecimiento vertiginoso, la inteligencia artificial generativa, primera pieza. Por otro lado, en junio de 2023 el coronel Tucker Hamilton, Jefe de Pruebas y Operaciones de IA de la USAF, en la Cumbre de Capacidades Aéreas y Espaciales de Combate Futuro celebrada en Londres, reveló que un dron militar guiado por IA “mató” a su operador humano en un ejercicio de combate simulado después de evaluar que este último era un obstáculo para cumplir su misión, pieza número dos. Otra pieza muy factible es que la IA maneje robots como hace Amazon en sus centros logísticos. Por lo que en el futuro, dependiendo de las decisiones que tomemos, podrá existir algo parecido o más rocambolesco que esta legendaria película.
La IA nos facilita la vida pero a la vez es fuente de males presentes y futuros
Sin duda alguna estamos ante una nueva revolución industrial sin precedentes que no sabemos cómo se va a desarrollar, en todo caso implica una respuesta moral y ética que se va a fundamentar en la concepción que tengamos de lo que es un ser humano y en sus derechos.
Como cualquier revolución es una oportunidad y a la vez una amenaza, como sucedió en el mundo laboral en la primera revolución industrial, cuando se comenzó a usar la tecnología. Es decir, toda novedad puede suponer multiplicar el bien o el mal. La IA ya te permite encontrar el piso que tú buscas y reservarlo en tiempo record, preparar el viaje de tus sueños buscando las mejores ofertas, traducir un vídeo llamada de Google Meet en tiempo real,... Y un montón de cosas más.
Por contra, la IA puede permitir aumentar la polarización y la separación de la humanidad, ya que el sesgo del programador o del entrenador de la IA generativa hace que aprenda de manera limitada. Algo parecido ocurre con las RRSS (pero con menos posibilidades) porque nuestras ideas reverberan mostrándonos información que queremos consumir, es decir se convierte en una cámara de resonancia a nuestro gusto. Lo cual nos aísla de otros que piensen de manera diferente.
La IA también puede falsear la realidad, mediante imágenes, vídeos o textos que tergiversan lo auténtico. De tal manera que se generan medias verdades o directamente mentiras, a veces por un sesgo y otras porque para dar respuesta a las diferentes cuestiones que planteamos a la IA se basa solo en la información a la que tiene y cuando no la tiene se inventa la respuesta, o da una respuesta en función de cómo haya sido programado, de esto hay múltiples ejemplos.
Además la IA facilita la comodidad y acrecienta la zona de confort personal, porque no exige el uso de todas nuestras capacidades ni despierta el verdadero afán de saber ya que requiere, no solo saber preguntar o reprogramar, sino también conocer o atisbar parte de la solución gracias a la cultura y memoria personal. No desarrollar nuestra inteligencia nos vuelve más dependientes, en vez de más libres.
Otras distopías ya cercanas
Además de conocer las posibles derivas de su mal uso, podemos imaginar otras distopías que pueden llegar a hacerse realidad, resultando amenazadoras, que depende del uso que demos a esta tecnología. Casarse con un ciberbot con IA que te ofrezca todas las posibilidades: ser tu media naranja, tu complemento perfecto y el mejor progenitor de tus hijos (aunque venga de un vientre de alquiler), ya es posible. Basta teclear en internet “matrimonio con un robot” y encontrarás varias noticias de hologramas o robots que hacen está función y han hecho el paripé de casarse. Lo cual hace que, si ya no goza de buena salud el matrimonio, esto devalúa aún más.
Tener un asistente personal con IA que te resuelva todo tipo de situaciones, tipo humanoide o mascota, también es una realidad que puedes comprar por diferentes precios y prestaciones en internet. Situación que no tiene nada de malo, al revés puede ser algo muy útil, pero puede ser una manera de aislarse y de llevar una vida fácil, pero quizá tediosa.
Tener un médico, ingeniero, político, psicólogo, profesor, entrenador,... que te resuelva todo tipo de dudas y resuelva situaciones concretas también es una realidad en plena evolución, que no dentro de mucho llegará. Y que será muy útil, pero a lo mejor no lo mejor. Ya que habrá tareas que sean mejor llevadas por una persona y quizá otras por una máquina. Habrá que ver en cada caso, pero sin hacer de menos a las personas.
Representación de una persona junto a un robot con IA.
El transhumanismo, la guinda del pastel
El transhumanismo es un concepto que nace de las posibilidades que ofrece la tecnología para sanar o subsanar las disfunciones de nuestro cuerpo, como una brazo biónico. Como el término indica va más allá de la posibilidad de ayudar a la humanidad, plantea la posibilidad de escenarios en los que un humano pueda desarrollarse con tecnologías extracorpóreas. Lo más cercano a esta distopía hasta el momento es el famoso Neuralink, que permite la implantación de un chip en la cabeza para realizar funciones que el sistema nervioso ya no puede ejercer y que son suplidas por la tecnología. Ya sea andar, comunicarse,... Aunque para los conspiranoicos pueden llegar a ser el control de esa en remoto.
Ahora bien, lo que realmente es distópico y terrorífico es lo que dicen algunos que llegará el momento en el que nuestros recuerdos, sentimientos y gustos se puedan almacenar y extraer de nosotros mismos para ser exportados a otros, lo cual puede parecer rocambolesco. Pero más que eso, lo que es increíble es que suponga que el receptor adquiera la conciencia y la identidad del emisor. Lo cual es imposible o si llega a ser diabólico.
Todo lo dicho y todas las realidades que podamos imaginar hacen necesario legislar, pero sobre todo definir los principios éticos fundamentales sobre el uso de la tecnología. La clave está, para que no nos den gato por liebre, en tener claro qué es un ser humano y por qué tiene unos derechos y una dignidad y un respeto inviolable, incluso cuando la tecnología permita desarrollar Skynet o “vengan extraterrestres". Porque el ser humano, aunque es profundamente vulnerable y estás expuesto a la naturaleza, es muy grande ya que es capaz cuidar a los suyos, de desarrollar capacidades como la maternidad -que la IA no la puede sustituir- y de trascender de lo concreto por los demás, entre otras muchas cosas. Lo cual le hace una criatura única e irrepetible.