Entrevista

Cultura

César Pérez Gellida: “Si tengo que matar a un personaje principal, lo hago”

El autor vallisoletano vuelve a casa para cerrar su novela más oscura

  • El escritor César Pérez Gellida -

A César Pérez Gellida (Valladolid, 1974) no le despertó la vocación una epifanía literaria al borde de un acantilado: se la despertó el insomnio, literalmente. Escribir fue, al principio, una forma de lidiar con las noches en vela, hoy es su forma de estar en el mundo. Se levanta a las cinco de la mañana, enciende un secador (sí, un secador de pelo, y no para peinarse, porque —ironías de la vida— es calvo, sino porque el ruido le relaja). La potencia debe estar calibrada con precisión quirúrgica: ni más ni menos que lo que sus oídos consideran soportable. Un ruido blanco a medida. Y entonces escribe, todos los días. Porque, según él, un día sin escribir es un día perdido.

Por si estas excentricidades no bastaran para pensar que bien podría ser un personaje de sus propias novelas, entre sus rituales también está el de tomar dos cafés solos. Por separado. Así funciona la mente detrás de ‘Nada bueno germina’ (Destino), un thriller donde los muertos tienen nombre, los personajes duelen, y el lector no tiene dónde esconderse.

El escritor ofreció un encuentro para periodistas en Valladolid, ciudad en la que se desarrollan parte de los hechos de esta nueva historia y habló largo y tendido sobre el universo de su novela. El libro arranca con la gran aventura de dos personajes unidos por el deseo y condenados por su destino: Sebastián Costa y Antonia Monterroso. En los años convulsos de la España de principios del siglo XX, mientras el país se desangra entre el hambre, la violencia y la amenaza de una epidemia, ambos huyen hacia delante, atravesando Jaén, Córdoba, Madrid y Valladolid con la promesa de un futuro al otro lado del Atlántico. Él, un veterano de guerra convertido en atracador; ella, una mujer forjada en la supervivencia y la ambición. Juntos forman una alianza marcada por la sed de riqueza, la desconfianza y un deseo tan intenso como peligroso.

Pero las deudas con el pasado nunca quedan saldadas. En su camino han dejado cadáveres, enemigos y un rastro de sangre que otros están decididos a seguir. Entre la persecución de quienes ansían verlos caer y las grietas que se abren entre ellos, la duda se cierne sobre su vida: ¿hasta dónde estarán dispuestos a llegar para ser libres? Porque en un mundo donde la violencia echa raíces y la redención es solo un espejismo, pronto descubrirán que, efectivamente, bajo tierra seca nada bueno germina.

Principios del siglo XX: oscuridad y pandemias

A la hora de elegir el periodo histórico, lo tuvo claro: principios del siglo XX, una etapa poco explorada. “Es un tiempo cubierto por el oscurantismo, con la pérdida de las colonias, la crisis económica, la grieta social que derivó en la guerra civil... Quería una época cargada de tensión”, explicó. Además, añadió que la gripe española, “aunque no es un elemento central, ayuda a reforzar esa atmósfera hostil que envuelve a los personajes”. Y remató: “En un thriller, la hostilidad es imprescindible. La acción debe sostenerse desde la primera hasta la última página”.

La atmósfera que construye en sus novelas es asfixiante, como sus títulos. “En ‘Bajo tierra seca’, la tierra representa riqueza. El que tenía tierra, tenía algo. Pero, ¿qué pasa si esa tierra es estéril? El título es simbólico. En el mundo que he creado, nada bueno puede germinar. Porque todo está podrido. No hay espacio para la esperanza”.

Volver a casa para matar mejor

El último tercio de la novela transcurre en Valladolid y no fue casualidad. “Tenía claro desde el principio que la historia terminaría en casa”, afirmó. Investigó la evolución urbanística de la ciudad entre finales del siglo XIX y principios del XX, y reflejó en la novela espacios hoy diluidos por el crecimiento: la Plaza Mayor, el paseo de la antigua burguesía, el Círculo de Recreo, el Café del Norte. “Antonia llega a la estación de Campo Grande y se detiene frente a la estatua de Colón. Todo eso está ahí, como un viaje físico y literario”.

