El Gobierno sufre varias fracturas internas. Algunas son conocidas, como las hondas diferencias sobre el incremento del gasto en defensa, la membresía de España en la OTAN o la tributación por IRPF del salario mínimo, y otras salen a relucir con el mero desarrollo de los acontecimientos. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo —con un perfil más técnico que político—, está sufriendo el boicot de algunos de sus colegas en Moncloa, los que se oponen diametralmente a pactar con el PP el decreto antiaranceles. Cuerpo es el hombre designado por Pedro Sánchez para lograr el concurso de Génova y del resto de grupos políticos. Pero los 22 ministros están divididos sobre cómo relacionarse con los populares. Y, por eso, asoman dos bandos: pactistas y guerreros. Los hay que atizan, como Óscar López, y los hay que templan, como Luis Planas.
El titular de Economía, que pertenece al Cuerpo Superior de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado, no ha vertido crítica alguna ni en privado ni en público al PP. Ni una sola mala palabra en las últimas 48 horas. Es más, no hace otra cosa que emitir mensajes conciliadores y de esperanza para concitar el sí de Alberto Núñez Feijóo al decreto que aprobó este martes el Consejo de Ministros. Génova ha nombrado como intermediario de Cuerpo a su responsable económico, Juan Bravo. Ambos dicen respetarse y tomarse la palabra. La designación de Cuerpo es una novedad y un gesto político de primer orden, porque opaca políticamente a los negociadores habituales del Ejecutivo, es decir, a la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, y al titular de Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños. Y aunque eso no implica que estos no tengan nada que decir, sí es cierto que manda un mensaje, especialmente a Montero.
La vicepresidenta primera, según el PP, ha sido cesada de facto. No es exactamente así, pero el presidente sí ha decidido no darle el peso negociador en esta ocasión. Por mucho que Hacienda sea un ministerio clave, lo cierto es que la política económica se fija en coordinación con Bruselas y el hombre de Von der Leyen en Madrid es Cuerpo. Además, Montero lleva varias semanas cometiendo errores no forzados: su intromisión en una sentencia judicial por la que tuvo que rectificar, su ataque a la universidad privada y sus dardos a los médicos formados en estas universidades. En plata: la candidata socialista a presidenta andaluza ha provocado de un tiempo a esta parte más dolores de cabeza que alegrías en Moncloa.
Fuentes conocedoras de las dinámicas internas del Consejo de Ministros, cuestionadas sobre esta fractura, prefieren no hacer comentarios, aunque no la refutan. Otras fuentes gubernamentales niegan la mayor. “Ayer [por este martes] el PP mandó tres notas distintas con tres posiciones distintas sobre este tema. Si criticar al PP es ilegítimo por eso y eso supone que no se quiere pactar, se tiene un serio problema de percepción de la realidad”, concede un ministro. Lo cierto es que tanto Sánchez como Feijóo necesitan un pacto que vender en Bruselas, donde el menudeo político español irrita sobremanera cuando llegan las crisis, porque suponen un lastre para España y para el conjunto de la Unión. Basta recordar que el Ejecutivo comunitario acabó harto de las zancadillas de ambos partidos para pactar la renovación del Poder Judicial, aunque lo terminaran pactando.
Cuerpo se enfrentó el martes a una crisis que, en absoluto, propició él y que ha estado a punto de desbaratar el acercamiento de populares y socialistas en plena guerra arancelaria que amenaza el empleo de miles de trabajadores y la contabilidad de otras tantas empresas. Si Junts gritó a bombo y platillo este martes que alcanzó un acuerdo con el Gobierno para “blindar” el 25 % de los créditos del ICO para las empresas catalanas, es porque quiso alejar al PP de la ecuación. En Moncloa saben que todo lo que huele a concesión independentista no puede tener otra cosa que el rechazo total del PP. Y si Junts lo anunció, como explican varias fuentes socialistas de peso, es porque recibió el visto bueno de algún peso pesado del Ejecutivo.
Lo cierto es que no se entiende la necesidad de ese acuerdo si se tiene en cuenta la explicación del Gobierno. ¿Por qué se firmó? Cuerpo se cansó de repetir que ese pacto con Junts garantiza un equilibrio territorial de los fondos en función de la exposición de los sectores productivos de cada autonomía al mercado estadounidense. Pero sostiene que no creará diferencias entre comunidades, porque los créditos se repartirán a demanda de las empresas y, por tanto, no habrá competencia entre territorios por comerse un trozo de la tarta que está cocinando Moncloa. Y claro, cabe preguntarse entonces por qué se introdujo ese punto en una disposición adicional al decreto, que tiene por delante 30 días para convalidarse en el Congreso.
El problema de fondo es que tanto el PP como el PSOE son presos de sus extremos. Sánchez sabe que otro pacto con su némesis le desnudaría ante sus socios. Y en el PSOE hay un sector “radicalizado” que asume que no puede ir con el PP de la mano y que el único camino sigue siendo apoyarse en la mayoría plurinacional, porque solo esa vía les mantiene (o les puede mantener) en Moncloa. Otro tanto ocurre en el PP, donde la amenaza de Vox crece si Feijóo se acerca a Sánchez. Aunque, en cierta manera, al PP le interesa en esta ocasión pactar la protección a la economía como en su día le interesó votar a favor del primer estado de alarma cuando estalló la emergencia sanitaria de la COVID. Pero no parece que la colaboración, que el PP no da por muerta, vaya a alumbrar grandes pactos de Estado.
ses_
10/04/2025 12:38
Buenos dias, de primeras Sanchez lejos de España para evitar "el abucheo", Cuerpo me parece un hombre que sabe de lo que habla cuando habla de dinero pero tiene que navegar con lo que tiene detrás que es Sanchez y disfrazar la semántica para hablar de lo que pactan con Junts a espaldas o no de Cuerpo y por supuesto del Congreso.