Muchos de los vecinos del restaurante Jin Gu del barrio de a en Madrid no se han sorprendido demasiado tras la detención de sus dueños por un delito contra la salud pública y otro contra la flora y fauna.
No es la primera vez que pasa, en septiembre del año pasado, otro restaurante del barrio fue clausurado por contener 200 kilos de carne y pescado podridos ocultos en un almacén. En el caso del Jin Gu ha ocurrido lo mismo, en un almacén tras el baño es donde la policía encontró hace unos días ocho congeladores industriales en mal estado, oxidados y sin termómetros, con más de una tonelada de carne y pescado sin etiquetado ni control de temperatura.
Además, los agentes han desvelado que el establecimiento, habrían servido a sus clientes palomas como si fuesen pato laqueado.
Imágenes de un 'pato' servido hace unos meses en el local | Google Reseñas
“Eran un poco especiales en cuanto a higiene”, explica el trabajador de un comercio cercano al establecimiento que ha hablado con Vozpópuli en el lugar de los hechos. “A mí no me ha extrañado, son varios los restaurantes que cuelgan la carne como si fuesen ropa en tendederos”, añade el hombre.
“No sabíamos nada, aunque no nos extraña, ese local estaba lleno de grasa y a veces se veían cucarachas por aquí”, comenta el trabajador.
Un lugar escabroso
La realidad es que se han desvelado nuevos detalles de la situación del restaurante, que contenía, además, 100 litros de grasa acumulada en un contenedor sin tapa. En este ‘restaurante de los horrores’ había también bivalvos tipo dátil del mar chino y pepinos de mar, una especie cuyo consumo está prohibido en España por estar en peligro de extinción.
“Yo he visto a gente salir de ahí vomitando”, indica a Vozpópuli una vecina que vive en frente del local. Al igual que el dueño del local cercano no está nada sorprendida. “Venían con carros llenos de piezas enormes de carne sin ningún tipo de envase, un trozo encima del otro. Además, también vi como varias veces les entregaban bolsas llenas de carpas”, añade.
Además, esta vecina asegura de que se trataba de un restaurante bastante popular, al que acudían todo tipo de personas, tanto de origen asiático como españoles. “Muchas veces agentes de la Policía Nacional y Municipal paraban a comer y se llevaban la cartera con el tupper”, explica la vecina, que no quiere dar su identidad.
Que era un restaurante frecuentado por policías, también lo confirma otro vecino que cree que en estos casos “pagan justos por pecadores”, afirma, para luego agregar que “estos locales y comercios dan vida al barrio, sin ellos este barrio estaría muerto, desde luego no todos son así”.
Mary, una vecina que vive enfrente, también reconoce que a su vecina le entran muchos olores, no sabe reconocer si de putrefacción o simplemente olores que los vecinos españoles no reconocen o les resultan extraños por el choque cultural. Además, esta mujer añade que le ha sorprendido la noticia, puesto que el restaurante era muy caro. "Se te ponía el precio en casi 50 euros por comensal", comenta la señora. "A mí también me pareció muy caro para lo que ofrecían", comenta otra vecina que en una ocasión acudió al restaurante y no noto nada raro.
Riesgos de comer palomas o comida putrefacta
Según datos de las inspecciones higiénico-sanitarias a los locales de restauración en Madrid en 2019, el 44 '1% de los bares y restaurantes inspeccionados presentaron algún problema de higiene, normalmente relacionados con plagas, temperaturas inadecuadas o mala limpieza. Un 36 '02 suspendieron la inspección.
Aun así, multitud de asociaciones de consumidores denuncian que este tipo de inspecciones deberían de ser más comunes. Con alimentos en esas condiciones la salud puede verse afectada, en Google Reseñas, algunos s del local afirman cosas como: "Mi familia comió allí y todos vomitaron al día siguiente, hay algún alimento que está podrido y hemos ado con el restaurante y dicen cosas absurdas. La comida de ahí está muy sucia", afirma un cliente. Otro cliente se quejaba de la baja calidad de la comida tras la pandemia y de los "precios subidos que no coinciden con los de la carta, y calidad pésima. El marisco, que era una de sus especialidades, ahora es una ruleta rusa".
Por otro lado, nadie en pleno uso de razón comería una paloma de la calle, es sabido que la fauna urbana resulta expuesta de manera especial a los contaminantes ambientales de la ciudad, ya sea por vía respiratoria o por vía digestiva. Así lo explica a Vozpópuli el Dr. Nicolás Olea, coordinador del Grupo de Endocrinología y Medioambiente de la Sociedad Española de Nutrición (SEEN). "En el caso particular de las aves urbanas, tan bien representadas por las comunidades de palomas, se han detectado concentraciones elevadas de metales pesados, algunos de los cuales muy relacionados con los gases de combustión del tráfico rodado y el uso de las calefacciones", comenta el facultativo.
"Los niveles de metales como plomo, zinc y cio pueden ser especialmente elevados en palomas urbanas. Igual ocurre para hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH) que junto con los metales pesados afectan a la salud de las aves, su capacidad reproductiva, y presumiblemente a los depredadores que se alimentan de esos animales", añade el doctor
El Dr. Olea explica que más recientemente, se ha prestado especial atención a la presencia de micro y nanoplásticos en las aves urbanas, encontrándose de forma mayoritaria fragmentos microscópicos de plástico en el tejido pulmonar e intestino de las aves, estos microplásticos provienen de los neumáticos en su mayoría. "El consumo humano de estas aves con alta exposición entraña el riesgo añadido de la ingesta de contaminantes en niveles de concentración no esperables en las especies salvajes rurales o en la ganadería extensiva", concluye el experto.
Por lo que, los síntomas descritos por los vecinos, así como los descritos por los s de Google Reseñas, como vómitos o dolor de tripa, podrían deberse a la ingesta de comida en mal estado, putrefacta o...¿Quién sabe?
somoza.j
13/04/2025 11:11
ES OTRA CULTURA Siempre lo dije, hay que tener estómago para comer en un restaurante chino.