Cuando un Papa muere, el Vaticano se sumerge en un estricto protocolo que marca el fin de un pontificado y el inicio del proceso para elegir a su sucesor. Uno de los elementos más simbólicos y menos conocidos de este proceso es el repique de una campana específica que anuncia al mundo el fallecimiento del líder de la Iglesia católica.
Tras la confirmación oficial de la muerte del Papa por parte del camarlengo, la campana mayor de la Basílica de San Pedro comienza a sonar de manera solemne. Este tañido, pausado y grave, es el primer anuncio público del fallecimiento del pontífice. Su sonido resuena no solo en la Ciudad del Vaticano, sino también en diversas iglesias de Roma y otras partes del mundo, marcando el inicio del luto oficial.
Este acto forma parte de un conjunto de tradiciones centenarias que regulan el tránsito entre pontificados. Además del repique de campanas, el camarlengo debe verificar la muerte del Papa golpeando suavemente su frente con un martillo de plata mientras lo llama por su nombre de bautismo. Una vez confirmado el deceso, se sella la habitación del pontífice y se inician los preparativos para su funeral.
El Papa es velado durante varios días en la Basílica de San Pedro, donde miles de fieles acuden a rendirle homenaje. Posteriormente, es enterrado en las criptas vaticanas o en otro lugar de su elección.
El inicio del cónclave y la nueva elección
Con el fallecimiento del Papa, se abre un período de sede vacante hasta la elección de un nuevo pontífice. Durante este tiempo, los cardenales de todo el mundo son convocados al Vaticano para participar en el cónclave, un proceso de votación secreto en la Capilla Sixtina que culminará con el humo blanco anunciando al próximo líder de la Iglesia católica.
Estos rituales, profundamente arraigados en la historia del Vaticano, no solo representan el respeto a la figura del Papa fallecido, sino que también marcan el inicio de una nueva etapa en la Iglesia.