Política

Alejandro Fernández: "A los nacionalistas no hay que intentar seducirles, hay que intentar derrotarles"

"Si por estar en el poder Sánchez tuviera que pactar con el partido del Cannabis, lo haría" / "El TC de Conde-Pumpido no es garantía de constitucionalidad"

 

Nada más ver el título del libro, Cayetana Álvarez de Toledo, la prologuista, dio un respingo y pensó: "El populismo nos ha vencido". Nada más lejos de la realidad, Alejandro Fernández (Tarragona, 1976), presidente del Partido Popular de Cataluña -a pesar de todo-, se viste por los pies. No anda por ahí en cueros. Aunque escribe A Calzón Quitao. Tampoco sabe si tiene antecedentes griegos en su árbol genealógico que justifiquen los dotes de pitoniso, cualidad clave para acertar en política.

 

En 2017, cuando era portavoz de su formación en el Parlament de Cataluña, dio la voz de alerta sobre lo que se fraguaba: un referéndum y una declaración de independencia. Nadie le creyó. "Te falta un poco de perspectiva", le decían en Madrid cuando abría el pico.

 

Ahora, escribe una suerte de recetario. O un aviso a navegantes, para no caer en los mismos errores. El preludio de un libro blanco para que las siglas del PP puedan romper los techos de cristal en un territorio en el que las urnas se le llevan atragantando desde la Transición. En las penúltimas elecciones, se salvó de la extinción de milagro. En las últimas, alcanzó una de sus mejores marcas. Pero sigue lejos de alzarse con el primer puesto dentro del podio. 

 

¿Alguna vez ha practicado el nudismo?

 

¡Nunca! La verdad es que no, respeto a quien lo haga, pero no es mi rollo. Quedémonos más en la expresión, que no deja de ser una manera de decir sin complejos, con toda franqueza o con toda sinceridad.

 

He echado un vistazo a la hemeroteca de su partido y veo que hay algún giro contradictorio con el nudismo en alguna localidad. No sé si tiene sanción ir a calzón quitado en el Partido Popular.

 

Recuerdo debates cuando estaba en el Ayuntamiento de Tarragona, porque la extrema izquierda ha tenido un exceso de pasión por lo del nudismo. Y me acuerdo haberle dicho a una concejal de la CUP si se subiría a un autobús después de que otra persona desnuda se hubiera sentado, porque pedían legalizar el nudismo en la calle y en los servicios públicos. La verdad es que no me consta que mi partido, en las playas, tenga ningún problema con el nudismo. Me parece bien.

 

¿Hay algún antepasado griego en su familia? Porque leyendo el libro veo que tiene dotes de pitoniso.

 

(Risas) Que yo sepa no… es difícil de ubicar.

 

Vayamos por el principio: usted cuenta que empezó a ver las orejas al lobo del procés a finales de los 90, cuando Pujol lanzó el programa 2.000. Entonces, CiU era aliado preferente del PP. ¿Qué fue lo que cambió?

 

Nunca me ha parecido justo juzgar una época pretérita con las lentes de hoy, porque es injusto. Evidentemente, en los años 90, la antigua Convergencia no había incumplido flagrantemente la ley, no había organizado un golpe de Estado y no se había convertido en un movimiento nacional populista. Tenían a un Miquel Roca, que fue ponente de la Constitución, u otros políticos que formaban parte de la legalidad y del sistema, y yo mismo he llegado a acuerdos en Tarragona con la antigua Convergencia.

 

Cuando utilizo la expresión de que Noé construyó el arca antes del diluvio, no después, es estar atento a los fenómenos sociológicos y a las cosas que puede hacer tu adversario político. Efectivamente, mientras Pujol era nombrado Español del Año y llegaba a acuerdos de estabilidad con el PSOE y el PP, en sus escuelas de formación y en sus actividades políticas ya estaban intentando meter el virus del nacionalismo más radical entre sus jóvenes. Explico una experiencia que viví con ellos en un pequeño pueblecito de la Cataluña interior, en la Espluga de Francolí.

