Historia

Los primeros campos de concentración donde ingleses encerraron a descendientes de holandeses en África

Rosario Raro recupera en 'La novia de la paz' la figura de Emily Hobhouse, activista que luchó contra los campos de concentración de la guerra anglo-bóer

  • Escoceses luchando contra los Boers en Belmont. Litografía 1899

España tiene el triste honor de haber sido uno de los primeros países en crear campos de concentración donde se encerró a la población civil. Fue en la Guerra de Cuba a finales del siglo XIX, poco después el Imperio británico hizo algo similar en tierras sudafricanas durante la Segunda Guerra Bóer (1899-1902) con más de 40 campos para mujeres y niños. Las imágenes de niños esquéleticos con caras cadavéricas que relacionamos con los campos nazis, tuvieron un precedente casi medio siglo atrás en el sur de África. Ambientada en un contexto histórico tan desconocido como sobrecogedor, La novia de la paz de Rosario Raro recupera la figura de Emily Hobhouse y la sitúa en el epicentro de este conflicto, una contienda librada en el sur de África entre el Imperio británico y los bóeres, descendientes de colonos holandeses que habían fundado las repúblicas independientes del Estado Libre de Orange y la República de Transvaal. Aunque el conflicto se saldó con la victoria británica y la anexión de esos territorios, lo que verdaderamente marcó a la opinión pública fue la crudeza de los métodos coloniales, especialmente la creación de los primeros campos de concentración para población civil.

Mientras la mayoría de la prensa británica ensalzaba la conquista y su supuesto propósito civilizador, Emily Hobhouse fue una de las pocas voces que se atrevieron a denunciar la verdad. A través de sus crónicas y viajes al frente, documentó las miserables condiciones de vida en los campos establecidos por el Imperio: hambre, enfermedades y una mortandad escandalosa entre mujeres y niños. Gracias a su valentía, Hobhouse se convirtió en una figura central del pacifismo y la conciencia internacional. Sin embargo, su legado fue silenciado durante décadas. Con esta novela, Rosario Raro rescata a Hobhouse para el gran público como una heroína de la paz. La escritora, recientemente premiada con el premio Azorín, atiende a Vozpópuli en una entrevista.

P. La historia de Emily Hobhouse creo que es totalmente desconocida en países como España. ¿Es igual en lugares como Reino Unido?

R. Yo llegué a ella a través de Gandhi, porque estaba leyendo sobre él y, como tú dices, seguramente en el ámbito anglosajón en su época sí se le conocía más. De hecho, llegó a ser bastante famosa porque ella sola se enfrentó al imperio más poderoso en esos momentos, que era el británico. De todas formas, después, como resultó una persona muy molesta, se encargaron de borrarla. En el sur de África, en Bloemfontein, tuvo un funeral digno de una princesa, pero en su pueblo de Cornualles ni siquiera salió un obituario en la prensa local. Creo que si preguntáramos ahora mismo a bastantes personas en Londres tampoco sabrían quién fue Emily Hobhouse, a pesar de ser una de las figuras cumbre del pacifismo, al mismo nivel que Gandhi o Mandela.

P. Con la polémica de la descolonización que actualmente ha polarizado tanto el debate público, ¿cómo se valora su figura en Reino Unido? ¿Se ha tratado de recuperar más o sigue silenciada?

R. Hubo un relativo homenaje del 'Manchester Guardian', el periódico en el que ella escribía sus columnas. Porque el tema colonial, como tú dices, resulta bastante vergonzante para la corona británica. La guerra que aparece en mi novela enfrentó a europeos contra descendientes de otros europeos, los boers, descendientes de holandeses en el sur de África. Emily Hobhouse mostró que lo que los habitantes del Reino Unido leían en los periódicos no se correspondía con lo que estaba sucediendo realmente allí. Detrás de cualquier guerra siempre está la codicia, y en este caso eran las minas de diamantes y oro.

Emily Hobhouse

Emily Hobhouse.

