Desde el mediodía, Roma olía a incienso y romero. El bullicio habitual de la Ciudad Eterna fue cediendo su paso a otro latido: el de las cornetas que llegaban de lejos, el redoble afinado de los tambores, los rezos que se susurraban como letanías en procesión. En torno al Coliseo, la atmósfera cambió de piel, se hizo sacra, expectante, casi milagrosa, como si un Domingo de Ramos se hubiera infiltrado entre los mármoles imperiales y las columnas del foro.
Las calles vibraban con una marea de colores: dominaba el verde de la Esperanza de Málaga. Los malagueños lucían con orgullo sus camisetas, diseñadas especialmente para la ocasión, pero también el negro solemne del Cristo de la Expiración, el Cachorro de Sevilla, y el morado riguroso del Nazareno de León.
En los bares que rodean la plaza Celimontana, convertida en improvisado ‘tinglao, los costaleros, hombres de trono y músicos compartían focaccias, botellas de agua y miradas cómplices. El nervio flotaba en el aire. Por cada esquina asomaba alguien con chaqueta oscura y paso contenido; bastaba una medalla al cuello o una pulsera para intuir que la fe había cruzado fronteras. A las 14:57 horas, por fin, Roma se estremeció. El Cachorro ya estaba en la calle.
Las cofradías participantes
El cortejo, solemne y diverso, estaba compuesto por cofradías llegadas desde todos los rincones de Portugal, Francia, España e Italia, tejiendo un mosaico de devociones que convirtió a Roma en la capital cofrade por un día. Abrían la comitiva la Real y Venerable Hermandad del Santísimo Sacramento, llegada desde Mafra (Portugal), con una Cruz Patriarcal y un Crucifijo del siglo XVIII que imponía silencio y respeto desde el primer compás. Le seguía la Archicofradía Vaticana de Santa Ana de los Palafreneros, del propio Ciudad del Vaticano, que aportaba un cuadro delicadísimo de Santa Ana con la Virgen, obra de Arturo Viligiardi en 1927, que desfilaba con dignidad bajo la protección de un plástico improvisado cuando la llovizna se hizo presente. Desde el norte de España irrumpía con solemnidad la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno de León, con su imponente talla del siglo XVII, sostenida por más de 300 braceros y escoltada por su propia agrupación musical, marcando el paso con marchas propias que parecían alzar el empedrado romano.
Más adelante, desde la región de Liguria, hacían acto de presencia los dos crucificados genoveses en representación del Priorato Ligur de Cofradías, portados por los singulares ‘cristezanti’, hombres de fe y equilibrio que cargan en solitario imágenes del siglo XVIII con exuberantes cruces decoradas con flores de hojas doradas y plateadas. Desde Sicilia llegaba la Cofradía de María Santísima Addolorata de Enna, portadora de una profunda devoción popular del sur de Italia, que aportaba a la procesión un acento de recogimiento silencioso. Y cerrando el cortejo, como broche de oro, Sevilla y Málaga alzaban el alma cofrade en Roma: el Cristo de la Expiración, el Cachorro, y la Virgen de la Esperanza, que convirtieron la Vía San Gregorio y el Coliseo en un remedo glorioso de su particular Jueves y Viernes Santo. Cada imagen, con su estilo, su paso, su música y su pueblo detrás, componía un poema visual de fe, belleza y tradición que cruzaba fronteras y siglos en una sola tarde.
✝️ Así suenan Los Santos Crucifijos de “Casacce” de Génova. Portados por sus hermanos en la Gran Procesión.#JubileoDeLasCofradias | #GranProcesión pic.twitter.com/zBSUJtDHLU
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León y su Nazareno imponente
La Hermandad del Nazareno de León también brilló con luz propia. Su paso, más voluminoso que el resto, fue acompañado por su agrupación musical interpretando marchas como Reo de Muerte, dedicada a la Hermandad de la Borriquita de Dos Hermanas. La imagen había estado expuesta al culto en la basílica de San Andrés del Valle, donde se celebraron diversos actos preparatorios.
De León a Roma.
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El Nazareno de León por las calles de Roma. pic.twitter.com/6wmG3yNzNu
Más de mil personas han viajado desde León, entre ellas 340 braceros repartidos en tres cuadrillas, que portaron al Nazareno por las calles de Roma. Uno de los momentos más memorables ha sido cuando la imagen pasó justo delante del tinglado que albergaba al Cachorro y a la Virgen de la Esperanza: una instantánea irrepetible de esta jornada histórica.
El momento más esperado
A las 14:57 salía a la calle el Cachorro, el icónico Cristo de la Expiración de Triana. Lo hizo a los sones del Himno Nacional, interpretado por una gran banda formada por las agrupaciones de La Puebla del Río y la Oliva de Salteras. La primera marcha que sonó fue 'Nuestra Señora del Patrocinio', un guiño de amor a la dolorosa que acompaña al Crucificado sevillano. Antes de salir, el capataz del trono de la Esperanza de Málaga fue quien hizo sonar el martillo en la primera levantá. La segunda fue protagonizada por el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que llamó al cielo ya fuera de la carpa.
[#EsperanzaEnRoma] La primera levantá del Santísimo Cristo de la Expiración la realiza nuestro mayordomo, Alfredo Robles.
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¡Que tengáis una magnífica salida, hermanos! @HdadCachorro #ProcesiónRoma25 pic.twitter.com/2awYFp6z3S
Poco después, a las 15:25 h, La Esperanza de Málaga salía a la calle, envuelta en vítores, a los sones del 'Himno de Coronación de la Esperanza', de Perfecto Artola. Cuando el Cachorro se disponía a alcanzar el entorno del Coliseo desde la Via Claudia, una mujer interpretó una saeta, abriendo paso al recogimiento. La escena se volvió icónica cuando las bandas unidas interpretaron 'Macarena', de Emilio Cebrián, mientras el Cristo alcanzaba el Anfiteatro Flavio. Entonces, la cantante malagueña Diana Navarro ofreció una saeta al Cachorro arriado ante el monumento.
Silencio y aplauso en la Via di San Gregorio
Minutos después, la Virgen de la Esperanza avanzaba por la Via Claudia al son de la marcha 'Esperanza', de Pedro Morales, y también fue honrada por Diana Navarro frente al Coliseo.
Pero el corazón palpitante de la jornada fue, sin duda, la Via di San Gregorio, donde se congregó el mayor número de fieles, turistas y curiosos. Con el Coliseo de fondo, cada imagen parecía agrandarse al doblar la esquina. A pesar de la abrumadora presencia española, sobre todo andaluza, también había muchos italianos y peregrinos de otras latitudes. El paso de cada trono imponía un silencio sepulcral que se rompía en aplausos atronadores. Cuando la Esperanza cruzó la vía, se escucharon gritos de “¡Guapa!” y “¡Reina del Jueves Santo!”. Fue uno de esos instantes que congelan la emoción en la garganta y la dejan caer en lágrimas.
[#EsperanzaEnRoma] ¿Qué es la vida sin esperanza? #ProcesiónRoma25 pic.twitter.com/s7CjO82udh
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Ya en el Circo Massimo, el Cachorro sonó a 'Soleá, dame la mano', de Font de Anta, y llegó al palco de autoridades entre los ecos de 'Margot', en una escena que quedará para la historia. Fue entonces cuando el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, hizo sonar el martillo del paso al llegar al palco. En paralelo, una imagen de ternura: Ana Rosa Quintana, de promesa, portaba una vela junto al Cachorro y repartía estampitas a los compatriotas que la reconocían con devoción.
Autoridades y primeros nervios
El palco de autoridades instalado en el Circo Massimo reunió a representantes civiles y eclesiásticos: la vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero; el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno; los alcaldes de Sevilla y Málaga, José Luis Sanz y Francisco de la Torre; el arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz, y el obispo auxiliar de Sevilla, Teodoro León, entre otros. Poco después de las seis, una leve llovizna comenzó a caer sobre Roma, provocando cierto nerviosismo entre los asistentes. Algunas imágenes, como la de Santa Ana con la Virgen de la Archicofradía Vaticana de Palafreneros, fueron cubiertas con plásticos protectores.
[#EsperanzaEnRoma] El presidente de la @AndaluciaJunta, Juanma Moreno, da los toques de campana tras dedicarle unas cariñosas palabras a los hombres de trono.#ProcesiónRoma25 pic.twitter.com/x3aGHVgiBX
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La lluvia arrecia en Roma
A las ocho de la tarde, el cielo se abrió sobre la ciudad eterna. La lluvia, ahora ya un diluvio, sorprendió a la comitiva cuando la Cofradía de María Addolorata de Enna transitaba por el Coliseo y el Cachorro estaba a punto de alcanzar este mismo enclave. En ese momento, el Crucificado optó por continuar su trayecto a marcha de 'Mudá', buscando proteger la imagen del deterioro.
Por su parte, el trono de la Esperanza de Málaga aceleró el paso discretamente, mientras su manto era cubierto por un plástico serigrafiado con el diseño del futuro manto que se estrenará en próximos años. La escena era tan simbólica como dolorosa: la belleza protegida, el fervor enfrentado a la intemperie.
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El Santísimo Cristo de la Expiración cruza Roma como testimonio vivo de un pueblo que no huye del sufrimiento, sino que lo… pic.twitter.com/vNY0Aeg9js
Una estampa que ya es historia
Y así, Roma fue testigo de una especie de Sábado Santo fuera del tiempo. La piedra milenaria del Coliseo y el eco de los gladiadores quedaron cubiertos por los sones de marchas procesionales, por lágrimas de emoción y por el leve tamborileo de la lluvia sobre el terciopelo. Las imágenes no se movían: caminaban, como flotando. El Cachorro y la Esperanza se marchaban dejando un perfume a cera, flores y eternidad. La ciudad eterna les abrió sus brazos y la devoción española, una vez más, hizo historia. La lluvia pudo empañar los bordados, pero no la memoria.
Roma ya sabe lo que es un Sábado Santo con alma andaluza.