La ciudad de Roma ayer amaneció abarrotada de turistas, peregrinos y medios de comunicación. La plaza de San Pedro es un tablero de ajedrez con piezas de más y el silencio de la Ciudad Eterna queda eclipsado estos días por el bullicio de la muerte del Papa Francisco. Durante la mañana del miércoles, además, la calma se quebró con el sonido solemne de las campanas del Vaticano, que repicaban con respeto al paso del cortejo fúnebre del pontífice fallecido.
Acompañado por cánticos y el lento andar de decenas de cardenales que ya se están acercando a Roma, sacerdotes y toda la pompa vaticana, el cuerpo del Papa Francisco fue trasladado desde la residencia de Santa Marta hasta el interior de la Basílica de San Pedro. Es la primera vez que tiene lugar un recorrido público como este. Así, desde las primeras luces del día, una corriente constante de cardenales, religiosos y líderes civiles ha desfilado por la nave central de San Pedro, acercándose al féretro con recogimiento.
A última hora de la tarde, cuando apenas quedaba prensa en las tribunas laterales preparadas para estos días, aparecía la presidenta del Consejo de Ministros, Giorgia Meloni, acompañada de su ministro de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani. Ambos se arrodillaron frente a la figura del Papa. Junto a ellos, otros tantos cardenales creados por el Papa Francisco rezaban junto a su cadáver. De fondo sonaban los cánticos de la Misa que se celebra cada tarde en el Altar Mayor y el click de las miles de fotografías. Todos los peregrinos pretenden inmortalizar el rostro sereno del Papa.
En los corrillos de la prensa un detalle no ha pasado inadvertido, y tampoco para muchos peregrinos: el Papa Francisco será enterrado con sus inseparables zapatos negros. En su féretro de terciopelo llaman la atención esos zapatos, que no son nuevos, no brillan, no parecen diseñados para la ocasión. Son los mismos zapatos que Francisco ha usado durante su pontificado, desde aquel inolvidable «Buona sera», hace ya doce años, en el balcón de la Logia Central, hasta sus visitas a las periferias del mundo. El pontífice argentino entrará a los cielos con unos zapatos gastados, sencillos, sin adornos. Qué símbolo poderoso: esos zapatos negros son una imagen de su vida y su papado.
19.400 personas pudieron velar a Francisco
Francisco ha sido el protagonista de un pontificado sencillo. Desde la soledad de la Plaza de San Pedro, vacía durante los meses más mortíferos de la pandemia, hasta sus viajes continuados a países recónditos, este par de zapatos son la mejor argumentación frente a las elucubraciones de tantos vaticanistas. Precisamente por esto podemos decir que el Papa Francisco ha muerto con las botas puestas: apenas unas horas antes de fallecer recorría el empedrado del Vaticano para saludar a los miles de fieles congregados en Roma coincidiendo con el domingo de Resurrección.
Los peregrinos encuentran además un nuevo detalle. Entre sus manos, otro símbolo que no ha pasado desapercibido: un rosario negro. Aunque muchos lo han interpretado como un signo de luto o sobriedad, lo cierto es que se trata del rosario que lo ha acompañado cada noche en Santa Marta, con el que ha rezado a la Virgen —junto a la que será enterrada este sábado— a lo largo de estos últimos años. El mismo que tantas veces asomó por entre sus dedos mientras oraba por la paz, por los inmigrantes, por los enfermos. Entre sus dedos ahora rígidos, un objeto sencillo pero cargado de una profunda espiritualidad.
Pasadas las 8 de la tarde, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y portavoz de la Iglesia, Matteo Bruni, daba las primeras cifras oficiales: a lo largo del miércoles alrededor de 19.400 personas pudieron velar el cadáver de Francisco. Otros tantos miles siguieron la retransmisión online y los comentarios de los más de 4.000 periodistas acreditados para la ocasión. Además, tal y como reconoció Bruni, en Roma ya se encuentran 103 cardenales, a los que irán sumándose otros tantos durante los próximos días. Todos ellos, juntos a los fieles, podrán acercarse al cuerpo de Francisco, cuyo último gesto de paz nos recuerda que descansa con las botas todavía puestas.