Cualquier observador de la realidad política española es capaz de compartir este aserto. No es necesario mucho aparato teórico ni sesudos análisis, basta con ser un observador libre de ataduras ideológicas y de intereses sectarios.
Cada día los medios de comunicación dan cuenta de la incompetencia de cargos públicos de la red clientelar del partido del poder, cuya metástasis ha colonizado todas las instituciones públicas como Banco de España, Tribunal Constitucional, empresas públicas y privadas participadas que actúan para servir al jefe con encubrimiento, sumisión y enchufes. Lo hemos visto con el apagón total de la red eléctrica provocado por servilismo y elusión de responsabilidad, en las averías constantes en trenes de cercanías y de larga distancia, en la falsedad de los datos públicos de paro real, en el asedio al Estado de derecho, en la ocultación de información (los viajes de Pedro Sánchez en Falcon y los viajes secretos a República Dominicana, en la negación de información a las Cortes por casos de corrupción de familiares y del PSOE investigados por la Justicia...
Cada día vemos en el Congreso de los Diputados preguntas de la oposición al Gobierno, no solo sin la respuesta debida sino con la inversión de los papeles: el gobierno critica a la oposición con descalificaciones para eludir su deber de responder a las preguntas. El Congreso es un parlamento lleno de "arenques rojos" (falacia argumentativa para eludir y distraer sin responder), un escenario en el que los debates y las preguntas importantes se pierden entre maniobras de distracción y el ruido de acusaciones. Cada intervención, cada argumento, se convierte en un pez que desvía la atención hacia lugares que no aportan veracidad, dejando a la ciudadanía atrapada en un círculo de frustración y escepticismo.
La democracia española está en retroceso dominada por el poder partidario, creador de una masa ideologizada inmune al principio de realidad, pero los hechos son reveladores, como muestra los siguientes: “España ha empeorado cuatro puntos en la percepción por corrupción política entre 2023 y 2024” (Transparency International). “La calidad institucional se ha deteriorado en los últimos 20 años” (Banco de España). “La autoestima de los ciudadanos españoles ha retrocedido más que el resto de los 24 países consultados” (Country Rep Track de Elcano). El desarrollo socioeconómico está gripado y avanza el empobrecimiento social pese al crecimiento del PIB en 2024, “con ratios de déficit público y deuda respecto al PIB muy altos, en situación crítica” (consultora Freemarket), “destrucción de 197.000 empresas entre 2022 y 2023 (El Economista, 15.07.2024), “Alta tasa de desempleo juvenil del 27,4 %” (Eurostat), pérdida de capital humano “ en 2021 salieron de España 19.622 jóvenes con formación superior” (INE), “La cifra de negocios del sector industrial disminuyó un 6,8 % en 2023 (INE) y “La inversión extranjera se desploma en 55% en comparación con 2018 bajo el gobierno de Sánchez...” (El Economista), “La calamidad pública por la Dana en Valencia evidencia irresponsabilidades criminales tanto en la prevención como en la gestión del Estado”.
Las democracias mueren si no son capaces de regenerarse y caen en manos de líderes autoritarios como está sucediendo. No es nuevo, la democracia es frágil
Los hechos expuestos expresan el poder del partido que gobierna: mantenerse en el poder en minoría a cualquier precio sin presupuestos, con corrupción institucionalizada y compra de voluntades, baja calidad e instrumentalización de las instituciones, asedio a la independencia judicial, acomodo interesado del código penal, desconfianza en el potencial de desarrollo, irresponsabilidad en la prevención y gestión de la seguridad ciudadana, dejación en la calidad de los servicios públicos, maniobras de ocultación y opacidad en la gestión pública, cambios de opinión y la mentira, propaganda en lugar de información veraz, criminalización de la oposición... Todo ajeno y contrario a la cultura democrática con el agravante de una población española que va normalizando progresivamente lo anormal, la corrupción y la mentira.
¿Cómo hemos llegado a esto? Es bien conocido, las democracias mueren si no son capaces de regenerarse y caen en manos de líderes autoritarios como está sucediendo. No es nuevo, la democracia es frágil, pese a las crisis sobrevive cuando anida en la conciencia de los ciudadanos y en su voluntad de ser libres y no ser engañados. Sobrevive en las instituciones libres del dirigismo político, en la independencia de los jueces, en el profesionalismo de funcionarios, periodistas y profesores... ¿Disponemos de esta masa crítica de valor para la regeneración? El dilema es sustantivo: degradación partitocrática o democracia.
Hay sobrados ejemplos de los males que siguen a la destrucción de las democracias por líderes autoritarios e ideologías iliberales. Recientemente hemos asistido a la quiebra de la democracia venezolana por el régimen autoritario y represor de Maduro al imponer su poder de facto sobre el resultado electoral (2024), o la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua con retrocesos democráticos desde 2006 y represión, o el consolidado régimen totalitario castrista con una ciudadanía cubana empobrecida y enjaulada. También la Federación rusa con Putin en el poder durante más de dos décadas ha evolucionado hacia un régimen autoritario expansivo con la eliminación de opositores. Hoy la democracia norteamericana está amenazada por el autoritarismo del nacionalismo plutócrata de Trump.