 

Por contextualizar, desde la Transición hasta el nuevo milenio, cuando se impulsa ese nacionalismo que degenera en independentismo, ¿qué ideología imperó en Cataluña?

 

Después de la muerte de Franco, todo el poder municipal fue socialista, salvo la Cataluña interior. A las grandes ciudades había venido muchísima gente, en los años 60 y 70, de Andalucía, de Extremadura, de todos los lugares de España. Era un electorado muy proclive al PSOE. Lo que se hace es una especie de equilibrio, en el que casi todo el poder municipal es del PSOE y Jordi Pujol, que tenía una ideología perversa, pero era un político extraordinariamente habilidoso, supo trasladar la imagen de que él iba a defender los intereses de Cataluña en Madrid mejor que nadie. Y gana, contra pronóstico, las elecciones del año 80.

 

Una vez gana, sus primeros pasos son de cordialidad, de mensajes como ‘es catalán quien vive y trabaja en Cataluña’, una campaña que era, ‘soms 6 millones’, dando a entender que no eran sólo catalanes la mitad, sino que todos lo éramos, independientemente de nuestro lugar de origen o de donde procedieran nuestros padres, con una política económica liberal con toques socialdemócratas.

 

Y eso es lo que, durante esos primeros años, le permite tener una hegemonía política extraordinaria. Es a partir del año 2000, cuando acelera este proceso identitario. Cuando las repúblicas bálticas se independizan de la Unión Soviética y después de la guerra de Yugoslavia, Pujol a sus íntimos les empieza a explicar que están probablemente ante la última oportunidad de independizar Cataluña, porque seguramente después de eso se cerraría el modelo de la Unión Europea, entrarían estos países y no habría más oportunidades. Ellos lo intentaron y singuen en ello.

 

 

¿Pujol fue catalanista? ¿Qué es el catalanismo?

 

Es muy diverso, el catalanismo político incluye el separatismo estricto e incluye corrientes de pensamiento que parten de la idea de que Cataluña es una nación distinta de España, no lo olvidemos. Lo que pasa es que hay corrientes que trabajan para romper directamente con España y hay otras que teniendo claro que Cataluña es una nación y que en su ideal debería ser un Estado, son más pragmáticos.

 

Entonces, el catalanismo durante mucho tiempo lo que defiende es la idea de tener en el mercado del resto de España una potencialidad enorme, pactar aranceles, para que no entraran productos extranjeros en el resto de España y, sobre esa idea, modernizar España. Esa es la idea de un cierto catalanismo, el de Cambó, y se suponía que Pujol o Miquel Roca venían a recoger esa tradición de pensamiento. Pronto se empezó a ver que eso era mentira.

 

El no haber detectado que la antigua Convergencia ya no existía, a lo mejor llevó a tomar decisiones tarde

 

¿Por qué cogió tanto vuelo el independentismo a partir del 2.000?

 

El momento crucial es cuando Artur Mas tiene que salir en helicóptero del Parlament, porque las protestas por la gran crisis económica iban directamente a él. En lugar de, como hizo Mariano Rajoy, que es apretarse los machos e intentar arreglar aquella crisis, tomó la decisión de convertirse en populista.

 

Para combatir el populismo de extrema izquierda de Podemos, se convierte en populista. Y entonces es cuando inicia, estamos hablando del año 2011-2012, es cuando inicia el procés. Y traslada el famoso Madrid ens roba, que es populismo en vena, es intentar culpar de la crisis económica a Madrid. A partir de aquí, construye un proyecto político totalmente nacional-populista en el que el gancho inicial fue la crisis. Realmente no había tantos independentistas sentimentales en Cataluña como esos porcentajes de voto que llegaron a tener durante esos años.

 

¿Qué pudo haber hecho en aquel momento el gobierno de Mariano Rajoy para neutralizar ese auge creciente del independentismo?

 

Lo primero que cabe decir es que el gobierno de Rajoy cumplió con su deber. Es decir, frenó el proceso y, de hecho, Rajoy pagó un precio por ello. La moción de censura tiene que ver con eso, no tiene que ver con una corrupción imaginaria. Al final, los socios pactan con Sánchez por castigar al gobierno que había frenado el procés.

