Opinión

Una solución para el tráfico

Aplicar un sistema de peajes para entrar en las grandes ciudades es una solución probada, obvia, eficaz y que, además, literalmente se paga sola

  • Tráfico Nueva York -

Nueva York, como todas las ciudades que valen la pena, siempre ha tenido un problema de difícil solución: demasiada gente quiere visitarla. La isla de Manhattan, el centro de la ciudad, alberga cientos de miles de puestos de trabajo y algunas de las empresas más famosas y productivas del planeta. Broadway ofrece los mejores espectáculos teatrales del mundo. Hay museos fascinantes, edificios singulares y restaurantes fabulosos. No es de extrañar, por tanto, que sus calles y s sufrieran atascos interminables, día y noche.

No era por falta de alternativas. Nueva York dispone de una excelente red de metro, a pesar de sus achaques, además de trenes de cercanías y autobuses. A pesar de todo, muchos insistían en conducir, haciendo que sus amplias avenidas estuvieran eternamente congestionadas.

Hace unos años, los líderes de la ciudad decidieron adoptar un peaje para entrar en la ciudad, siguiendo el modelo de Londres. Cualquier conductor que quisiera circular por debajo de la calle 61 de Manhattan (para los turistas, justo por encima del extremo sur de Central Park) sería capturado por un sistema de cámaras automáticas y pagaría una tasa automáticamente. Muchas autopistas y túneles en el estado de Nueva York son de peaje, así que prácticamente todos los conductores tienen un transpondedor con una cuenta asociada. Esta infraestructura sería utilizada para cobrar la tasa de congestión.

Como es habitual en Estados Unidos, el proceso para implementar esta medida se alargó más de una década. Hubo decenas de estudios, análisis sobre impacto ambiental, pleitos, recursos judiciales, más estudios, cientos de abogados y múltiples intentos de bloquear el proyecto. Tras un retraso solo explicable por motivos electorales y una rebaja a última hora del peaje (de 15 dólares a 9), la tasa de congestión entró en vigor a principios de este año. Los resultados han sido espectaculares.

Un millón menos de vehículos ha entrado en Manhattan. Aunque porcentualmente el descenso de tráfico parece limitado, los atascos han desaparecido casi por completo. Los tiempos de viaje en coche en los s a Manhattan han caído entre un 10% y casi un 30%

Para empezar, solo durante el primer mes de vigencia de estos peajes, un millón menos de vehículos ha entrado en Manhattan. Aunque porcentualmente el descenso de tráfico parece limitado, los atascos han desaparecido casi por completo. Los tiempos de viaje en coche en los s a Manhattan han caído entre un 10% y casi un 30%. Pasearse por la ciudad estos días es francamente sorprendente: las calles parecen casi vacías. Los atascos han desaparecido.

Los datos de transporte público dejan bastante claro que muchos conductores se han pasado a trenes, metros y autobuses. Desde que entró en vigor el sistema de peajes, el número diario de viajeros en metro ha aumentado un 9 %, hasta alcanzar 3,33 millones (como referencia, el Metro de Madrid mueve 2,26 millones al día, así que tampoco está tan lejos). Los autobuses, al no tener que lidiar ya con atascos, han visto su número de s aumentar casi un 13 %.

La calidad de vida en la ciudad ha mejorado muchísimo. Para empezar, sus calles son mucho más seguras. El número de atropellos y accidentes de tráfico se ha reducido a la mitad. La calidad del aire ha aumentado considerablemente. Y, dado que las calles son mucho más agradables gracias a la caída del tráfico rodado, hay más gente que nunca desplazándose al centro. El público en los teatros de Broadway ha aumentado un 21 %, las reservas en los restaurantes un 7 % y el tráfico peatonal un 4 %. El número de desplazamientos en coche ha disminuido incluso fuera de la zona de peaje.

Antes de su entrada en vigor, el peaje de congestión era increíblemente impopular entre los votantes de la ciudad. Tres meses después, un 60 % de los neoyorquinos se opone a los intentos de la istración Trump de desmantelarlo.

Antes de su imposición, el coste de los atascos era “pagado” por los conductores perdiendo horas y horas sentados en el coche, y por el resto de la población tragando contaminación. Cuando pides esta minoría que cubran el coste real de utilizar el vehículo privado, haciéndolo explícito, muchos prefieren no pagarlo.

No sucede demasiado a menudo, pero hay veces en que una política pública funciona exactamente como predicen los expertos. En Nueva York, el porcentaje de gente que utilizaba su coche para entrar en la ciudad para ir al trabajo rondaba el 11% (una cifra comparable a Madrid y Barcelona). Las tasas de congestión ponen un precio a un bien público con capacidad limitada, en este caso, las calles de una gran ciudad. Antes de su imposición, el coste de los atascos era “pagado” por los conductores perdiendo horas y horas sentados en el coche, y por el resto de la población tragando contaminación. Cuando pides esta minoría que cubran el coste real de utilizar el vehículo privado, haciéndolo explícito, muchos prefieren no pagarlo.

El resultado es casi mágico. Los que siguen utilizando el vehículo privado se benefician con tiempos de viaje mucho más rápidos. El resto tenemos aire mucho más limpio en la ciudad, y mejor calidad de vida. Y encima, el dinero recaudado se destina a mejorar el transporte público.

Si queremos solucionar los atascos en Madrid, Barcelona o cualquier ciudad española, implementar un sistema de peajes para entrar en ellas es una solución probada, obvia, eficaz y que, además, literalmente se paga sola.

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