La semana pasada se produjo una estampa catódica curiosa. Leiva acudió a La Revuelta a presentar su nuevo disco y terminó tocando la épica "El polvo de los días raros" respaldado por un coro compuesto por Dani Martín, Rubén Pozo, Amaral, Santi Balmes (Love of Lesbian), Dani Fernández, Iván Ferreiro y Travis Birds. El momento simboliza el estatus al que ha llegado el excantante de Pereza, como monarca del reino en decadencia que es el rock español. Con algunas excepciones muy contadas, hablamos de un género que sobrevive a duras penas, en una versión reblandecida para adaptarse a las radiofórmulas y al gusto domesticado del oyente mayoritario, que ya no pide que le escandalicen o que le desafíen sino que le acaricien y que le reconforten. Leiva ha sabido encontrar el punto justo para destacar y convertirse en superventas, firmando himnos contagiosos y descarnados que conectan con casi cualquiera. La prueba de estatus es que ha conquistado a gran parte del público de Sabina sin generar el ejército de detractores del superventas de Jaén.
Recuerdo cómo llegue a conectar, ya muy tarde, con la música de Leiva. Llevaba tres o cuatro escuchas de Nuclear (2021) y estaba sonando "Como si fueras a morir mañana". La canción me parecía una ensaladilla de tópicos de la imaginería rock and roll, pero hubo algo en la canción o en mi cabeza que repente hizo clic y entré en el disco como quien se zambulle en una piscina después de un día trabajando a cuarenta grados. ¿Qué fue ese algo? Aunque suene cursi, la gran baza de Leiva es que icompone y canta con una fuerte carga de ingenuidad, por eso las palabras más comunes del viejo ritual del rock vuelven a sonar vivas. Su credibilidad y convicción las resucitan, muchas veces con una inocencia que multiplica el impacto de un género que normalmente apuesta por la depravación o la perversidad. Loquillo vive de sus himnos clásicos, Bunbury tuvo que bucear en la música popular hispanoaméricana para renovarse y el único que parece confiar en una adaptación del rock al siglo XXI es Andrés Calamaro. Por debajo de estos artistas ya míticos, solo queda Leiva agitando con fe la bandera del sonido que cada vez engancha a menos jóvenes...pero que sigue orgullosamente vivo.
Descaro y depresión
Leiva encontró hace tiempo un estilo propio a la hora de escribir rock and roll. Tiene la enorme ventaja de una voz distintiva, que te llega aunque no quieras. Noel Gallagher dijo una vez, en una comparación definitiva, que cuando él canta un himno de Oasis suena como una cerveza un martes, pero cuando lo canta su hermano lo eleva hasta un tequila un viernes. Sin menospreciar su talento componiendo, Leiva tiene un registro vocal que intensifica cualquier historia que cuente. Eso también entraña un peligro porque puede hacer sonar consistentes composiciones que no lo son. Su otra ventaja es la naturalidad con la que escribe sobre sus desequilibrios mentales. Conecta con el público porque sabe mostrar su lado vulnerable sin resultar cargante.
Sabedor de que posee un estilo y voz personal, se acerca con descaro a las influencias clásicas que más le apetecen
En "Gigante" encontramos al Leiva de siempre, basculando entre las canciones nostálgicas ("Nevermind", "Barrio") y las confesiones de desequilibrios mentales ("Bajo presión", "Ángulo muerto", "Leivinha"). Se trata de un disco muy confesional, más centrado en el autoanálisis que en componer himnos para hacer temblar los cimientos de un estadio, lo que a la larga hace cojear el conjunto. Por eso la canción estrella es "Caída libre", la colaboración con Extremoduro, donde Leiva vuelve a hacer un retrato de sus abismos psíquicos. Incluso la más eufórica, "Gigante", es una confesión de sus disfunciones. Como siempre hay referencias al rock clásico, desde la intro en plan Queen de "Ácido" hasta el aire Lou Reed de "Shock y adrenalina", pero se acaba imponendo su estilo personal. Es el mismo caso que el de otros artistas retro como Oasis y Primal Scream, que tienen caracter suficiente para acercarse sin miedo a sus influencias, con descaro incluso. "Gigante" es un disco que baja el nivel creativo respecto a los dos anteriores, pero sigue estando por encima de la mayoría del pop-rock que se publica en España. La pregunta incómoda es si todos esos medios tiempos introspectivos funcionarán en recintos del tamaño del Sant Jordi o el Movistar Arena.
La polémica inesperada es el sorprendente parecido entre "Nueva misión" y el himno de Taylor Swift "The 1", incluido en su disco Folklore (2020). En los créditos de "Nueva misión" no aparece Swift ni tampoco el coautor Aaron Dessner (The National), pero decenas de internautas –muchos de ellos devotos de Leiva– han señalado el inmenso parecido. Tampoco hay que alarmarse: estas coincidencias son el pan nuestro de cada día en la música popular, donde abundan las similitudes involuntarias (a la propia Swift le pasó esto con su canción "Lover" y el "Fade into you" de Mazzy Star). Hay géneros que comparten patrones rítmicos o melódicos completos y estas coincidencias son hasta naturales. No hay ni siquiera ambición comercial porque no es un himno que vaya a hacer millones. Y esta vez, miren por donde, sí que se echan de menos las ganas de la estrella de hacer un disco rompedor, histórico, que dinamite todos los récords de taquilla, como es tradición en el rock and roll.