Cultura

Wes Anderson abandona los personajes autómatas y recupera el brillo en ‘La trama fenicia’

El cineasta texano recupera el alma de sus películas más célebres sin prescindir de sus códigos estéticos más icónicos

  • Fotograma de 'La trama fenicia' -

Hace tiempo que las películas de Wes Anderson empezaron a parecer un mero desfile de las estrellas de cine del momento, a disposición del rey de la simetría, de sus colores pastel y de sus maniquís sin corazón. Cada espectador sabrá cuándo empezó su relación de amor-odio con el cineasta texano, pero lo cierto es que algunos coincidieron en destacar lo agotadora que resultaba la narración en el horror vacui que resultó ser La crónica sa (2021) y muchos más reivindicaron algo de corazón y espacio para las relaciones humanas en Asteroid city (2023). Como si el cineasta hubiera escuchado aquellas plegarias, llega a los cines con La trama fenicia, un regreso al latido de sus películas más icónicas. 

Wes Anderson presentó su nueva película en la reciente edición del Festival de Cannes, donde compitió por una Palma de Oro que finalmente fue para el iraní Jafar Panahi. Su propuesta, que se estrena ahora en los cines españoles, es una fábula en la que un rico empresario europeo, Anatole «Zsa-zsa» Korda, desconfiado, perseguido por sus enemigos y un tanto desalmado, a quien interpreta Benicio del Toro, busca a su hija, Liesl, una novicia encarnada por Mia Threapleton, para legarle su fortuna. Con ella, trata de llevar a cabo el Plan Fenicio de Infraestructura Terrestre y Marítima Korda, que lleva en desarrollo desde hace años. 

En un viaje orquestado para sacar adelante su obsesión empresarial, al tiempo que se libra de la muerte que le amenaza, Wes Anderson narra también un periplo en el que este poderoso, y con la ayuda de su hija, aprende a dejar de lado la avaricia y el desprecio por los desfavorecidos, al tiempo que aborda la familia y la fe, para llegar a un nivel más humilde y humano, con un final muy acorde a estos tiempos, en los que la falta de empatía queda al descubierto demasiado a menudo y los poderosos no consiguen taparse sus vergüenzas. 

No en vano, el motor de esta película es una historia familiar: la del suegro de Wes Anderson, Faud Malouf, un ingeniero libanés que contribuyó a la explotación petrolífera en Oriente Medio por parte de empresas europeas. En ese ir y venir visitando a los diferentes oligarcas que podrán hacer realidad el sueño del protagonista, La trama fenicia muestra sin pudor las artimañas de los poderosos y la falta de escrúpulos, demostrando, ahora sí, que su cine no discurre al margen de la realidad y que, cuando lo desea, consigue meter el dedo en la llaga sin resultar excesivo y sin traicionar su estilo.

La caligrafía de Wes Anderson

Esta nueva oda a la simetría precisa es coherente con los principios de su director y no renuncia a la belleza para reflejar la realidad tal y como la entienden los personajes y como él mismo la concibe, desde los diálogos a los decorados. Vemos planos cenitales deliciosos -ese que abre la película en el que varias enfermeras que curan al protagonista se mueven por un suelo hidráulico-, conversaciones perfectamente orquestadas y diseñadas en torno a una mesa, travellings cortos y códigos cromáticos reconocibles en cada escena. Wes Anderson no suelta el bolígrafo en ningún momento y su caligrafía se percibe todo el tiempo. 

La trama fenicia no se queda corta en la nómina de caras conocidas que aparecen en escena y a los protagonistas ya citados se suman Riz Ahmed, Tom Hanks, Bryan Cranston, Mathieu Amalric, Jeffrey Wright, Scarlett Johansson, Richard Ayoade, Benedict Cumberbatch, Rupert Friend y Hope Davis, todos ellos intérpretes de personajes extravagantes, como es habitual en la filmografía del texano, pero en esta ocasión más cercanos, más vibrantes y, aunque resulta imposible palparlo desde la butaca, de carne y hueso. Puede que, precisamente, al haberse acostumbrado uno a ese trasiego infinito y constante de rostros celebérrimos del cine poniendo cara -que no alma- a personajes esteticistas carentes del calor humano y de todo aquello que caracteriza a las personas, sea ese el motivo por el que uno sienta cierto alivio al salir de La trama fenicia. Esta vez sí logra conmover, y recuerda -por si hubiera dudas- que el director no dejará de ser Wes Anderson jamás. 
 

 

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