El Gobierno lleva varios días fijando una meta temporal: verano. En verano pueden llegar unos presupuestos, en verano se sabrán -en principio- las cifras que España tendrá que invertir en defensa porque habrá veredicto de la OTAN en La Haya, en verano se sabrá si la amnistía es o no constitucional... Y en verano, según ha sabido este diario, Junts planea dar carpetazo al Ejecutivo y negarse a negociar nada más con él. Por eso, en Moncloa cunde el pánico.
El presidente del Gobierno, que necesita tiempo, ya ha activado a sus negociadores para evitar que Carles Puigdemont reviente todo, aunque la comunicación entre el Palacio de la Moncloa y Waterloo no es, en estos momentos, nada fluida, según fuentes negociadoras. Según El Confidencial, el número tres socialista, Santos Cerdán, ha prometido a Puigdemont que podrá volver a España este verano; su gran anhelo. Toda una operación de cortejo destinada a estirar la legislatura e impedir que salte por los aires. Aunque eso no depende de una decisión política, sino jurídica.
El Tribunal Constitucional (TC) prevé pronunciarse poco antes del verano sobre los dos principales recursos contra la ley de amnistía, presentados por el PP y el Tribunal Supremo. Y después deberá abordar las impugnaciones planteadas en la misma línea por una quincena de comunidades autónomas. Se espera que en todas estas resoluciones el tribunal de garantías avale la constitucionalidad de la norma.
Sin embargo, además de resolver la cuestión de inconstitucionalidad y los recursos del PP, el TC tendrá que abordar un recurso adicional que Carles Puigdemont aún no ha interpuesto. Este recurso impugnaría la decisión del juez Pablo Llarena de excluirlo de la amnistía, que argumenta que su delito de malversación agravada queda fuera del alcance de la norma al implicar un enriquecimiento personal. En otras palabras, primero el tribunal debe validar la constitucionalidad de la ley y después determinar si esta se aplica al expresidente catalán. Sin esta última resolución, Puigdemont no podría regresar a España tan fácilmente. Puede que el presidente Sánchez tenga conocimiento de los próximos pasos del TC y, por eso, esté mandando ese mensaje a Puigdemont.
En cualquier caso, el plan de Junts es dar la patada a Sánchez una vez logre dos hitos políticos que están cerca de cumplirse: la delegación de las competencias de inmigración y control de fronteras, que tienen que pasar el filtro del Congreso, y la oficialidad del catalán en la Unión Euorpea. Una vez estén en la cuenta de Puigdemont, se acabó la farsa. Si, además, la ley de amnistía recibe la bendición del Tribunal Constitucional, Puigdemont podría considerar que ha obtenido su principal objetivo político.
Llegado ese punto, el expresidente catalán intentaría desmarcarse del PSOE para reforzar su perfil rupturista de cara a unas futuras elecciones catalanas o generales. Su siguiente paso sería negociar un referéndum de autodeterminación. Pero los socialistas han descartado siquiera contemplar esa posibilidad. El Gobierno de Sánchez es débil y Puigdemont buscará precipitar una crisis política que le beneficie y utilizar su capacidad de veto en el Congreso para provocar bloqueos. Si vuelve a España tras la amnistía, podría buscar consolidar su liderazgo, aunque es altamanete probable que la candidatura a la presidencia de la Generalitat sea para Miriam Nogueras, portavoz de Junts en el Congreso.
La realidad es que el PSOE necesita al independentismo catalán para sostenerse en el Palacio de la Moncloa. En concreto, los 14 votos que suman ERC y Junts en el Congreso. Y el independentismo catalán necesita munición en forma de concesiones políticas que vender a la parroquia que todavía suspira por ver ondear la bandera estelada en lo más alto del Palacio de la Generalitat.
En esa confluencia de intereses, los socialistas ya han pervertido hasta una decena de normas constitucionales —bien sea mediante leyes ya aprobadas, proyectos de ley en tramitación o aspiraciones de proyectos de ley incluidos en acuerdos políticos con los secesionistas— para, poco a poco, vestir a Cataluña de Estado independiente sin que llegue a serlo oficialmente. La máxima es que lo parezca aunque no lo sea y aunque ese traje retuerza hasta límites insospechados la norma fundamental que todos los españoles se dieron en 1978 para vivir juntos políticamente.
Un exministro socialista comentó una vez, en privado, que el independentismo catalán es como un cáncer al que el Estado, de generación en generación, no le queda más remedio que aplicar quimioterapia para evitar que se extienda y mate el proyecto colectivo de todo el país. Y ese es el problema en que incurre la aventura de Pedro Sánchez: la amenaza que se atisba en el horizonte y de la que, que nadie se lleve a engaño, los independentistas avisan.
No por casualidad, Carles Puigdemont se jactó poco después de que el PSOE registrara con Junts la proposición de ley de delegación (cesión) en la Comunidad Autónoma de Cataluña de competencias estatales en materia de inmigración, de que los catalanes asumirán —gracias a él y si el Congreso la termina aprobando— una competencia que normalmente ejercen los Estados. Apariencia, el arte de la política.
berenguer
30/03/2025 10:15
Ja1, Ja!, Ja! ... Vaya titular ... " ... en pánico" ... Ni Junts, ni ERC, ni nadie del grupo de investidura va a dejar caer a Sánchez para cambiar el gobierno de España por una del PP apoyado por Vox ... Son malos, pero no tontos ...
ses_
30/03/2025 11:13
Buenos dias, en mi opinión salvo circunstancia impredecible no creo que haya cambio