 

Lo que yo siempre he dicho es que hay algunos elementos, quizás, de error de diagnóstico. La idea de que solamente con la ley y con una gestión económica dirigida a mejorar las infraestructuras, etc., se podía frenar. El no haber detectado que la antigua Convergencia ya no existía, a lo mejor llevó a tomar decisiones tarde. También lo digo con toda la humildad, yo no sé exactamente lo que hubiera hecho si hubiera estado en esa situación. Sí que explico lo que hice. Era portavoz parlamentario de mi partido y expresé públicamente mis opiniones, aunque asumo que la gestión de aquello era muy difícil.

 

Echando la vista atrás, uno se asoma a las deliberaciones de los consejos de ministros en la Segunda República y se da cuenta de que el llamado problema catalán ya era el principal quebradero de cabeza de los políticos. ¿Cuál es el problema de Cataluña? ¿Cuál es la solución? A estas alturas, cabe preguntarse si hay solución.

 

Ortega hablaba de la conllevanza, la idea de que era imposible una resolución definitiva de ese problema y que lo que había que hacer fue lo que se ha hecho durante la Transición. Ahora estamos en un momento de crisis y, por lo tanto, a mi modo de ver, primero hay que intentar frenar una operación dirigida a cambiar la forma de Estado haciendo trampas. Eso para mí es peligrosísimo, porque además es la antesala al derecho de autodeterminación. Y luego ya veremos.

 

La ideología nacionalista va a existir siempre. Es una ideología identitaria que basa la ciudadanía no en la igualdad entre todos los seres humanos, sino que es la adhesión a una determinada identidad la que te proporciona la ciudadanía. Si no tienes adhesión a esa idea nacional, directamente eres un colono, eres un ñordo, eres un butiflé, eres un traidor.

 

Una ideología así es perniciosa por naturaleza. El nacionalismo identitario está detrás de los grandes desastres de Europa en el siglo XX. Por lo tanto, es una ideología que hay que combatir, asumiendo que siempre va a haber gente nacionalista que tenga esa visión. Pero, a mi modo de ver, no hay que intentar seducirles, hay que intentar derrotarles. En las urnas, evidentemente, y si incumple la ley con los instrumentos que te dé la ley. Pero hay que intentar derrotarles.

 

Con el socialista Maragall en la Generalitat, Zapatero vino a proclamar el fin de todo problema catalán con un estatuto de autonomía. Luego, pasó lo que pasó.

 

Ese estatuto decía cosas tan salvajes como que la justicia española dejaría de tener jurisdicción en Cataluña. Eso, evidentemente, es una independencia de facto. Lo digo por la gente que cree que el Partido Popular se equivocó presentando un recurso al Constitucional. Ese recurso era absolutamente imprescindible, porque lo que pretendía ese estatuto era el desmantelamiento del Estado en Cataluña, eso que están intentando hacer ahora y que, por cierto, Sánchez está permitiendo y está liderando.

 

Por tanto, Maragall, si de algo se le puede acusar, no solo no resolvió el problema de Cataluña, lo que hizo fue convertirse en más nacionalista que Pujol, doblar la apuesta y llevar a un atolladero a Cataluña. Por cierto, desde el pacto del Tinell, que es un cordón sanitario a un partido democrático como es el Partido Popular. Maragall fue un buen alcalde de Barcelona, un nefasto presidente de la Generalitat.

 

En el punto más álgido del procés emerge una alternativa constitucionalista –Ciudadanos- que llega a ganar las elecciones, pero no logra el apoyo suficiente para gobernar. Le iba a hacer una pregunta, que me acaba de responder, y es si para armar una mayoría que permita gobernar al constitucionalismo hay que seducir a los independentistas. Al final, los números son los que son.

