Política

Yolanda Díaz se enfrenta a una rebelión interna en Sumar por su transigencia con los escándalos del PSOE

Solo IU atiza a los socialistas en público. Los aliados de la vicepresidenta lamentan que tragara ser la cara del Ejecutivo en plena oleada de escándalos

Yolanda Díaz pasó este miércoles en el Congreso un mal trago, se notó en su cara. La vicepresidenta segunda, rostro visible de Sumar dentro de Moncloa, recibió todas las bofetadas del PP por los casos de corrupción socialista que desangran al Gobierno. Sin Pedro Sánchez ni María Jesús Montero, a Yolanda Díaz le tocó guardar un sonoro silencio que ha molestado a varios dirigentes de su formación que, en privado, demandan contundencia, según ha sabido este diario.

El espacio político que dirige Yolanda Díaz se enfrenta a una seria contradicción. La ausencia de una reacción contundente ante los escándalos que salpican al PSOE destrozan su imagen, pero no se puede permitir más si no quiere que la coalición salte por los aires. Mientras el caso Leire Díez –la fontanera socialista que supuestamente maniobró para desprestigiar a la UCO por sus indagaciones sobre el caso Koldo– sigue generando titulares, Sumar guarda un silencio que incomoda a sus bases más exigentes y que está abriendo grietas internas.

Aunque por esa grieta se han colado algunas voces aisladas, como las de Compromís o Izquierda Unida, que han pedido explicaciones al PSOE, la dirección de Sumar no ha querido incomodar a su socio de Gobierno. La callada por respuesta, lejos de ser inocua, tiene consecuencias políticas profundas.

Sumar parece ya un mero apéndice del PSOE

La izquierda que impulsó el 15-M y que luego encontró vehículo en Podemos –y ahora en Sumar– nació con un mandato ético: no tolerar la corrupción, viniera de donde viniera. Fue esa sensibilidad la que quebró el bipartidismo y dio pie a nuevos liderazgos. Hoy, esa misma sensibilidad observa con desazón cómo Sumar opta por no levantar la voz ante las maniobras de una militante socialista para desactivar una investigación judicial. El riesgo es claro: alimentar la sensación de que, en el poder, todos terminan pareciéndose.

Sumar empieza a parecer, si no lo es ya, un mero apéndice del PSOE, que este miércoles abrió un expediente informativo a Díez, pero no la expulsó de militancia. Su papel como socio menor le obliga a hacer equilibrismo: marcar diferencias sin romper la coalición. Pero en ese equilibrio, la inacción ante casos graves erosiona y refuerza la hegemonía socialista. Yolanda Díaz, que construyó su figura política desde una supuesta superioridad ética y técnica frente a los partidos tradicionales, aparece hoy atrapada en la lógica de quien calla para conservar su cuota institucional de poder.

Sumar, según fuentes conocedoras de la vida interna del partido, no puede permitirse la fuga de votos por su flanco izquierdo. El votante más exigente, menos clientelar, puede optar por abstenerse, volver a opciones municipalistas o incluso mirar hacia proyectos emergentes. Las encuestas ya empiezan a mostrar desafección en los tramos de votantes más jóvenes y críticos, aquellos que no entienden la diferencia entre denunciar la corrupción del PP y silenciar la del PSOE.

El silencio de Sumar grita más que cualquier discurso contra la corrupción

Sumar, con todos los casos que se le acumulan al PSOE, tenía la posibilidad de mostrar que es capaz de exigir ejemplaridad sin caer en el ruido. Pero no lo ha hecho. IU, con Enrique Santiago a la cabeza, sí ha sabido ver ese hueco político y, por eso, alzó la voz con contundencia. Sin aspavientos, pero con claridad. El contraste es nítido: mientras algunos en Sumar piden explicaciones y coherencia, la dirección guarda silencio. Y quien calla, otorga.

El proyecto de Yolanda Díaz se fundó sobre la promesa de renovar la forma de hacer política. ‘Otras políticas’, fue el lema del embrión. Díaz quiso anteponer los valores al tacticismo. Sin embargo, la estrategia de evitar conflictos con el PSOE por cuestiones éticas proyecta una imagen de pragmatismo que decepciona a muchos de los suyos, según confiesan fuentes de la formación. A ojos de muchos de sus votantes, Sumar está sacrificando su alma fundacional en el altar de la estabilidad gubernamental.

En política, el silencio también comunica. Y cuando se trata de corrupción, puede gritar más que cualquier discurso. En un espacio tan exigente como el de la izquierda crítica, no plantar cara al socio de Gobierno cuando hace falta puede salir más caro que romper la disciplina de la coalición y sus dinámicas de poder interno. Cada día que pasa sin una palabra clara, su promesa de regeneración se diluye un poco más.

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