P. ¿Cómo fue el proceso? ¿Se encontró con esta figura y decidió escribir una novela en torno a ella?

R. Fue precisamente leyendo sobre Gandhi, porque yo no sabía que él había mantenido una relación epistolar con Tolstói y que muchas de sus ideas pacifistas provenían del escritor ruso. Gandhi escribió una carta desde la cárcel rindiendo reconocimiento a las mujeres que le habían ayudado durante sus 21 años en el sur de África, que es una parte más desconocida de su biografía. Ellas lo apoyaron en su campaña para que se respetaran los derechos de más de 150,000 compatriotas indios en África. Esto fue la chispa que después saltó a la India, culminando con la independencia del país.

P. Ha investigado cómo fueron algunos de estos primeros campos de concentración del mundo ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención?

R. Lo que más me ha impactado es que asociamos los campos de concentración al nazismo, pero existieron antes en el sur de África y en la guerra hispano-estadounidense en Cuba. Es una estrategia deleznable, ya que dentro del horror de la guerra tiene grados extremos: concentrar a la población civil para presionar al enemigo en condiciones indignas. Emily Hobhouse denunció esto y le dijeron que era una señorita de alta sociedad con una percepción distorsionada por haberse criado entre algodones.

P. En la novela, Gandhi aparece retratado de una forma muy diferente a la que conocemos tradicionalmente.

R. Juan Eslava Galán, presidente del jurado del premio Azorín, comentó que el Gandhi de la novela es un pijo inglés que vestía con trajes hechos a medida por los mejores sastres de Londres y tenía una dicción perfecta del inglés. En cambio, Emily Hobhouse era más una hippie de 1901, anticipando la idea de "haz el amor y no la guerra". Frente al supremacismo e imperialismo, mis personajes representan el contrasentido de considerar un crimen amar, mientras se ensalzaba la guerra con conceptos como el honor y la gloria. Para mí, tiene más épica la paz.

Lizzie van Zyl , una niña bóer, visitada por Emily Hobhouse en un camp

Lizzie van Zyl , una niña bóer, visitada por Emily Hobhouse en un campo de concentración británico.
 

P. Pero la guerra vende mejor que la paz, de la misma época y guerra son algunos de los poemas más conocidos de Kipling

R. Exactamente. Kipling, por ejemplo, nació en la India bajo dominio británico y sabía muy bien cómo funcionaba esa propaganda bélica. En mi novela se plantea que Reino Unido tiene un complejo de inferioridad por su insularidad, lo que impulsaba delirios imperialistas como los de Cecil Rhodes, quien quiso construir un ferrocarril desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo. Son expansionismos sin fronteras geográficas ni morales.

P. ¿Estamos viendo algo similar hoy con Trump y Groenlandia, o Putin y Ucrania?

R. Sí, porque detrás siempre está la codicia por recursos y territorios. Esta estrategia expansionista se repite constantemente como si fuera un juego, pero hay que recordar que siempre hay vidas humanas implicadas.

P. ¿Cómo fue la relación entre Gandhi y Emily Hobhouse?

R. Gandhi iraba profundamente a Emily, la llamaba "constructora de puentes" por su capacidad de diálogo y negociación. Ella quería parar no solo la segunda guerra anglo-bóer sino cualquier conflicto, incluso intentó detener la Primera Guerra Mundial. Fue una mujer que movilizó conciencias y logró movilizar millones en ayuda humanitaria durante la Primera Guerra Mundial.

P. Para terminar, ¿cómo le ha cambiado haber ganado el premio Azorín?

R. Lo he ganado con mi sexta novela y sentí como si la vida me sacara a bailar. Además del prestigio del premio Azorín, me ha encantado recibir cientos de mensajes de personas diciendo "se me saltaron las lágrimas de alegría al conocer la noticia". Literariamente, un premio atrae nuevos lectores porque funciona como una garantía de calidad, y eso es muy valioso.

‘La novia de la paz’ de Rosario Raro

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