Opinión

Ayuso, esa pesadilla

Buscan terminar con ella y lo único que consiguen es reforzarla

  • Feijóo y Ayuso, en Plaza de España -

Isabel Díaz Ayuso lo había avisado. Si me obligan a ponerme un pinganillo en la conferencia de Presidentes me levantaré y me iré. Y por supuesto que así lo hizo cuando Pradales decidió utilizar el euskera en su intervención con el único objetivo de ponerla a prueba. Como si no supieran ya que Ayuso hace exactamente lo que dice que va a hacer, sin que el miedo a las reacciones de sus enemigos, porque lo del gobierno con ella es ya enemistad personal, la detenga. La presidenta de la Comunidad de Madrid se levantó por respeto a sí misma, a la Nación y la lengua común en la que Sánchez y sus socios habían tramado la maniobra para ponerla en evidencia y desacreditarla, y a sabiendas de que ninguno de sus compañeros presidentes del PP la iba a seguir. En esa soledad del que hace lo que considera correcto Isabel se mueve muy bien, por necesidad y por costumbre, y no creo que esperara otra cosa de ellos.

Es de teflón, como las sartenes. No se le queda pegada ni una sola injuria, ni una sola presión, ni una sola maniobra. Está blindada, los desespera

Como si esto fuera poco, desactivó otra trampa contra ella cuando se negó a dar dos besos a Mónica García, que invadiendo su espacio personal con falsa cordialidad agresiva pretendía imponérselos. Le dió la mano pero no la besó, porque nadie está obligado a besar a quien te insulta gravemente y busca con malas artes tu caída. Por supuesto le llamaron de todo, pero los insultos del gobierno resbalan sobre ella como el agua por un pato. Yéndose y negándose a ser besada por Mónica García, Ayuso hizo lo que sus votantes y los que queriendo votarla no pueden por no estar censados en la comunidad de Madrid hubieran hecho de haber tenido la oportunidad. Ayuso los representa en su falta de colegueo con los socialistas, en su memoria de las afrentas recibidas, en su bajar al barro a defenderse.

Buscan terminar con ella y lo único que consiguen es reforzarla. Se alimenta de las agresiones ajenas que usa como quien toma prestado un cargador para el teléfono. Es de teflón, como las sartenes. No se le queda pegada ni una sola injuria, ni una sola presión, ni una sola maniobra. Está blindada, los desespera.

Ayuso conoce a Sánchez y no le teme. Tampoco padece el síndrome de Estocolmo con el que las élites del Partido Popular, tan centradas en centrarse, buscan siempre hacerse perdonar ser de derechas. Sabe que haga lo que haga y diga lo que diga la reacción del progresismo será la misma. Van a por ella. Y si van a ir a por ella, es mejor darles motivos, sin autocensuras y haciendo  en cada momento lo que considera que debe hacer. En Barcelona, en los toros saludando al público que la aclama, yendo al programa de Susanna Griso para defenderse de los constantes ataques de Gonzalito el hijo de Pilar Miró. No hay enemigo pequeño y no cae en esa falacia tan repetida de “no rebajarse” ante los ataques ajenos. Ayuso, chica trabajadora de barrio, sabe que no te rebajas por defenderte sino por aborregarte. Y que en el momento en que te niegas a tenerles miedo empiezas a ganar la partida.

Creer en la victoria a las bravas, votante a votante, sin compadreos ni maniobras.  No le basta al PP para ganar el esperar que la ciénaga corrupta en la que cloquea el gobierno socialista le ponga el gobierno en bandeja

Con una aplastante mayoría absoluta que ampliará  frente a ese Oscar López con cara, gesto y verbo de perdedor que Sánchez ha enviado a inmolarse contra ella y sin dejar el menor oxígeno a su derecha, es el ejemplo vivo de lo que debería hacer el Partido Popular para ganar las próximas elecciones generales. Dar la batalla cultural siempre y en todo lugar, no desperdiciar ni una ocasión para irritar y descolocar al adversario, y soportar estoicamente las risitas desesperadas con las que el entorno de Sánchez pretende desacreditarla. Ir siempre a lo suyo, que es lo nuestro, sin miedo a las situaciones incómodas, decidida, constante.

Ser la pesadilla de Sánchez, creer en la victoria a las bravas, votante a votante, sin compadreos ni maniobras.  No le basta al PP para ganar el esperar que la ciénaga corrupta en la que cloquea el gobierno socialista le ponga el gobierno en bandeja. Tiene que mojarse, restableciendo los puentes con Vox, con el que tendrá que contar necesariamente para llegar a Moncloa, y sobre todo presentando una oposición rocosa que anime a su electorado y lo saque de la orfandad en la que vive. Menos bizcochismo y más consciencia de por qué están ocupando esos despachos y ganando esos sueldos. Ya que les gusta tanto centrarse, que se centren, por fin, en eso.

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