Confesó que ‘Bajo tierra seca’ nació como un guion televisivo, pero abandonó el formato por su rigidez. “La narrativa me da la libertad de sorprender. En un thriller, si el lector se anticipa, pierdo. Tengo cierta obsesión con eso. Me muero si alguien me dice ‘ya sabía cómo iba a acabar’. Quiero que veas venir un giro, pero que lo importante te pille desprevenido”.

Volver a Valladolid fue más necesidad creativa que homenaje. “Los depredadores cazan mejor en su propio territorio. Conozco esta ciudad, es mi zona de caza. ¿Cómo iba a escribir una novela ambientada a principios del siglo XX, recorrer España entera y no terminar en Valladolid? Eso no podía ser”.

No busco notoriedad. Si alguna vez me mataran, me gustaría que fuera rápido”

César Pérez Gellida (escritor)

44 muertos y ninguna casualidad

Su método de escritura responde a un impulso más que a una estructura. “No planifico nada. No uso guiones, ni escaletas. Empecé a escribir para lidiar con el insomnio. Me inventaba historias en la cama que retomaba cada noche”, contó. Ahora convierte esas imágenes mentales en palabras, en un proceso inverso al del lector. “Los personajes me susurran cosas, viven conmigo, me orientan. Pero al final las riendas las llevo yo. Y si tengo que matar a un personaje principal, lo hago. Incluso si es solo para fastidiar al lector”.

Y hablando de muertes: ‘Nada bueno germina’ cuenta con 44, con nombres y apellidos. “No es que explote una bomba y mueran 16. Son personajes con historia. Algunas de esas muertes duelen, y eso forma parte de mi trabajo”, aseguró. Para Gellida, su deber como autor de thriller es doble: “Primero, engañar al lector. Y segundo, incomodarlo. El lector no puede estar cómodo leyendo este tipo de novela. Tiene que estar tenso, atrapado, con el libro aferrado en las manos”.

Además, Gellida no escribió la novela buscando ser más cruento, pero la trama lo llevó por ese camino. “No estaba previsto. Cuando escribí ‘Bajo tierra seca’ tenía en mente el Premio Nadal, así que escribí con el freno de mano echado, dosificando la violencia. Pero con ‘Nada bueno germina’ no había freno. Me permití disfrutar. Y por eso salió tan divertida”, explicó.

La notoriedad del Premio Nadal

La concesión del Nadal fue, aún así, un antes y un después. “Me abrió puertas que antes estaban cerradas. Me permitió llegar a lectores que jamás se habrían acercado a mis libros por el género”, explicó. Aunque insistió en que no le condiciona al escribir: “No pienso en si gustará o no. Si no me estoy divirtiendo frente al teclado, es que algo no está funcionando”.

Una vez publicada la novela, dice que deja de pertenecerle. “Me importan las primeras críticas, claro. Me dan una idea de cómo va a recibirla el lector. Pero no me obsesiono”, confesó. Eso sí, reconoció entre risas que “todos los autores estamos pendientes de las ventas... porque nos gusta tener yates y mansiones”. La historia podría incluso dar el salto a la pantalla. “Es un camino largo y lleno de piedras”, advirtió. Asegura que en estos procesos solo participa en el guion. “Soy malísimo eligiendo actores. En ‘Memento Mori’ impugné la elección de Yon González... y ahora somos íntimos. Por suerte, me equivoqué”.

Con el Premio Nadal escribí con el freno de mano echado. Pero ahora no había freno”

César Pérez Gellida (escritor)

También habló de su “faceta asesina”. Se definió como un asesino literario metódico, que disfruta en silencio y no quiere ser atrapado. “No busco notoriedad. Si alguna vez me mataran, me gustaría que fuera rápido, pero que me diera tiempo a lanzar una última mirada de odio a mi asesino”, dijo entre risas. “Y que supiera que habría consecuencias”.

Y mientras tanto, él sigue escribiendo. No hay descanso, ni pausa, ni días libres. “Al día siguiente de entregar el manuscrito a la editorial, ya estoy escribiendo lo siguiente. Para mí, un día sin escribir es un día perdido”, repite. Incluso en jornadas maratonianas de promoción, como esta, se levanta antes del amanecer. “Hoy me he levantado a las 4:10. He escrito poco, pero he escrito. Así enfrento el día con otra cara. Con los deberes hechos”.

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