Opinión

Fondo de armario

Si Yolanda cambia de traje varias veces al día, ella dirá que más cambia de opinión el presidente en ese mismo plazo

  • Yolanda Díaz y su outfit en Cannes -

La conseja de que los políticos cobran poco acompaña a esta democracia en tenguerengue desde sus inicios. La emplean, sobre todo, los políticos, como es natural, pero el hecho mismo de la insistencia en el argumento ya nos alerta sobre su cuestionabilidad. Hombre, por supuesto que todos recordamos a algunos de esos prohombres (o promujeres, por supuesto) sometidos a esa austera renuncia –el marqués de Salamanca, un poner, el conde de Romanones y así—pero han de convenir conmigo que eso no es lo habitual. O sea, que sí, que los grandes profesionales o ricos por su casa, pierden dinero en la política, pero salta a la vista que una lamentable mayoría del resto de la nómina pública nunca había ganado, ni de lejos, ni siquiera la mitad de lo que les da el oficio político, y excuso ahora referirme a los que a ella arriban con una mano detrás y otro delante.

¿Podría ganar más el “molt honorable” Pujol y su tribu de lo que han afanado antes de perder la honorabilidad protocolaria? ¿Se habría visto en otro Ábalos de ejercer como maestro en una escuela valenciana? Ni caso a los Tito Berni y Koldos, dos entre mil en la situación actual, aunque, ciertamente, saltan a la vista o más bien claman al cielo, por no hablar del propio presidente del Gobierno o de figuras estelares como esa indefinible sibila que vicepreside en segundo grado nuestro Ejecutivo, esto es, la omnipresente Yolanda. ¿Qué tenía Yolanda antes de zambullirse en la política, y lo que es más inquietante, dónde podrá plantar sus reales cuando salga rebotada de ella? Se me podrá objetar que su caso no es ni más ni menos que el una legión de mandatarios actuales, y sería la pura verdad, si no fuera porque su exacerbada omnipresencia hacen de ella un personaje singular.

Es posible que lo de Yolanda no tenga rival en las croniquillas de “socialité”: ese trajín de me pongo, me quito y me vuelvo a poner el sayo, a ser posible a juego ya tono con el acto en que lo habrá de lucir, me cuesta creer que ite comparación

¿Se ha fijado a alguien en el atuendo de Yolanda? ¿De dónde saca 'pa' tanto como destaca esa energía agitada como una pavesa que si un día aparece tres veces en el telediario tengan por seguro que lo hará con tres conjuntos diferentes, y si sale siete, con siete? Hay quien fantasea elucubrando cómo habrán acomodado en el ministerio un abigarrado fondo de armario como ése que para sí quisiera la más exigente vedette, aunque más que su eventual emplazamiento lo que hace cavilar a muchos es de qué pródigo hontanar habrá salido la pasta para costearlo.

Es cierto que no es nueva entre las ministras esa pulsión por lucir el atavío –ocasión hubo en que apareció alguna plana mayor luciendo los suyos y hasta una política tan discreta como Soraya se prestó en una ocasión a un atractivo y hasta insinuante posado– pero es posible que lo de Yolanda no tenga rival en las croniquillas de “socialité”: ese trajín de me pongo, me quito y me vuelvo a poner el sayo, a ser posible a juego ya tono con el acto en que lo habrá de lucir, me cuesta creer que ite comparación. Por lo demás, no parece que haga grandes cosas en política esa modelo pero a ver quién le echa la pata a ese “look” glamouroso que se gasta y al que no renuncia ni al visitar un sindicato ni cuando se tercia posar junto al Papa.

La cuestión de las facturas

Hasta hay por ahí quien, a la vista de tan lujosa exhibición, entiende que no deben ir tan mal las cosas en nuestra crítica económica, tal es el prestigio y el significado simbólico que ha tenido siempre el lujo indumentario. ¡Cualquiera sabe! Desde luego, si ha resistido al gasto suntuario de los no pocos personajes derrochadores que anda inventariando la OCU en cochazos, viajes de placer, francachelas nocturnas y picuquis de catálogo, no se va a venir abajo por las exigencias de la coquetería de las ministras.

Otra cosa es que la mimada y suntuaria estética de ésta o aquella –porque, por descontado, hay varias que tal para cual—devuelva a mucha gente a la enojosa cuestión de las facturas. No estará tan mal pagada la alta función pública –dicen otros-- cuando alcance para dar y tomar el emperifollado de las “miembras” del Gobierno tanto como los indecentes desmanes de algunos de sus colegas masculinos. Pero un fondo de armario tan suntuoso da inevitablemente mucho que hablar por más que, en fin de cuentas, si Yolanda cambia de traje varias veces al día, ella dirá que más cambia de opinión el presidente en ese mismo plazo y ahí lo tienen, tan pancho.

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