Opinión

Padre, perdónalos

Reig Pla, cualquier representante de Dios, es un monstruo y por lo tanto debe comportarse como un monstruo

  • El obispo Reig Pla

“La discapacidad es herencia del pecado”. Un obispo que dijera esto -y sólo esto- refiriéndose a los padres con hijos discapacitados estaría afirmando que la enfermedad del hijo es un castigo por los pecados de los padres. Serían unas palabras incomprensibles. Un mensaje en las antípodas del cristianismo. Hablaría de una paternidad culpable, de una divinidad cruel y de una vida sin esperanza.

“Venimos del infinito amor de Dios que nos ha dado la vida a través del amor de nuestros padres. Esto asegura tu origen: no eres un fracaso. También para los niños que nacen con discapacidad física o intelectual o psíquica, que es herencia del pecado y del desorden de la naturaleza, pero han sido llamados por Dios, como nosotros”. Un obispo que sostuviera esto, como es evidente, estaría defendiendo que Dios no castiga, sino que ama. Que ninguna persona es un fracaso, ni un error ni una molestia. Que todos somos regalo de Dios y regalo para nuestros padres, y seguramente también para el Padre, que nos ama como somos y nos llama a ser lo mejor que podamos.

Si Dios es bueno y poderoso, ¿por qué lo permite? La respuesta está en la naturaleza de la creación: fuimos creados libres; caímos

Hace unos días el obispo Reig Pla pronunció una homilía en Salamanca. El mensaje del segundo párrafo pertenece a esa homilía. El periodismo -Efe primero, El País, eldiario, incluso ABC después- lo presentó con la frase del primer párrafo, sabiendo que el mensaje que llegaría no sería el de la dignidad radical de todas las vidas humanas ni el del amor de Dios hacia todos nosotros, sino el del cura ultra. Enfermizo. Monstruoso. Inhumano. Las reacciones han sido las esperadas. Irá al Infierno, se ha llegado a decir. Si esto es el cristianismo, apuntaban otros. Debería haber cuidado las palabras, señalaban los menos enardecidos.

Reig Pla defendió en una homilía reciente algo que debería ser básico no para cualquier católico, sino para cualquier persona alfabetizada. El mal en el mundo -el natural y el humano- y un Dios bueno y omnipotente son dos realidades difíciles de compaginar. Si Dios es bueno y poderoso, ¿por qué lo permite? La respuesta está en la naturaleza de la creación: fuimos creados libres; caímos.

Existe el mal en el mundo terrenal. Hoy ya no podemos contar con ese marco común de esperanza y sentido. No es que no lo creamos, es que no se comprende

La Caída es consecuencia de la original libertad humana expuesta a la tentación. El mal es consecuencia de aquella elección. Elegimos alejarnos. La mortalidad, la corrupción y la enfermedad se convirtieron así en parte de nuestra naturaleza, expulsada (temporalmente) del Paraíso. Pero -siempre hay un Pero salvador, ésa es la clave- mediante la misma libertad somos llamados a rehacernos, a renacer. La enfermedad es herencia del pecado, sí. Pero la enfermedad no es lo último ni lo primero que vemos. No es lo que nos define. 

Esto es lo que dijo Reig Pla en su homilía. Algo que no hace tanto era tan elemental como la aritmética básica, la geografía europea o la gramática. Dos más dos son cuatro. Roma capital de Italia. Sujeto y predicado. Existe el mal en el mundo terrenal. Hoy ya no podemos contar con ese marco común de esperanza y sentido. No es que no lo creamos, es que no se comprende. El mal existe siempre y sólo por alguien cercano y ajeno a nosotros, lo producen quienes representan aquello que odiamos. Reig Pla, cualquier representante de Dios, es un monstruo y por lo tanto debe comportarse como un monstruo. Si dice que Dios nos ama a todos habrá que hacer que diga lo contrario. Es el antimilagro de la conversión de lo puro en vil, lo bello en grotesco: ha querido decir que los enfermos son despreciables. Él es despreciable. Levantaos, víctimas de la Tierra, y apedread a quienes se burlan de vuestro sufrimiento.

Ahí aparece el periodismo para ofrecer su becerro de basura a la multitud. “El obispo Reig Pla asocia la enfermedad con el pecado”. La gente huele la sangre. El ansia de mal despierta y se sacia temporalmente. Quienes escriben eso saben que están mintiendo. Y saben que su mentira aumentará el sufrimiento de aquellos a quienes el obispo, la Iglesia, Dios ofrecen consuelo, esperanza y propósito. Por eso mienten.

Los periodistas que han hablado así de la homilía de Reig Pla han contribuido con sus palabras a extender la ignorancia, el dolor y el mal. Pero tal vez no debamos quedarnos en eso. Mienten, juegan con el dolor, avivan el mal que todos llevamos dentro, niegan la luz que todos llevamos dentro, ofrecen una vida reducida, amputada, gris y fría. Pero -salvador, decíamos antes- nos llama a todos y siempre estamos a tiempo. La incapacidad, la ignorancia y la vileza, no sólo la enfermedad, son herencia de un pecado que no es directamente nuestro.  

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli