El común denominador de los partidos políticos españoles de izquierdas esgrime repetidamente una anacrónica cantinela: “lo público” como panacea universal frente al mundo privado.
“Lo público” es una fe dogmática –como en las religiones- que sin que medie explicación racional alguna se opone, se supone que por sus virtudes nunca explicadas ni justificadas, a lo privado, que los comunistas -que todavía abundan en España- consideran una institución a erradicar y los socialistas un mal menor que debe quedar reducido a su más mínima expresión y a su obediencia política.
Esta sacralización de “lo público” se extiende, básicamente, en dos direcciones convergentes: el tamaño del Estado y la gestión de los recursos públicos. Consideran necesariamente muy positivo que los presupuestos del Estado crezcan sin cesar, sin reparar que los impuestos que los financian frenan el crecimiento económico y el empleo privado, es decir, la prosperidad real, y que cuando además se genera deuda pública excesiva el país camina hacia un estado fallido, como Grecia, Argentina, etc. Además, consideran, sin que medie explicación alguna ni datos que lo atestigüen, que la gestión pública de la prestación de servicios es necesariamente, no solo mejor que la privada, sino la única posible. De nuevo, la izquierda opera aquí con su oscura, fatua y supremacista concepción de la realidad, que no se atiene a razón alguna ni al contraste empírico de sus proposiciones. Basta que la “iglesia progresista lo diga” para que sea necesariamente cierto. Por cierto, carentes de integridad moral -pensar, decir y hacer lo mismo- a nivel personal, los jefes socialistas suelen usar la educación y la sanidad privada para ellos y sus allegados; la pública es solo para los demás.
Afortunadamente, para los suecos, las políticas liberales están dando marcha atrás a sus desmanes socialistas, con magníficos resultados. ¿Algún político socialista o medio afín, se ha molestado en conocer y valorar alguna vez en público el “caso sueco?
Recientemente, “lo público” ha entrado en la universidad, tratando de mancillar las privadas, sin plantear la calidad de sus enseñanzas -las mejores del mundo son casi todas privadas- ni la santa libertad ciudadana de elegir con su esfuerzo económico las entidades que mejor le parezcan. De nuevo, quienes postulan “lo público” -para los demás- se han educado en universidades privadas.
Suecia, la incontestable referencia socialdemócrata durante décadas fracasó por completo cuando “lo público” se apropió de la sanidad, la enseñanza, las pensiones y el consecuente empleo; a costa de bloquear cuando no reducir las actividades privadas. Afortunadamente, para los suecos, las políticas liberales están dando marcha atrás a sus desmanes socialistas, con magníficos resultados. ¿Algún político socialista o medio afín, se ha molestado en conocer y valorar alguna vez en público el “caso sueco?
El ”engrandecimiento” socialista del Estado ha alcanzado con el actual gobierno un crecimiento histórico sinigual con muy graves consecuencias:
El abrumador aumento de la recaudación fiscal está consiguiendo: lastrar el crecimiento económico y del empleo, mientras que nuestro esfuerzo fiscal -presión fiscal versus la renta per cápita- supera la de los países más ricos.
El adicional endeudamiento público, que inmoralmente hipoteca el futuro de las nuevas generaciones, ha crecido tanto y a costa del ahorro exterior que hará cada vez más difícil su gestión. Argentina y Grecia son dos buenos ejemplos de lo mal que terminan estas irresponsables expansiones financieras de los estados.
Y si graves y preocupantes son las circunstancias descritas, aún se agravan más cuando se analiza la gestión de los ingresos públicos. La eficiencia –resultados versus recursos empleados- del gasto público en España se sitúa muy por debajo de las medias de la OCDE y la UE, mientras que la externalización de su gestión es también muy inferior a la de los países de referencia.
Un ejemplo actual de la manera religioso-dogmática de tratar los temas económicos se podría resumir en el viejo dicho: “dime de que presumes y te diré de lo que careces”. El Gobierno y su trompetería mediática lanzan sus campanas al vuelo para presumir –a partir de algunos datos coyunturales- de sus logros económicos, que en una sociedad cerrada como anhelan, podrían tener recorrido; pero no, felizmente, en nuestra sociedad abierta. La realidad económica, con los datos públicos e internacionales en la mano, se encuentra en las antípodas de sus falsedades: campeones del desempleo y del crecimiento de la –ya muy abultada- deuda pública en la OCDE, decrecimiento acumulado de la renta per cápita y creciente divergencia con la UE. Solo Zapatero compite con Sánchez en pésimos resultados económicos, que tratan de vender como ”un éxito”, en contra de la evidencia empírica.
Mientras que en las empresas, e incluso en la vida familiar ,el uso de sus recursos -grandes y pequeños- siempre está asociado a decisiones responsables vinculadas a su optimización, en el ámbito público solo interesa gastar, cuanto más mejor
Es un lugar común la creciente insostenibilidad del gasto público, así como su uso cada vez más obsceno al servicio personal de unos políticos irresponsables que actúan en beneficio propio como si no hubiera mañana. Además del pésimo ejemplo político y personal que dan muchos del Gobierno con sus arbitrarias decisiones que nada tienen que ver con el bien común, no hay noticia de que ningún gasto esté asociado a la eficiencia de su uso. Mientras que en las empresas, e incluso en la vida familiar ,el uso de sus recursos -grandes y pequeños- siempre está asociado a decisiones responsables vinculadas a su optimización, en el ámbito público solo interesa gastar, cuanto más mejor; sobre todo en beneficio de los propios gobernantes progresistas, incluidos familiares y feligreses.
Como es natural, en los estudios internacionales al respecto, España sale muy mal parada. En eficiencia del gasto público nos situamos muy por debajo de la media de los ranking de la UE y sobre todo de la OCDE, y además claramente vamos a peor Los países que actúan así terminan pagando las consecuencias, ya que malgastan dinero ajeno que los prestamistas terminan reclamando cuando, como ya nos sucede, el nivel de endeudamiento es excesivo.
La política del Gobierno, obviando los hechos descritos, encamina a España hacia un doble abismo: financiero y económico. El primero se presentará –más pronto que tarde–cuando dejen de prestarnos y además aumenten los tipos de interés. El segundo ya lo estamos padeciendo: un exceso de gasto público y además de presión fiscal -particularmente contra el ahorro y el factor trabajo– restringe el crecimiento económico y del empleo, como pone de manifiesto una decadente -algo insólito en tiempos de paz- renta per cápita y un desempleo que triplica el de nuestros mejores vecinos.
francis
28/04/2025 07:23
Muy buen artículo (en mi opinión...); solo un comentario: estás desastrosas políticas son las favoritas de izquierda....y derecha. Repasemos la historia y cada uno de los gobiernos. Las excepciones,....son muy excepcionales.