Opinión

González Pons, el político sandía: verde por fuera, rojo por dentro

El PP europeo, con el valenciano a la cabeza, ya respaldó en 2016 la candidatura de Hillary Clinton. No se entiende a qué tanto revuelo

  • Esteban González Pons, en una imagen de archivo -

Esteban González Pons tiene una acusada querencia por la descripción cromática. Lo de calificar a Donald Trump  como "ogro naranja" en un periódico valenciano en el que hace mucho que escribe recuerda aquella autodefinición frutera cuando fue nombrado conseller de Territorio y Vivienda en el Gobierno autonómico de Francisco Camps, hace casi veinte años: verde por fuera, rojo por dentro. Para pasmo de los empresarios del boom inmobiliario de la época, el hoy eurodiputado del PP se alineó en su toma de posesión de la cartera con tesis cercanas al precedente de Compromís, si quiera para desmarcarse de su predecesor en el cargo, el ex socialista Rafael Blasco, que años después acabaría en la cárcel de Picassent.

La gracieta dejó igualmente turulato al entonces rutilante jefe de la Generalitat, quien pese a creer conocer a su compañero en la Facultad de Derecho de Valencia durante esas largas tardes compartidas en el bar 'El Agujero', nunca acabó de asimilar la vocación de verso suelto del que luego acabaría anteponiendo su (frustrada) veleidad de integrarse como ministro en el primer gabinete tras el zapaterismo a la más mínima noción de lealtad con sus propios orígenes políticos.

Basta recordar en este sentido aquella festividad del 9 de Octubre de 2009 en la que González Pons, ya fuera de la política valenciana, prefiguraba la posterior defenestración de un Camps estrangulado por la Gürtel con una frase lapidaria que todavia resuena en la capital del Turia y, sobre todo, en la cabeza del propio Camps: "La fiesta en Valencia termina hoy a las cuatro de la tarde". Meses después, en julio de 2011, con el inestimable empujoncito de Federico Trillo en modo motorista de Génova, el político de las tres mayorías absolutas 'era dimitido' para no comprometer las expectativas electorales de Rajoy. 

Camisa blanca

Siguiendo con los colores, González Pons, ducho en la creación de imágenes, se inventó más tarde lo de la camisa blanca, una metáfora con la que daba por sentado que llevar una puesta te confería la probidad de un Cincinato. En realidad, fue una campaña de este publicista sin filtro para promocionar un libro de memorias de idéntico título. 

Que vestigios políticos como Esperanza Aguirre le reprochen ahora estar a la izquierda de Pablo Iglesias o Monedero, en realidad debe de agradarle, porque se siente tan ayuno de ideología como henchido de ego.

Le gusta epatar. Es su carácter: como el alacrán se ve impelido a clavar su aguijón por su propia naturaleza, el euroaparlamentario ha refinado una proverbial capacidad de llamar la atención mediante un amplio abanico de recursos que lo mismo abarcan ejercer de avanzadilla en el proceso de normalización en la relación PP-Junts como contarle a la prensa que una serpiente se le metió en su domicilIio y posar después con ella en las redes sociales, como si fuera Frank de la Jungla.

El diván en el que de forma recurrente el PP se tiende a vueltas con su gen político no va con él, que nunca se ha reconocido en etiquetas ni familias. Tampoco se ha sentido concernido por esa pulsión cíclica del partido de buscar el centro para ampliar el espectro: el único centro que conoce González Pons coincide exactamente con las coordenadas de su ombligo. 

Aunque en esto ha mantenido la coherencia: siendo portavoz del PP y vicepresidente del Grupo Popular en el Parlamento Europeo, respaldó en la Convención Demócrata la elección de Hillary Clinton como candidata a las primeras elecciones presidenciales que ganó Trump. No se entiende a qué tanto revuelo.

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