Política

El antecedente de María San Gil condiciona el Congreso de Feijóo: tendrá que definir su relación con Junts y PNV

El líder popular nombrará este lunes al equipo que se encargará de redactar la ponencia política: algunos sectores reclaman contundencia con los nacionalistas

  • María San Gil, en una imagen reciente. -

"María, he recibido tu ponencia. ¡Arriba España!". Una broma por SMS del entonces presidente del PP Canario, José Manuel Soria, a su colega María San Gil, responsable del partido en el País Vasco, fue el detonante que hizo saltar por los aires al Partido Popular un 29 de abril del 2008. Mariano Rajoy, nada más perder las elecciones por segunda vez contra José Luis Rodríguez Zapatero, había convocado un Congreso Nacional en Valencia para cambiar el paso de su estrategia. Las consecuencias: el mayor cisma interno que se recuerda hasta la fecha. 

Todavía hoy, las heridas siguen sin suturar. Y de aquellos polvos, primero surgió Ciudadanos. Después, Vox. El ninguneo de la dirección nacional con la dirigente vasca, que reclamaba para el ideario de su formación una mayor contundencia contra el PNV -"por su falta de firmeza con el terrorismo de ETA", según recuerda ella misma-, se saldó con un goteo de bajas que degeneró en la fractura del centroderecha.

Ahora, el espejo de San Gil condiciona la cita orgánica que ha convocado Alberto Núñez Feijóo para julio. Un sector del partido, como ella en su día, reclama contundencia contra los nacionalismos, echados al monte de la independencia. Mientras que otro apuesta por el apaciguamiento. La historia, que tiende a repetirse. 

Vayamos a los orígenes. Todo empezó con el encargo de Rajoy a tres de sus barones: redactar la ponencia política del Congreso que lo reelegiría presidente de la formación. Las personas elegidas fueron Alicia Sánchez Camacho, presidenta del PP catalán, y los citados San Gil y Soria. Conforme se fueron elaborando los trabajos, San Gil constató la resistencia del aparato del partido a asumir sus postulados, que eran simples: "Si te acercas al nacionalismo, éste se radicaliza mucho más". 

Por aquellas fechas, después de la segunda derrota del PP en las urnas, existía un temor en el núcleo duro de Rajoy: no lograr la mayoría absoluta en la próxima cita electoral y tener que depender de formaciones bisagra, como el PNV, socio preferente de los socialistas salvo la excepción del 96 con Aznar, para llegar a la Moncloa. De ahí la negativa de Génova a asumir una sola de las líneas propuestas por San Gil. Porque los populares querían tener margen para coquetear con los jetzales. Fue José María Lasalle, persona de confianza de Rajoy y autor intelectual del sorayismo, quien decantó la balanza en favor de Soria.

Visto el desdén de los suyos, San Gil actuó en conciencia: abandonó el equipo de ponentes y, meses más tarde, hizo lo propio con la presidencia del partido en el País Vasco. Le siguió detrás Ortega Lara, el funcionario de prisiones con carnet de afiliado desde el 87 que se convirtió un símbolo en la lucha antiterrorista por su supervivencia a la tortura de ETA, que le retuvo durante más de quinientos días bajo tierra encerrado en zulo de dos metros cuadrados. Y tantos otros. 

A juicio de algunos gerifaltes del partido, la crisis de 2008 marca el devenir del PP: "Ahí es donde se ve que no habrá dos corrientes, sino dos partidos. El belicoso hasta el 96 o el acomodaticio hasta el 2000. El hundimiento de Zapatero en el 11 deja el asunto pendiente. Entre el 8 y el 15 se forma la balsa sulfurosa de lo que será el voto a Vox. Desencanto con el partido y desengaño con el Gobierno". 

En dos meses tendrá lugar el primer cónclave que organiza Feijóo con el objetivo último de definir una línea programática, y el debate vuelve a abrirse camino. ¿Qué hacer con el PNV y Junts? La salvedad hogaño es que los nacionalistas vascos no parecen querer cuentas con el PP, mientras que los catalanes ya ni siquiera se identifican como nacionalistas, son independentistas y rupturistas, con una mancha en su historial: el proceso ilegal que protagonizaron en 2017, que se saldó con un buen puñado de sus responsables entre rejas y con el líder espiritual huido de la Justicia. 

La relación con Puigdemont

Una de las piedras que tiene Feijóo en su zapato desde que en julio de 2023 no pudo ser presidente tras ganar las elecciones es su posicion con respecto a Carles Puigdemont. Cuando estaba en el aire la investidura, se intentó una negociación, para cólera de algunos mandos territoriales. Luego, se apostó por un combate sin cuartel contra la amnistía que permitió a Pedro Sánchez seguir en el poder pese a quedar segundo. Más tarde llegaron las conversaciones puntuales en el marco parlamentario para poder sacar adelante algunas leyes. En resumen: los distintos vaivenes han hecho ininteligible la postura del PP con respecto a Junts.

El próximo lunes tiene lugar una Junta Directiva Nacional para la que se ha generado gran expectación. El líder popular decidirá quién o quiénes capitanearán las ponencias del próximo Congreso, que tendrá lugar en Madrid. El primer nombramiento, el de Alfonso Serrano, número dos de Ayuso en el PP de Madrid, como presidente de la Comisión Organizadora, ha despertado cierto optimismo entre los que reclaman dar la llamada batalla de las ideas.

No obstante, se sabrán cuáles son las intenciones reales de Feijóo cuando desvele el equipo que redactará la ponencia política. La tarea no es cosa menor, que diría Rajoy. En sus manos estará el posicionar a un partido que, en las últimas décadas, se ha caracterizado principalmente por su indefinición. 

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