Opinión

Muy lejos de Breda

La actual istración norteamericana maneja el poder sin miramientos ni respeto a las formas más elementales

  • El ministro de Exteriores, Rados?aw Sikorski -

Hace unos años, durante el transcurso de un visita al Museo del Prado dedicada exclusivamente a la contemplación de los retratos de los Austrias mayores, surgió entre los amigos que allí nos habíamos congregado una conversación inevitable. Cómo definir el poder que aquellos hombres, el César Carlos de la batalla de Mulhberg, el Felipe II de riguroso negro pintado en la corte por Sofonisba Anguissola, habían ostentado en aquella época de esplendor del imperio español. Uno de nosotros dio con una explicación que no he olvidado. Ser el Rey de España en esos siglos fue como ser presidente de los Estados Unidos ahora, pero sin oposición y de por vida. Un poder casi omnímodo e imposible de comprender desde la perspectiva de hoy. Nos quedamos en silencio mientras el rey Felipe nos miraba con la lejanía y la autoridad del que se sabe dueño del destino de millones de almas, sobrio y distante, con el hieratismo de un faraón egipcio.

Donald Trump tiene ahora ese poder que en el XVI y XVII tuvieron los Austrias. Es el emperador de Occidente y con cada orden ejecutiva y cada declaración pública diseña el nuevo orden mundial. Acertando de pleno en algunos asuntos, como en el abandono del wokismo y de las políticas identitarias, pero errando en otros, como en la posición que los Estados Unidos está adoptando en la guerra de Ucrania. A Trump le urge acabar con el conflicto para que empiecen los negocios, y en esa urgencia le da igual quién invadió y quien fue invadido. Naturalmente atraído por los fuertes como él, no tiene paciencia para explicaciones de los que percibe como débiles. La áspera y penosa reunión en la Casa Blanca con el presidente Zelenski, dos contra uno y en propio campo, tardará en ser olvidada por una Europa atónita que ve cómo su aliado y lider se separa de ella con la irreversibilidad de un movimiento de placas tectónicas.

La respuesta de Musk no se hizo esperar.  Literalmente le dijo, “cállate, hombrecillo. Pagáis una fracción de su coste. Y no hay sustituto para Starlink”. Hay que leer el mensaje varias veces para poder asimilar la estúpida soberbia del que se dirige así a un ministro de Exteriores de un país fronterizo con Rusia

En esa exhibición impúdica de poder, le ha tocado ahora el turno a Miroslaw Sikorski, ministro de Asuntos exteriores de Polonia, el mayor aliado europeo de los Estados Unidos. Ha tenido lugar en X, la red social propiedad de Elon Musk, y en respuesta a un mensaje del billonario en el que se jactaba de que su sistema Starlink era la base del ejército ucraniano, que colapsaría si él, Elon Musk, decidiera desconectarlo. Sikorski recordó a Musk que él no regala nada, que es Polonia la que paga 50 millones de dolares al año para que el ejército ucraniano pueda usar Starlink y que, en caso de que el proveedor del sistema se mostrara poco fiable, tendrían que pensar en buscar otros suministradores. Un mensaje correcto pero escrito con la dignidad y el orgullo de quien, siendo adolescente, presidió un comité de huelga del sindicato Solidaridad contra el régimen comunista de la época y tuvo que exiliarse por ello. La respuesta de Musk no se hizo esperar.  Literalmente le dijo, “cállate, hombrecillo. Pagáis una fracción de su coste. Y no hay sustituto para Starlink”. Hay que leer el mensaje varias veces para poder asimilar la estúpida soberbia del que se dirige así a un ministro de Exteriores de un país fronterizo con Rusia con una biografía personal extraordinaria. Porque a Sikorski se le puedd llamar cualquier cosa menos pequeño.

Tras aprovechar su exilio para licenciarse en Políticas, Filosofía e Historia en la universidad de Oxford, fue corresponsal en la guerra de Afganistán contra la Unión Soviética, y es autor de varios libros de referencia sobre el asunto. Ganó también el primer premio de World Press Photo por su fotografía de una familia afgana muerta y momificada tras un ataque soviético. Su paso por la guerra de Afganistán fue de tal valor que hasta existe un documental sobre sus pasos en el Discovery Channel. No parece que estemos hablando de un hombre especialmente pequeño, Elon. Más tarde, volvió a su Polonia natal donde ha sido en diferentes etapas ministro de Exteriores y de Defensa. Un hombre de una experiencia y conocimientos excepcionales y de una valentía personal probada. Para mayor bochorno, el secretario de Estado Marco Rubio no pudo evitar echar su cuarto a espadas y entrar en la conversación para defender a Musk, aduciendo que no había dicho lo que había dicho y que en cualquier caso, lo que tenía que hacer Sikorski era dar las gracias  porque sin Starlink Rusia hubiera ganado ya la guerra y ahora estaría en la frontera con Polonia, con lo que estaba dando la razón sin querer a los argumentos europeos. Rusia es, efectivamente, un  imperio expansionista y como ha dicho Bernard-Henri Lėvy, ya basta de pedir a Ucrania que dé las gracias cuando deberíamos ser nosotros quienes se las diéramos a ellos  por estar defendiendo a Europa en primera línea.

Lo que resulta evidente es que la actual istración norteamericana maneja el poder sin miramientos ni respeto a las formas más elementales y carece de la finezza con la que otros imperios anteriores manejaron sus asuntos. Por seguir con la visita al Prado con la que se iniciaba esta columna, ni Marco Rubio ni Elon Musk son Ambrosio Spínola en Breda, pero como europea me alegro infinitamente de que Sikorski y Zelenski sí se hayan comportado con la gallardía de Nassau.  En eso somos mejores.

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