Jonathan Benito, neurocientífico y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, lleva años estudiando el cerebro humano y su relación con el bienestar. En El poder de la amabilidad (Ed. Planeta), su nuevo ensayo, sostiene que ser amable no es solo una cualidad ética o socialmente deseable, sino una estrategia evolutiva rentable: la clave para posicionarse mejor en los grupos, reducir el estrés, generar vínculos duraderos y vivir más y mejor. Lejos de la ingenuidad o la sumisión, Benito reivindica una amabilidad combinada con asertividad como herramienta de salud emocional, éxito social y resistencia frente a la agresividad y la hipercompetitividad. En esta entrevista con Vozpópuli, explica por qué una sonrisa es más eficaz que una amenaza, cómo sobrevivimos como especie gracias a la cooperación, y por qué Twitter (o la vida en grupo) necesita más savoring que gritos.
Pregunta. Evolutivamente, una sonrisa es más rentable que un mal gesto.
Respuesta. Muchísimo más, porque fíjate que el cerebro se crea en el seno de un grupo. Y en los grupos, una de las cosas que ocurre es que siempre hay desigualdades y, en un momento determinado, hay jerarquías, dominancias, etcétera, y te pueden expulsar del grupo. Entonces, cuando expulsan a un individuo del grupo —y si estamos pensando, por ejemplo, en chimpancés—, es un animal muerto.
Básicamente, una sonrisa supone un mensaje de aceptación, como diciendo: “Yo te acepto, no te expulso del grupo”. Y eso produce una tranquilidad terrible en el cerebro.
P. Tu libro habla sobre la rentabilidad de la amabilidad, pero esta frase de “ser bueno es ser tonto”, ¿la ciencia ha llegado a estudiar hasta ese límite?
R. Sí, muy buena pregunta. Fíjate que a veces se puede confundir la amabilidad con la ingenuidad, incluso con la sumisión. Una de las cosas que digo en el libro es que, cuando la amabilidad la conjugas con habilidades asertivas —es decir, cuando sabes poner tu límite, establecer fronteras y respetarte—, ya no hay forma de confundirla ni con debilidad ni con sumisión. Básicamente, lo que intento proponer es: amabilidad más asertividad.
P. ¿Y por qué tienen tan buena fama, incluso carisma, los bordes? Se me ocurren casos como el de la serie House, o esos personajes que siempre atraen mucho.
R. Yo creo que, en ese tipo de casos, es porque no los tienes muy cerca. Es como que hacen cierta gracia, pero cuando tienes que convivir con ellos, cuando esa persona borde te afecta laboral o personalmente, porque convives en casa con ella, ya no es tan atractiva. Cuando tiene un punto de agresividad hacia ti, deja de ser atractivo.
P. O sea, en la tele bien, pero al lado, no.
R. Yo creo que sí, ese es el punto.
P. Has dicho que, en el fondo, a todos nos importa lo que piensen de nosotros. Hay mucha gente que dice que no.
R. Que dice que no, efectivamente, pero fíjate que en el fondo sí que es verdad. Convivimos en un grupo, y lo que tenemos es el miedo a la expulsión. Para nosotros es muy importante lo que piensen de nosotros, porque si el grupo no nos acepta, si nos juzga o no nos considera, nos va a excluir. Y eso, para el cerebro, es uno de los miedos atávicos que tiene.
P. La agresividad y la hipercompetitividad están muy presentes en la sociedad actual.
R. Están presentes porque son muy tentadoras. Es muy tentador hacerse valer dentro del grupo desde una posición agresiva. Hay mucha gente que utiliza la agresividad para intentar imponer su posición. Sin embargo, lo único que genera es resentimiento. Cuando eres agresivo con los demás, generas dinámicas hostiles y negativas, que no son nada positivas. Con la hipercompetitividad pasa algo parecido: si quieres sobresalir respecto a los demás haciendo todo perfecto y saltándote las normas morales, generas rechazo por parte del grupo.
Sin embargo, la amabilidad es una estrategia que siempre genera relaciones positivas con los demás.
P. Uno de nuestros escenarios actuales de sociabilidad son las redes sociales. Pienso en ambientes salvajes, como Twitter. ¿Cómo se puede ser amable en ese contexto?
R. Fíjate que, sobre todo con Twitter, en el fondo la inmensa mayoría de la gente es amable. Lo que pasa es que hay una serie de haters que hacen muchísimo ruido y muchísimo daño. Mientras la gente pueda esconderse bajo el anonimato y escribir de forma impune lo que le dé la gana sin consecuencias, es difícil ser amable. Cuando mostramos una cara amable en una red social así, nos exponemos. No tenemos herramientas de asertividad para establecer límites y hacernos respetar.
P. Claro, por eso también triunfa el odio. A nivel de rentabilidad en seguidores, el odio se ve rentable.
R. Sí, desgraciadamente sí lo es. Desata muchas más visitas y genera más comentarios. Un comentario amable en una red social apenas se valora, mientras que un comentario de odio tiene muchísima repercusión, desgraciadamente.
P. ¿A ti, como divulgador, te pasa que te quedas con el que te critica?
R. Sí, pero intento hacer un ejercicio de abstracción. Sé que es un sesgo cognitivo humano quedarse con las valoraciones negativas. Intento no darle demasiada importancia. Sé que es algo humano, que es una minoría, e intento que no me afecte.
P. Para terminar, este término que me ha parecido tan interesante: ¿qué es el savoring?
R. El savoring es básicamente saborear la vida. A veces estamos disfrutando de pequeñas cosas a las que no damos importancia: tomarnos un café con un amigo, darnos una ducha, tener un sitio caliente para dormir… El savoring es poder abstraerte de esa experiencia y valorarla desde fuera: “Qué suerte tengo de estar tomándome este café, de darme este paseo por el campo, de ver a un ser querido”. Es saborear la vida. Disfrutarla.