 

No. En aquellas elecciones los partidos no independentistas nos quedamos a un escaño de poder tener esa alternativa. La pena para el constitucionalismo catalán fue que los líderes de Ciudadanos se fueron todos de Cataluña. En lugar de perseverar, perseverar y seguir insistiendo, a las primeras de cambio, después de ganar brillantemente unas elecciones, se fueron.

 

Ciudadanos es un proyecto político que nos ofrece algunas pistas de las cosas buenas que se pueden hacer y algunas pistas de las cosas erróneas que hicieron. Me quedo con lo positivo. Lo primero que demostraron es que no es necesario ser nacionalista para ganar unas elecciones en Cataluña. Siempre se ha dicho que hay que ser o nacionalista o medio nacionalista, como el PSC.

 

No, ganaron unas elecciones ampliamente desde una posición netamente constitucionalista. Por lo tanto, ese mito se rompe. Es cierto que, en unas circunstancias muy concretas, después del golpe de Estado, y por lo tanto esas circunstancias no se producen cada día. Pero en las anteriores habían sacado 25 escaños. Por lo tanto, creo que hay mucha gente en Cataluña que no es nacionalista y que no es de izquierdas. Sobre esa base social hay que construir un proyecto político que pueda llegar a ser algún día ganador.

 

Usted reflexiona sobre cómo el proceso catalán se ha terminado convirtiendo en un proceso español. Pedro Sánchez apoyó el 155 y fue muy beligerante con el independentismo. Luego se dio cuenta de que el gobierno que no le daban las urnas lo podía conseguir con ellos…

 

Si por estar en el poder tuviera que pactar con el partido del Cannabis, lo haría sin pestañear. Él lo que quiere es mantenerse en el poder porque efectivamente no tiene ideología. Pero él ha llegado a la conclusión de que esa república confederal plurinacional le puede permitir a él eternizarse en el poder con la actual mayoría parlamentaria. Por lo tanto, va a apostar por ese modelo.

 

Tal vez no lo tenga intelectualmente tan asumido como Zapatero, que realmente cree en eso. Que, por cierto, es la tradición del PSOE. El periodo de Felipe González es la excepción a una historia en la que nunca han apostado por la idea de que España sea una nación. Ellos creen que es una suma de naciones. No. España es la nación. Y luego tiene unas comunidades, pero la nación es España.

 

Para desmontar la mayoría de Sánchez basta con que el PP aglutine toda la base social que ha llegado a darle en el pasado dos mayorías absolutas

 

Le repito la misma pregunta: para desmontar la mayoría parlamentaria que impide al partido que gana las elecciones gobernar, ¿hay que seducir a algunos de los votantes que se han decantado por las formaciones que conforman esa mayoría?

 

Basta con que el PP aglutine toda la base social que ha llegado a darle en el pasado dos mayorías absolutas. Evidentemente, ahora no es sencillo porque hace tiempo que la derecha se dividió primero en tres, luego en dos, ahora dos y medio… hay alguna fórmula que no se sabe muy bien qué es.

 

Creo que el proyecto tiene que ser aglutinar en torno al PP una base social, una mayoría que envía la oposición a los separatistas y a la izquierda. Vamos por el buen camino, pero creo que es muy importante, y reconozco que aquí hago un papel, no diría de agorero, simplemente trasladar la idea de que con gestionar muy bien algo que lo hace mejor que nadie el PP, no basta. La batalla de las ideas hay que darla.

 

La suma de batalla de las ideas y gestión es invencible. Es lo que puede dar la mayoría social al PP. Que, insisto, vamos por el buen camino. Pero como hay una operación de nuestros rivales políticos tan agresiva contra la Constitución, es importante no mirar hacia otro lado y denunciarla. Al final, acaba pasando y cuando acaba pasando todo son prisas.

 

Dice que sin ideas no hay gestión.

 

Sí, sí. Claro. Somos seres humanos, si bastara con gestionar de manera eficaz, no harían falta políticos. Que, por cierto, supongo que mucha gente estaría de acuerdo. Bastaría que nos gobernaran unos ordenadores, que asignaran racionalmente unos recursos y entonces todo el mundo sería free. ¿verdad?

