Un equipo internacional de científicos, liderado por el Instituto de Biología Evolutiva (IBE), un centro conjunto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Pompeu Fabra (UPF), junto con la colaboración del Instituto Botánico de Barcelona (IBB, CSIC-CMCNB), ha identificado una nueva especie de mosca azul (familia de los califóridos) cuyas larvas logran infiltrarse en colonias de termitas cosechadoras.
El hallazgo, publicado en Current Biology, tuvo lugar en la cordillera del Anti-Atlas, al sur de Marruecos, y ha revelado adaptaciones morfológicas y químicas únicas. Este descubrimiento proporciona nuevas perspectivas sobre la evolución de las moscas y las estrategias de adaptación de especies que interactúan con termitas, según recoge Europa Press.
“Fue un hallazgo fortuito. Nuestro grupo de investigación se centra en mariposas y hormigas, pero debido a las fuertes lluvias que impedían el vuelo de las mariposas, decidimos buscar hormigas. Al levantar una piedra, nos encontramos con un termitero y tres larvas de mosca desconocidas. Probablemente, la lluvia inundó los estratos más profundos del nido y las larvas emergieron a la superficie. Deben de ser extremadamente raras, ya que en tres expediciones adicionales solo encontramos dos más en otro termitero, pese a haber levantado cientos de piedras”, explica Roger Vila, investigador del IBE y líder del estudio.
El equipo ha documentado las peculiares adaptaciones de esta especie de mosca azul. Sus larvas han desarrollado un camuflaje excepcional que les permite infiltrarse en los termiteros.
En la parte trasera de su cuerpo, la larva presenta una estructura similar a una cabeza de termita, con antenas y palpos de un tamaño comparable al de una gran termita cosechadora. Además, posee dos falsos ojos, que en realidad son los orificios respiratorios de la larva.
“La mayoría de termitas viven en túneles subterráneos y no tienen visión funcional, pero las termitas cosechadoras emergen al anochecer para recolectar hierba, por lo que han desarrollado ojos. Sorprendentemente, la larva ha logrado imitar estos ojos con sus espiráculos”, comenta Vila.
Además, las larvas presentan tentáculos alrededor de su cuerpo que replican con gran precisión las antenas de las termitas. Esta estructura, revelada mediante microscopía electrónica de barrido, les permite interactuar simultáneamente con múltiples termitas.
Un disfraz químico para sobrevivir
En la oscuridad del termitero, la identidad de cada individuo se reconoce a través del o con las antenas, que detectan la forma y el olor característicos de cada colonia. Cualquier intruso con un aroma distinto es atacado y eliminado por las termitas soldado. Sin embargo, las larvas de esta mosca han logrado imitar el olor de sus anfitrionas para pasar desapercibidas.
“Analizamos la composición química de las larvas y el resultado fue sorprendente: olían exactamente igual que las termitas de su colonia. Además, cada termitero tiene ligeras variaciones en su perfil químico, y las larvas se ajustaban a las particularidades de su entorno. Este disfraz químico les permite integrarse y aprovecharse de la vida en comunidad”, explica Vila.
Cuando las larvas fueron descubiertas en Marruecos, ocupaban las cámaras de almacenamiento de comida del termitero. En el laboratorio, los investigadores observaron que preferían situarse en las zonas más concurridas del nido, donde recibían atención constante de las termitas, que las aseaban con sus mandíbulas.
Aunque su dieta sigue siendo un misterio, se registraron comportamientos similares a la trofalaxis, el proceso por el cual las termitas transfieren alimento boca a boca. “No solo son toleradas, sino que interactúan continuamente con las termitas a través de sus tentáculos, e incluso parecen ser alimentadas por ellas, aunque aún no hemos podido demostrarlo”, señala Vila.
El mantenimiento de estas larvas en laboratorio ha resultado complejo, ya que requiere recrear las condiciones específicas de las colonias de termitas del desierto.
“Las larvas que estudiamos no lograron completar su metamorfosis y murieron, lo que sugiere que hay factores en la relación simbiótica con las termitas que no pudimos replicar. Su alimentación exacta sigue siendo desconocida, y su fase adulta sigue siendo un enigma”, añade el investigador.
Un salto evolutivo en las moscas azules
La relación entre estas larvas de mosca azul y las termitas representa un caso inédito de parasitismo social o simbiosis. El ejemplo más cercano se encuentra en las moscas jorobadas, aunque en estas especies son los adultos, y no las larvas, los que imitan a las termitas.
“El ancestro común entre las moscas azules y las jorobadas se remonta a más de 150 millones de años, una distancia evolutiva mayor que la que separa a los humanos de los ratones. Este descubrimiento nos presenta un nuevo caso de evolución independiente de la termitofilia, la adaptación a la vida junto a las termitas”, subraya Vila.
A través de estudios filogenómicos, el equipo ha determinado que la mosca pertenece al género Rhyncomya. Dado que ninguna especie conocida de este grupo exhibe un modo de vida similar o una morfología tan inusual, los investigadores concluyen que esta nueva especie ha experimentado una rápida evolución.
“Este hallazgo nos obliga a reconsiderar los límites y posibilidades de las relaciones simbióticas y el parasitismo social en la naturaleza. Además, nos recuerda cuánto desconocemos aún sobre la diversidad y la especialización de los insectos, organismos esenciales en los ecosistemas”, concluye Vila.