Imagina esto: estás en la oficina, tratando de terminar un informe urgente. A tu izquierda, dos compañeros debaten un proyecto. A tu derecha, alguien teclea como si el enter fuera a extinguirse. De fondo, una videollamada a todo volumen. ¿Productividad? Cero. Mientras empresas como Google, Amazon o grandes bancos españoles exigen el regreso a las oficinas, un elemento crítico queda fuera del debate más allá de la conciliación, dormir más y estrés por las mañanas: el ruido.
La paradoja de la "oficina colaborativa"
Las compañías defienden el modelo presencial argumentando que fomenta la innovación, la cultura de equipo y la comunicación fluida. Sin embargo, la realidad choca con el discurso. Según un estudio de Harvard Business Review, el 58% de los empleados en entornos de oficina abierta sufren distracciones constantes, mientras que la Universidad de California calcula que cada interrupción cuesta 23 minutos de recuperar la concentración.
"La realidad es que muchas oficinas no están diseñadas para trabajar en silencio.", señala Marta Fernández Ramos, asistente ejecutiva en un reciente post de LinkedIn. "Hablamos de espacios donde es imposible evitar conversaciones cruzadas, reuniones improvisadas o el sonido de dispositivos. ¿Cómo vamos a ser eficientes así?".
El silencio: la asignatura pendiente
Fernández Ramos plantea rediseñar las oficinas integrando zonas de silencio absoluto, similares a las bibliotecas, junto a áreas colaborativas. Empresas como Microsoft ya experimentan con "cabinas acústicas" y horarios de concentración protegida, pero son excepciones. Mientras, el teletrabajo ofrece un control ambiental que muchos añoran: desde elegir la temperatura hasta evitar el estrés auditivo.
Un informe de la OMS advierte que el ruido excesivo en el trabajo aumenta el riesgo de fatiga crónica y reduce la capacidad cognitiva.
¿Reinventar o retroceder?
La disyuntiva no debería ser oficina vs. teletrabajo, sino cómo adaptar los espacios físicos a las necesidades reales. ¿Qué será del trabajo en remoto en unos años?