 

Eso no es un escenario plausible. Estamos en una sociedad de seres humanos y las pasiones son muy relevantes. Conviene recordar que hay muchísima gente que está votando irracionalmente, en contra de sus propios intereses, por emociones. Si se les manipulan por parte de la izquierda y el nacionalismo convenientemente, acaban votando seguramente en contra de sus principios.

 

La batalla de las ideas es una batalla que hay que dar. Nuestro partido históricamente ha priorizado la gestión sobre las ideas y cuando eso ha ocurrido ha habido políticos que se han dedicado más a la batalla de las ideas, y yo cito a Vidal Quadras, Jaime Mayor Oreja, Cayetana Álvarez de Toledo, que curiosamente luego han tenido más problemas para integrarse en las dinámicas del propio partido. No sé si a mí me estará pasando algo parecido o no. Soy afiliado del PP desde los 18 años. Soy del PP y a mucha honra. Pero es verdad que ahora mismo estamos en un momento crítico en el que solo con la gestión no será suficiente.

 

Vamos a sacar la bola de cristal porque usted escribe una hoja de ruta con ocho puntos: los indultos, la amnistía, la inhibición del Estado en el cumplimiento de las sentencias lingüísticas… el octavo punto sería el referéndum. ¿Cuánto tiempo le da?

 

Escribí el libro en diciembre y no esperaba que fueran tan rápido. Escuché hace poco a Zapatero y a Pablo Iglesias explicar lo mismo a favor de una república confederal plurinacional. Van a empezar ya a acelerar todo esto.

 

Primero van a intentar resolver la cuestión procesal de Puigdemont y, con la connivencia y cooperación necesaria de Conde-Pumpido, intentar meter una mutación constitucional para cambiar la forma de Estado sin respetar las reglas de juego y sin respetar a la propia Constitución en su mecanismo de reforma. Eso ya sé que es un poco imbricado, dicho así. Bueno, esto es lo que van a hacer y creo que están ya acelerando el momento de intentarlo.

 

¿Y su partido qué puede o debe hacer?

 

Yo hago una propuesta de reforma constitucional. No es un nuevo proceso constituyente, es una reforma y evidentemente propongo que en ningún caso se podría hacer como lo hacen ellos sin respetar las reglas de juego. Y alguien me podría decir, ‘ahora no hay esa mayoría’.

 

Es que es un brindis al sol.

 

Ya sé que no hay esa mayoría, pero creo que sí que se lo tenemos que proponer a los españoles. Les tenemos que trasladar que hay una operación para liquidar la Constitución y la Transición y llevar a España a la inestabilidad, a la peronización de España. Y decir: ‘Nuestro modelo alternativo es este’.

 

Es una gestión mejor, es más seguridad ciudadana, es menos impuestos, es todo lo que caracteriza al PP: mejor gestión del agua, mejor gestión de la energía, mejor calidad educativa, mejor sanidad. A la vez también te propongo cómo reforzar la Constitución para que no se la carguen. Porque a la gente le importa su país mucho más de lo que nos imaginamos. Quizá no salga reflejado en las preocupaciones ciudadanas en las encuestas, pero a la gente le preocupa a España, mucho.

 

Usted habla de listas electorales abiertas. En el caso del Tribunal Constitucional, ¿cree que deberían tener menos margen los políticos?

 

Lo que propongo es claridad. Es decir, la puerta de entrada de las mutaciones constitucionales es la ambigüedad del texto constitucional en artículos esenciales. Sobre todo, los que tienen que ver con las competencias de cada istración. Eso provoca que haya un conflicto competencial constante que acaba resolviendo el Tribunal Constitucional.

 

Hoy el TC, de la mano de Conde-Pumpido, no es garantía de constitucionalidad. No lo es. Se está demostrando, es un hombre que manifiesta públicamente cuáles son sus decisiones desde un punto de vista ideológico, jamás jurídico, y de absoluta sumisión a lo que le envíe Pedro Sánchez.

