Cultura

Maluma, entre el carisma y los clichés machistas, en un Movistar Arena eufórico

El colombiano ofreció un espectáculo de dos horas lleno de música, emoción y todos sus grandes éxitos

  • El cantante Maluma durante un concierto, en el Movistar Arena -

El show comenzó antes de que empezara. Desde las gradas hasta la pista, el ambiente en el Movistar Arena ya era una fiesta incluso antes de que se apagara la primera luz. El público, en su mayoría latino, aunque no exclusivamente, llegaba con ganas de pasarlo bien. Entre banderas, lentejuelas, gafas de sol y camisetas con frases de canciones, se respiraba euforia y comunidad. La edad del público era tan variada como los ritmos del colombiano: desde adolescentes hasta adultos que han seguido su carrera desde sus inicios. 

El colombiano ofreció el viernes el primer concierto de los tres que tiene programados en Madrid dentro de su gira +PRETTY +DIRTY!, que arrancó el pasado 15 de marzo en Barcelona y que culminará el 9 de abril en la capital española, marcando el cierre de un tour europeo que ha sido un auténtico éxito. Un hito más en los casi 15 años de carrera de un artista que ha sabido combinar reguetón, pop, romanticismo y espectáculo visual sin renunciar a su esencia.

Tras unos minutos de cortesía, las pantallas gigantes se iluminaron con una imagen inesperada: una cámara seguía a Maluma mientras caminaba por los pasillos del backstage. El artista no apareció desde las sombras del escenario como tantos otros, sino que permitió que el público lo acompañara en ese trayecto previo al show. Se le veía tranquilo, sonriente, enfundado en un estilismo tan urbano como brillante. Cuando por fin subió las escaleras y pisó el escenario, el Movistar Arena estalló. Abrió la noche con ‘Borro Cassette’ y ‘El Perdedor’, mientras miles de fans lo recibían en estado de euforia colectiva.

A partir de ahí, el espectáculo no bajó de intensidad. Con un despliegue técnico impactante, luces, fuego, pantallas y toneladas de confeti, Maluma repasó sus grandes éxitos. Pero quizás lo más inesperado fue la presencia de una banda en directo que acompañó todo el concierto. Para quienes aún piensan que el reguetón no es “música de verdad”, el colombiano ofreció una respuesta contundente: aquí también hay instrumentos, talento y dirección artística.

Un repertorio de altos contrastes

Tras las primeras canciones el artista se despojó del abrigo y apareció con camisa y pantalón de cuero granate, estilismo que marcaba la línea entre el ídolo urbano y el galán latino. Así cantó ‘Miss Independent’ y ‘Carnaval’, dejando claro que la noche iba a ser un repaso por toda su trayectoria, con especial atención a los hits más celebrados. A medida que el show avanzaba, el vestuario se evaporaba: acabó sin camiseta, con las fans rendidas, mientras sonaban los acordes de ‘HP’. 

El repertorio fue una montaña rusa de emociones y estilos. Desde la sensualidad cadenciosa de 'Felices los 4', que convirtió el estadio en una pista de baile, hasta el romanticismo pop de ‘V’, en la que Maluma bajó revoluciones y dejó que el público cantara con él en un momento íntimo, casi confesional. No faltaron tampoco himnos coreables como ‘Hawái’, en los que la emoción colectiva fue tal que por momentos la voz del artista se perdía entre los miles de coros espontáneos.

Para quienes llegaron esperando una fiesta, lo fue. Para quienes buscaban emociones, también. Y para quienes aún dudan de que el reguetón pueda ser un espectáculo musical serio, Maluma y su equipo se encargaron de desmontar ese prejuicio a golpe de talento y producción impecable.

Entre el espectáculo y el machismo

Pese al despliegue técnico y al entusiasmo generalizado, no todo en el concierto fue brillo y euforia. Uno de los momentos más polémicos, aunque no necesariamente señalado por todos, ocurrió cuando Maluma, en plena coreografía, le tocó el culo a una de sus bailarinas de manera claramente intencionada. No fue un accidente ni un gesto ambiguo; fue parte de la coreografía y del show. Pero la pregunta inevitable es: ¿era necesario?

El público reaccionó con una mezcla de gritos, risas y vítores. Para algunos fue simplemente “parte del espectáculo”.  En un contexto social donde se lucha por desmontar ciertos estereotipos de género y cuestionar el rol de la mujer como objeto de deseo en la industria del entretenimiento, este tipo de gestos parecen más anacrónicos que provocadores.

La situación invita a una reflexión más amplia. Si una artista como Aitana o Lola Índigo hubiera hecho un movimiento similar con uno de sus bailarines, probablemente el escándalo no se habría hecho esperar. Los titulares hablarían de “comportamiento inadecuado”, habría tertulias en televisión y columnas de opinión poniendo en duda su profesionalidad. Sin embargo, cuando lo hace una estrella masculina, especialmente dentro del reguetón, un género históricamente cuestionado por su visión hipersexualizada de la mujer, muchas veces se normaliza o se celebra como parte del espectáculo.

Este doble rasero evidencia cómo aún queda mucho por revisar en cuanto al papel del artista en el escenario y la responsabilidad que conlleva tener millones de ojos encima. La figura del “macho seductor” sigue funcionando comercialmente, pero cada vez resuena menos con una parte del público que espera algo más que sensualidad desbordada y guiones coreografiados para agradar.

Además, llama la atención la contradicción entre este tipo de gestos y el discurso que el propio Maluma ofreció minutos después sobre la importancia de ser auténtico, de valorar la esencia por encima de las apariencias y de no dejarse atrapar por lo que se ve en redes sociales. El propio artista criticó la forma en que las redes sociales distorsionan la realidad, llamó a dejar de compararse con los demás y a vivir el presente: “Las redes sociales son para disfrutarlas, pero no son nuestra vida. Si no están para transmitir un buen mensaje, no se utilizan. Nos engañan. Quiero plantar esa semillita. Aprovechemos el presente. Vivimos del pasado y el futuro causa ansiedad… Para mí estos conciertos son sanación. La vida es compleja, pero es divina”. 

Por lo que, ¿es coherente reivindicar la autenticidad mientras se recurre a viejos clichés de masculinidad dominante para encender al público?

Luces, plataforma y locura colectiva

Uno de los momentos más memorables del concierto llegó cuando Maluma abandonó el escenario principal y apareció en una pequeña plataforma colocada al final de la pista. Desde allí, cantó rodeado de fans que no podían creer la cercanía. Fue un recurso escénico efectivo, que transformó el concierto en una experiencia envolvente. 

Al terminar, regresó andando entre el público hacia el escenario principal, rodeado de su equipo de seguridad y de cientos de manos estiradas intentando tocarlo. El delirio fue absoluto: gritos, lágrimas y móviles en alto. Una escena digna de estrella internacional.

Broche final con un guiño a España

El final fue apoteósico. Maluma salió al escenario con la camiseta de la Selección española y un sombrero mexicano, y encadenó tres de sus temas más coreados: ‘Sobrio’, su colaboración con Carín León (que interpretó en solitario), ‘Según quién’ y ‘Coco Loco’, que convirtió el cierre en una auténtica explosión.

Fue el broche perfecto a una noche en la que Maluma combinó como pocos baladas románticas, reggaeton explosivo, mensajes personales y producción de alto nivel. Un show que, entre luces y sombras, reafirma su lugar como uno de los grandes del panorama latino.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli