La batalla en la Comunidad de Madrid se libra desde frentes tan variopintos como la política, la economía o la cultura. Este pulso constante entre las fuerzas parlamentarias, aunadas en torno a la mayoría absoluta del Partido Popular en la Asamblea, ha contado esta semana con un nuevo capítulo.
En la mañana del lunes 14 de abril conocimos el triste fallecimiento, a los 89 años de edad, del escritor Mario Vargas Llosa. El novelista peruano, maestro de las letras castellanas y Premio Nobel de literatura en 2010, ha marcado un antes y un después en el auge de la cultura latinoamericana.
Su legado se ha visto reconocido en las últimas horas por parte de sus familiares, amigos, coetáneos, políticos, instituciones y, por supuesto, lectores. Una oleada de halagos y cariño que se ha visto deslucida por la inisible politización que un sector de la izquierda mediática ha hecho a costa de la ideología de Vargas Llosa.
La portavoz de Más Madrid en la Asamblea, Manuela Bergerot, definió la carrera del escritor universal como "un señor de ideología conservadora", criticando los homenajes anunciados por el alcalde José Luis Martínez-Almeida en el Ayuntamiento de Madrid.
Por la tarde, además de expresar sus condolencias, la presidenta Isabel Díaz Ayuso, a quien unía una gran amistad con Vargas Llosa, confirmó que la Comunidad de Madrid le concederá la Medalla Internacional de las Artes a título póstumo.
"Los Premios de Cultura de este año estarán dedicados a su obra. En la Hispanidad 2025, además, habrá eventos especiales en torno a su figura", confirmó la líder del PP madrileño. Un gesto que, además, vuelve a poner encima de la mesa el envite que el Ejecutivo regional hace por la cultura desde que Ayuso llegó a Sol.
Buena prueba de ello es el nombramiento en junio de 2023, tras la victoria en las elecciones autonómicas de mayo, de Mariano de Paco como consejero de Cultura. Un hombre respetado en toda España que tiene sentido de Estado para el arte y que sabe entender perfectamente el impacto de la cultura en la sociedad.
Ayuso desmonta el relato cultural de la izquierda
Uno de los ataques más frecuentes que ha recibido el Ejecutivo 'popular' de Díaz Ayuso por parte de la izquierda ha sido el supuesto abandono que ha hecho de la cultura, además de un posicionamiento ideológico solo con ciertos tipos de arte, en referencia a la apuesta por la tauromaquia en la región.
Sin embargo, la realidad es bien diferente. Ha sido la Comunidad de Madrid la única istración que ha pujado por comprar Velintonia, el hogar del Premio Nobel Vicente Aleixandre y enclave sin el que no se entiende el impacto de la Generación del 27.
Mientras el ministro Urtasun, en sintonía con el Gobierno central, carece de acción, Madrid adquirirá si nada se tuerce la villa, haciendo de ella un museo y un espacio cultural necesario en la región. Una batalla donde solo ha habido un contendiente, la Comunidad de Madrid, interesado realmente en rehabilitar Velintonia.
Un plan cultural que trata de acercar a la región todos los prismas, enriqueciéndose de cada idea y obra. Especial relevancia el episodio acontecido el verano pasado en el municipio madrileño de Alpedrete.
El Consistorio local, en manos del PP, acordó retirar el nombre de Paco Rabal de su plaza, así como el de Asunción Balaguer de la Casa de la Cultura, queriendo denominarla La Cantera. Este grosero error que atacaba la cultura nacional no tardó en tener respuesta por parte de la presidenta Ayuso, quien ordenó al alcalde, Juan Rodríguez, que rectificase de inmediato.
"Desde Comunidad de Madrid y PP de Madrid estamos totalmente en contra de la decisión", escribió Ayuso en la red social X, en un mensaje en el que aseguró que había pedido al primer Edil de Alpedrete una rectificación "ante tamaño error". "Ni censura, ni borrado, ni sectarismo ideológico. La cultura tiene que ser libre y plural", remató la presidenta madrileña.
Acciones de peso, como la apuesta clara por el teatro, el arte, las exposiciones y la cultura en general, que elevan a Madrid a capital del país también en este ámbito. Una política que desmonta viejos mantras de una izquierda que no solo ha perdido los votos, también el relato cultural que siempre habían creído poseer.