Europa se enfrenta a una encrucijada. Las principales capitales comunitarias pusieron encima de la mesa este domingo en Londres la posibilidad de enviar tropas a Ucrania. En España, es Podemos quien se esforzó este lunes en hablar públicamente del asunto para dividir al Gobierno y poner en apuros a Yolanda Díaz. Los morados, coordinados con su exlíder Pablo Iglesias, han salido en tromba a recordarle al Palacio de la Moncloa que nunca apoyarán el despliegue de soldados españoles.
Podemos está explotando la disparidad de criterios en la izquierda española sobre el conflicto entre Ucrania y Rusia, así como la debilidad internacional de Sánchez, incapaz de comprometerse abiertamente con sus aliados por la falta de apoyos parlamentarios. Y es que sus socios no solo no están por la labor de arriesgar vidas allí, sino que ni siquiera quieren oír hablar de aumentar las partidas presupuestarias de defensa.
El ministro de Asuntos Exteriores juega a la ambivalencia. No se cierra en banda a enviar tropas, pero se escuda en que es prematuro, dada la situación de guerra en la que todavía está inmersa Kiev. José Manuel Albares sabe que no puede decir otra cosa para mantener el equilibrio entre los intereses exteriores del país y los intereses políticos de quienes sustentan al Ejecutivo. A los morados les gotea el colmillo y piden que Pedro Sánchez comparezca en el Congreso.
Sumar, mientras, tiene una tesitura más difícil, porque se ha posicionado en contra del criterio de algunos de los partidos que integran su coalición —como IU—, que reniegan de la OTAN y piden abiertamente la salida de España de la Alianza Atlántica. La portavoz del partido, Elizabeth Duval, dijo que esa es una receta del siglo XX, aunque, por el momento, sigue fijando el envío de tropas como una línea roja. En caso de que la situación internacional en Ucrania requiera el envío de tropas europeas, el Gobierno de coalición afrontará una aguda crisis política.
El artículo 63 de la Constitución establece que el envío de tropas fuera del territorio nacional debe ser aprobado por las Cortes Generales, salvo en casos de urgencia o de defensa propia. Es decir, en situaciones normales, el Ejecutivo debe solicitar la autorización al Congreso antes de tomar la decisión de desplegar fuerzas militares en otro país. Esto se aplica tanto a misiones internacionales de paz como a otros tipos de intervenciones militares.
Por lo tanto, si el Gobierno decidiera enviar tropas a Ucrania, tendría que presentar la propuesta ante el Congreso de los Diputados para que se debata y apruebe, a menos que se trate de una acción en el marco de un mandato de defensa colectiva (como la OTAN) o una intervención urgente, que podría requerir otro tipo de procedimientos. Pero nada parece indicar que la Alianza Atlántica vaya a llegar a un consenso sobre el tema, vista la actitud conciliadora del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con Moscú, a diferencia de la que tiene con Volodímir Zelenski, a quien humilló el viernes pasado en la Casa Blanca.
Sánchez, atado con sus socios
Ocurre que el presidente estadounidense ha enterrado ocho décadas de alianza atlántica en las últimas semanas y ha decidido apartar a la Unión Europea de las conversaciones con Moscú para poner fin a la guerra en Ucrania. También —y esto es más sangrante todavía— ha obviado a Kiev. La situación es crítica, muy compleja. Y los europeos, conscientes de las dificultades y de la soledad a la que se enfrentarán al menos en los próximos años de presidencia republicana en Washington, deliberan sobre la necesidad de aumentar el gasto militar para independizar a la UE del viejo paraguas americano.
El problema es que no todos los países europeos comparten cómo gastar más. El presidente español pidió el mes pasado en París, donde acudió a la cita que convocó el presidente francés para armar una postura común tras el desaire de Trump, mancomunar, como ocurrió durante la pandemia de la COVID, la deuda con la que financiar el gasto en defensa. Todo con el objetivo de aligerar los presupuestos nacionales. Como ya contó este diario, fuentes gubernamentales iten, en conversación con este diario, que Sánchez busca deuda europea para defensa precisamente porque no tiene votos.
El presidente Sánchez, con su propuesta mancomunada, trata de eludir el 'no' de sus socios y el escollo —insalvable— de aumentar las partidas en defensa. "Es la forma que ha encontrado el presidente de transmitir el mensaje a otras cancillerías europeas de que se hace cargo del momento actual y de que es partidario de reforzar la cooperación europea en materia de seguridad, pero manteniendo el equilibrio no solo con sus socios de coalición, sino con sus propios votantes, que no quieren oír ni hablar de aumentos del gasto en defensa", explica una fuente con años de negociación en la trastienda de Moncloa.