Opinión

Desarmante

Ahora hay que esperar a verle caminar ante un mundo cada vez más ciego y armado

  • El Papa León XIV -

"Habemus papam", afirmó la tarde del pasado jueves 8 de mayo el cardenal francés Dominique Mamberti, con esa terminación latina del acusativo que deja una vibración sonora en los labios de quien la pronuncia. Y hemos sido muchos, los que desde entonces nos hemos dedicado a hacer vibrar la letra "m" en nuestros labios para anunciar la noticia. Un nuevo Papa elegido, una nueva era para la Iglesia y para los cristianos del mundo y esperamos un nuevo actor que ofrezca estabilidad y esperanza al complejo escenario internacional.

Durante esta semana se han publicado numerosas noticias, artículos, reportajes sobre la figura de León XIV. Todos ustedes ya están más que informados sobre sus orígenes, trayectoria, perfil o su proximidad al Papa Francisco. Sin duda, no ha sido baladí elegir al primer Papa estadounidense en estos momentos en los que Estados Unidos tiene a la cabeza a alguien que más que hacer “América grande” parece empequeñecerla con su empeño en volver otros tiempos de cerrazón mental y política, donde se verá si esta potencia mantiene su liderazgo.

Lo que me llamó la atención no fue esa llamada a la “paz”, más que comprensible y evidente en su figura, sino los adjetivos que la acompañaban “desarmada y desarmante”, concretamente el segundo adjetivo

Vuelvo al Papa León XIV. Concretamente a sus primeras palabras en la plaza de San Pedro. Allí expresó: “Quisiera que este saludo de paz llegue hasta sus corazones y llegue a sus familias, a todas sus personas, a toda la tierra, la paz esté con ustedes. Esta es la paz del Cristo resucitado, esta es una paz desarmada y desarmante, y también perseverante, proviene de Dios, que nos ama a todos de forma incondicional”.

Mandar un mensaje de paz es más que necesario en el mundo en que vivimos y pone de manifiesto cuáles van a ser las prioridades del nuevo pontífice. Sin embargo, lo que me llamó la atención no fue esa llamada a la “paz”, más que comprensible y evidente en su figura, sino los adjetivos que la acompañaban “desarmada y desarmante”, concretamente el segundo adjetivo, pues es en él en el que creo que reside uno de los puntos innovadores de este nuevo Papa.

Cuando escribo este artículo, el Word me subraya el adjetivo “desarmante”, indicándome que probablemente quiera aludir a uno de los siguientes conceptos: “Desarmaste”, “desarmarte” o “desármate”, ya que no lo tiene en sus registros. Obviamente no busco ninguno de ellos. Continúo buscando. En la RAE tampoco aparece. Para encontrarlo, el buscador me lleva al diccionario del español actual de la Fundación BBVA, donde se define como “que desarma”.

El adjetivo “desarmante”, este término alude a una acción, a algo o alguien que desarma, es decir, tiene un significado activo, hace referencia a algo o alguien que deja sin palabras, “que elimina o es capaz de eliminar la hostilidad o la sospecha”

Si nos paramos a pensar en este adjetivo, tiene una actitud totalmente diferente a “desarmado”. “Desarmado” hace referencia a un estado. Se puede estar “desarmado” definido por la RAE como “desprovisto de armas/que no tiene argumentos para replicar”. Se trata de “un estar”, sin armas, sin argumentos, sin ideas. Sin embargo, cuando León XIV añadió a su discurso el adjetivo “desarmante”, este término alude a una acción, a algo o alguien que desarma, es decir, tiene un significado activo, hace referencia a algo o alguien que deja sin palabras, “que elimina o es capaz de eliminar la hostilidad o la sospecha”. Por tanto, una cosa es una “paz desarmada”, desprovista de armas y otra es una “paz desarmante”, que cuenta con la acción y capacidad de “desarmar”, de enmudecer con su gesto a las partes en un conflicto. Es algo mucho más grande, se parece más a algo que tiene la capacidad de redención, de liberación.

"Se miren a los ojos"

Desde que escuché esta frase, no he podido dejar de pensar en ella. Me pareció brillante esta puntualización que apunta a una acción, a algo o alguien con la capacidad de desarmar, desencajar, descolocar, desconcertar. Es la paz de Cristo nos dice León XIV la que tiene esta capacidad de redención. Una paz que enmudece, como defiende el Papa, lleva consigo grandes gestos. Y quizás eso es lo que nos espera en su pontificado. Uno de sus primeros gestos, ofrecer “la Santa Sede está disponible para que los enemigos se encuentren y se miren a los ojos, para que se devuelva a las personas la esperanza y la dignidad que merecen, la dignidad de la paz”. Son gestos que parecen pequeños ante la inmensidad de una guerra y de sus víctimas, pero que inician un camino y sobre todo una actitud clara y activa, la de ser “desarmante”, aquel “que desarma” ante el mundo que nos rodea.

El silencio de una montaña, el aroma de un jazmín o la voz de una madre, me desarma. Cada uno de los lectores encontrará en su más recóndita memoria aquello que le desarme, que le deje sin palabras y le reconcilie con el mundo

Continuando con la reflexión, me he preguntado, qué podría ser “desarmante” en nuestros días, más allá de esta figura cristiana, en el universo terrenal. De manera muy ingenua, pensaba en la frase del príncipe Myshkin de Dostoievski de su obra El Idiota: “Un día la belleza salvará el mundo” y es que la “belleza” esa, según nos dice la RAE, “proporción noble y perfecta de las partes con el todo” que, por ejemplo, podemos ver en la naturaleza especialmente en primavera, desarma. En mi caso, un cuadro de Caravaggio, el sonido de un violoncello, el canto de un mirlo o la voz de una nana, me desarma. El silencio de una montaña, el aroma de un jazmín o la voz de una madre, me desarma. Cada uno de los lectores encontrará en su más recóndita memoria aquello que le desarme, que le deje sin palabras y le reconcilie con el mundo.

León XIV nos ha saludado en su primera intervención y nos ha hablado de esa “paz, desarmada, desarmante y perserverante”. Es su primer sello. Ahora hay que esperar a verle caminar ante un mundo cada vez más ciego, armado y sin pizca de originalidad.

Reyes Siria

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