 

Para mí, de lo que se trata fundamentalmente es de que quede claro en el texto constitucional: primero, las competencias de cada uno; y, segundo, las consecuencias de incumplirlo, para que no haya tanto conflicto competencial que acabe en el Constitucional, que se ha convertido en el árbitro constante de la política española, y eso no es normal. Debería pronunciarse en casos muy concretos, técnicos, en los que pueda haber una discrepancia, pero no todo el día acabar pensando que cada ley que presenta la izquierda y el nacionalismo, que es manifiestamente inconstitucional, acaba en el Constitucional.

 

En el libro, hace un retrato objetivo de cómo Génova se ha convertido en una trituradora de líderes del PP catalán y vasco. Pero después del 23-J, usted discrepó en público sobre una hipotética negociación con Junts y cuando llegaron las autonómicas, la dirección nacional le eligió candidato.

 

Sí, sí.

 

Entonces, no sé si percibe cierto cambio de paradigma en la dirección del PP en los últimos años.

 

Es que recomiendo a la gente leerse el libro, y verán que hago reflexiones de los últimos 40 años, no de los últimos 3, y podrán comprobar que lo que digo no son opiniones, son hechos. Evidentemente en Cataluña y en el País Vasco al Partido Popular le ha costado más, y ha tenido más inestabilidad en sus liderazgos que en el resto de comunidades autónomas, es una evidencia, es un dato, no es una opinión.

 

Estamos trabajando en la buena dirección, y la última campaña electoral fue un éxito precisamente por ello. Y, precisamente por ello, lo que yo pido es no dejarnos seducir por los cantos de sirena que se nos suelen enviar, diciendo que, si giramos a un sitio o giramos a otro, nos van a ir mejor las cosas.

 

‘Si giráis hacia el catalanismo os irá mejor. Si giráis hacia una especie de socialdemocracia os irá mejor’. No. Nosotros somos el PP. Somos liberal-conservadores, de centro reformista y europeístas. Es más que suficiente. Sabemos perfectamente cuál es nuestra ideología. No tenemos que girar en ningún caso. Lo esencial es el proyecto del PP. Si el camino es parecerse a otros, pues se ata filias a otros. Y yo no he sido nunca ni nacionalista, ni izquierdista, ni lo seré nunca.

 

Si el PP lleva una iniciativa al Congreso, por ejemplo, para prolongar la vida útil de las nucleares, y Junts está a favor, ¿cómo ve que el PP, en ese marco, hable con Junts para que apoye su iniciativa?

 

Cuando son propuestas del programa del PP, como esta que me acaba de explicar, de su programa electoral, y recibe apoyos de partidos tan distintos como Vox, Junts o el que sea, a mí me parece lógico, correcto. Eso no tiene nada que ver con armar una alternativa de gobierno o tener que tragarte cesiones para el desmantelamiento del Estado en Cataluña.

 

¿Cree que Alianza Catalana puede reemplazar a Junts?

 

Podría ocurrir. Es un fenómeno europeo, ese perfil nacional-populista va en auge. Lo que creo que es más importante de todo esto es que tengamos claro que Junts no se va a moderar para intentar volver a ser la Convergencia de los años 80. Todo lo contrario. Se va a radicalizar en sus propuestas, no solo en inmigración, sino que sobre todo se van a radicalizar de nuevo en el mensaje identitario nacionalista. No van a buscar entente cordiale. Están en una operación para desmantelar el Estado en Cataluña y para conseguir que esa confederación legitime y legalice el derecho de autodeterminación.

 

Penúltima pregunta. No podemos dejar de hablar de Trump, omnipresente en todas las conversaciones. Para hacer frente a su escalada arancelaria, ¿qué le parece que el PP tienda la mano al Gobierno?

 

Creo que aquí es un asunto que es profundamente técnico, y, en consecuencia, se trata de acertar con las medidas de compensación a los sectores afectados. Si las medidas que aportara el Gobierno fueran adecuadas, se dice y ya está. Se trata de analizar medida a medida y si hay una medida acertada por parte del Gobierno, pues no hay ningún problema. Ahora, no tengo demasiadas esperanzas sobre ello.

 

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