El deceso de un Papa es un acontecimiento de gran trascendencia para la Iglesia católica y millones de fieles en todo el mundo. Cuando esto sucede, se activa un estricto protocolo que rige desde la confirmación oficial de su muerte hasta su entierro y la posterior elección de su sucesor.
Sin embargo, una de las dudas más recurrentes es cuánto tiempo transcurre entre su fallecimiento y su sepultura. La respuesta no es aleatoria: existe un procedimiento establecido que ha sido seguido en los últimos pontificados y que garantiza una despedida solemne, además de dar tiempo al cónclave para preparar la sucesión.
El protocolo tras la muerte de un Papa
Cuando un Papa muere, el primer paso es la confirmación oficial de su fallecimiento, un proceso que lleva a cabo el cardenal camarlengo. Según la tradición, este certifica la muerte golpeando suavemente la frente del pontífice con un martillo de plata y llamándolo tres veces por su nombre de pila.
Después, el Vaticano emite un comunicado y comienza el periodo de luto, que dura nueve días (Novemdiales). Durante este tiempo, se celebran misas y actos litúrgicos en su honor.
¿Cuándo y dónde se entierra a un Papa?
El cuerpo del Papa es expuesto en la Basílica de San Pedro durante tres días, para que fieles y autoridades puedan rendirle homenaje. Posteriormente, se celebra un funeral multitudinario en la Plaza de San Pedro, generalmente presidido por el decano del Colegio Cardenalicio.
El entierro suele realizarse entre el cuarto y sexto día después de su muerte. La mayoría de los pontífices han sido sepultados en las Grutas Vaticanas, bajo la Basílica de San Pedro, aunque algunos han elegido otras ubicaciones, como Juan Pablo II, que reposa en una capilla más accesible dentro del templo.
Con el Papa ya sepultado, el Vaticano se prepara para la siguiente fase: la convocatoria del cónclave, en la que los cardenales elegirán al nuevo líder de la Iglesia católica.
Este procedimiento, que combina tradición y solemnidad, asegura una transición ordenada en la Santa Sede y marca el inicio de una nueva etapa para la Iglesia.