Internacional

El cónclave invisible: cardenales bergoglianos, "diplomáticos", teologales y "del fin del mundo" ya pugnan por 133 votos

Francisco ha querido dar representación a aquellos países con un peso menor a lo largo de la historia

  • Cardenales en la Basílica de San Pedro -

Si Adam Smith y los liberales establecieron que el mercado funciona bajo el trilero de una mano invisible, los católicos creemos que el cónclave que las próximas semanas reunirá al Colegio Cardenalicio funciona bajo los augurios de una fuerza invisible. Algunos lo llaman Espíritu Santo pero a estas alturas queda ya claro que su función en la elección del próximo pontífice será no vinculante: son los cardenales, con nombre y apellidos, los que elegirán al nuevo líder de la Iglesia Católica.

 

Con la muerte del Papa Francisco el pasado lunes ha quedado inaugurado, pues, un cónclave invisible, sin fumatas ni Capillas Sixtinas, pero con cruce de mensajes, discretas llamadas, sobremesas en el Borgo Pío y corrillos en los largos pasillos vaticanos. En la orquesta que es la Iglesia, huérfana de director desde el pasado 21 de abril, las distintas corrientes eclesiales han empezado a afinar sus instrumentos.

 

Un colegio moldeado por Francisco

 

Una de las características del inminente cónclave es la diversidad de los cardenales, que se convierte en unidad por el alto porcentaje de ellos que fueron creados por Francisco. De los 133 cardenales electores, aproximadamente el 80% han sido elevados al cardenalato por el Papa argentino. Este no es un dato menor: significa que la mayoría de los que votarán al próximo Santo Padre han sido elegidos por su sintonía con la visión pastoral y teológica de Francisco.

 

En su elección de los cardenales, Francisco ha querido dar representación a aquellos países con un peso menor a lo largo de la historia. Este Colegio menos eurocéntrico ha hecho que los cardenales americanos sean ya el segundo grupo en número, seguidos de los africanos y los asiáticos. Esta diversificación geográfica ha enriquecido el tradicional dominio europeo en las decisiones vaticanas con perspectivas novedosas para la Curia. En el próximo cónclave se espera, en este sentido, una Iglesia con diversidad de acentos.

 

¿Corrientes dentro del cónclave?

 

La diversidad de acentos, sin embargo, no significa división. No hay en el Colegio Cardenalicio grandes diferencias ideológicas, pese a lo que muchos se empeñen en pensar. El cónclave informal que tiene lugar estos días, eso sí, va a permitir poner de relieve las diferentes sensibilidades de los purpurados.

 

Algunos de los más jóvenes, creados durante el pontificado de Francisco, sí poseen cierta sensibilidad «bergogliana», que trae de la mano una representación de las periferias de la Iglesia y cierta inclinación por la idea de la misericordia, tan presente en el papado de Francisco.

 

Frente a estos, otros nombres han sonado en este juego de nominaciones y especulaciones. Son, entre otros, el cardenal Sarah, cercano a la edad límite de los cardenales electores –puesto que cumplirá 80 años en junio– o monseñor Dolan, arzobispo de Nueva York. A lo largo del pontificado de Francisco algunas voces como las suyas se han erigido en defensa de la tradición de la Iglesia, siempre desde la lealtad al Papa. Y en el medio de esta orquesta sinfónica suenan con timidez algunos perfiles que podríamos llamar «diplomáticos», con el cardenal Parolin, secretario de Estado, a la cabeza.

 

Este nutrido grupo de cardenales posee una amplia experiencia en la Curia y acumula apoyos de todas las posturas.

 

El peso de algunas regiones 

 

Edad, sensibilidad, experiencia y años en Roma son algunos de los factores clave de este cónclave invisible, que mueve sus fichas estos días de velatorio. La diversidad, como decíamos, del Colegio Cardenalicio, plantea la posibilidad de que la Iglesia tenga un nuevo Papa de la periferia, acaso de una remota región de la tierra: aunque Europa sigue teniendo una presencia significativa, la influencia de América Latina, África y Asia ha crecido notablemente.

 

Así, encontramos en esta Iglesia de las regiones al cardenal Giorgio Marengo, prefecto apostólico de Ulán Bator, en Mongolia –y, además, el rostro más joven del cónclave–, a monseñor Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui, o al cardenal Soane Patita Paini Mafi, procedente de las Islas Tonga.

 

Otro caso singular es el del cardenal José Advincula, arzobispo de Manila, pero originario de Capiz, en el centro rural de Filipinas. Así continúa una lista de nombres desconocidos pero no por ello anecdóticos. Los purpurados del «fin del mundo» –palabras que utilizó el Papa Francisco el día de su elección, hace ya doce años– podrían inclinar la balanza.

 

¿Y el peso de España?

 

Lo cierto es que los cardenales españoles representan un grupo con autoridad dentro del Colegio Cardenalicio, pero sin grandes papeletas para la elección venidera. Tras la renuncia, ayer por la tarde, del cardenal Antonio Cañizares a participar en el cónclave por su estado de salud, España contará con seis cardenales electores, entre los que destacan el madrileño José Cobo, el valenciano Carlos Osoro y el catalán Juan José Omella.

 

La voz española, en cualquier caso, sí se escuchará en el cónclave formal y también en el invisible, que estos días se ha puesto en marcha. La orquesta eclesial necesita un nuevo director y los instrumentos han comenzado a afinar sus melodías. El próximo Santo Padre heredará de este juego de sensibilidades una Iglesia diversa y global, acaso más católica que nunca tras los años de Francisco. Una Iglesia que en Roma decide ya su rumbo.

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