Imponen políticas iliberales de regresión totalitaria pese al marco europeo formalmente garante de la democracia liberal. Este contexto obliga a Sánchez a controlar ciertas formas, pero la ambición de estos partidos es mantener el poder
El historiador alemán Volker Ullrich explica en el ensayo, El fracaso de la República de Weimar (Taurus), la fragilidad de las democracias por la incapacidad de superar el Estado autoritario por la flaqueza y complicidad de las élites, ejército, burocracia y judicatura, como sucedió con la democracia de Weimar (1919-1933) con el ascenso del partido nacionalsocialista de Hitler. La ley habilitante (1933) le dio plenos poderes al Führer contra la Constitución, convertida en papel mojado.
Con diferente grado, pero de la misma raíz autoritaria Sánchez-PSOE y los pequeños partidos satélites que le mantienen por interés (ultraizquierda y secesionistas) se han apropiado del Estado y legislan contra la Constitución, como hacer constitucional la amnistía por un tribunal de garantías mayoritariamente nombrado para ser cómplice. Imponen políticas iliberales de regresión totalitaria pese al marco europeo formalmente garante de la democracia liberal. Este contexto obliga a Sánchez a controlar ciertas formas, pero la ambición de estos partidos es mantener el poder con tres estrategias: eludir las responsabilidades poniendo el foco en la oposición (Covid-19, Dana-2024, corrupción Sánchez-esposa-hermano-Ábalos-Gallardo, García Ortiz, apagón...), la propaganda progresista para condicionar el voto cautivo de izquierda y secesionista (fijar el foco en el enemigo, por ejemplo, el martilleo diario de TVE y la Sexta con “Mazón-culpable” y la “derecha-ultraderecha”, igual que los secesionistas con “España-culpable”), el miedo (nos quitarán derechos), y el progresivo empobrecimiento socioeconómico y cultural (una población sometida y dependiente es garantía de permanencia en el poder). Pese a la degradación real los ciudadanos cautivos siguen dando a Sánchez entre un 28,8 % del voto (encuesta Target Point para El Debate) o un 27,6 % (Vozpópuli/Hamalgama Métrica). Quizá no sumen, pero para eso están las ingenierías electorales, como regularizar inmigrantes en masa y otras maniobras electorales de inspiración bolivariana.
Los resortes del poder
Las amenazas contra la democracia liberal, aparte de las influencias desestabilizadoras por agentes externos, como la trama rusa en el proceso secesionista catalán, provienen del sistema constitucional del poder público y del sistema de partidos políticos. En España ambos sistemas son frágiles. Lideres autoritarios, como ahora Sánchez o los líderes secesionistas en sus feudos, se apropian y amoldan los resortes del poder (instituciones, recursos, redes de influencia e información) para sus propios fines y sortean los límites constitucionales.
Veamos brevemente los puntos más frágiles y moldeables por la partidocracia de nuestro sistema político:
-Carencia de contrapesos efectivos al poder. No tenemos separación neta de poderes legislativo, ejecutivo y judicial (sólo tenemos división funcional de poderes). Ahora el poder ejecutivo controla el legislativo y condiciona el judicial. Tampoco tenemos elecciones a medio plazo entre legislaturas (cuatro años son una eternidad en política).
-Poder incondicionado del poder ejecutivo. En nuestro sistema el control del legislativo por el ejecutivo da un poder ilimitado al presidente. El poder sin límites corrompe. Así ha sido y es actualmente con Sánchez: logró la investidura con pactos con 13 partidos minoritarios al alto coste de vender trozos de la soberanía de todos. No le dejan caer porque con él logran lo imposible.
-Erosión y deterioro del Estado de derecho: control político de la judicatura y del Tribunal Constitucional, adecuar el orden legislativo a los intereses partidarios (eliminar delitos del código penal para favorecer a socios, y legislar a su favor con la amnistía ajena al orden constituido, político a la judicatura en trámite), maniobrar contra la independencia judicial, atacar las decisiones judiciales.
-Escaso nivel representativo del pueblo español en las Cortes. Los diputados y senadores no representan a ciudadanos de distrito electoral ni responden ante ellos. Representan a los jerarcas de sus partidos no a los ciudadanos. El sistema electoral es de listas cerradas y bloqueadas (el ciudadano traga con toda la lista; no conoce a la mayoría).
-Disfuncional sistema electoral. Genera fragmentación y dependencia de partidos minoritarios. El poder de los partidos regionales, especialmente secesionistas, ha sido determinante en 11 de las 15 legislaturas habidas entre 1979 y 2023.
-Escasa o nula independencia de instituciones de control del poder. Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Banco de España, Tribunal de Cuentas, Defensor del Pueblo, Instituto de Estadística, órganos de transparencia y fiscalización...
-Desmedido intervencionismo político: gobernar sin presupuesto, opacidad en el gasto público desmedido, relativizar la propiedad privada (normalizar la ocupación de inmuebles, impuestos confiscatorios), nacionalización directa e indirecta de empresas, convertir los medios públicos de comunicación en propaganda partidista...
La regeneración de la democracia española pasa por revertir estas amenazas en oportunidades de desarrollo, acometiendo, con valor, los cambios imprescindibles para devolver la integridad nacional, seguridad jurídica, pluralismo y trasparencia, competencia económica, unidad del mercado, calidad educativa y cultural y prestigio internacional.
acab.1958
28/05/2025 13:51
Absolutamente de acuerdo.