El histórico apagón eléctrico, el caos ferroviario como desastrosa costumbre, el problemón del a la vivienda… Lo que caracteriza a este Gobierno, incluso por encima de su afición a la polarización y el enfrentamiento, es su dramática incompetencia. Es un Gobierno que se define por la ineficacia, y que utiliza la ideología para taparla. Si ofrece toneladas de demagogia en su relato, es porque no tiene otra cosa que ofrecer. A falta de obras, dispensa malas razones, y a veces ni eso.
Que todavía estemos sin explicaciones del fundido en negro del pasado 28 de abril es algo tan incomprensible como que la presidenta de Red Eléctrica siga en su puesto. Desconfíen de las noticias que no procedan de fuentes oficiales, nos dijo paternalistamente Sánchez, siempre presto a arrogarse el monopolio de la verdad. Pero desde entonces las informaciones oficiales han brillado por su ausencia, seguramente porque contrarían lo que al Gobierno le hubiera gustado contar. De modo que están ensayando el silencio como nueva forma de mentira. Por supuesto que ya saben lo que pasó, pero que nadie espere que lo desvelen. El bulo oficial será esta vez que no es posible saberlo.
En una encendida defensa que la interesada, por la cuenta que le trae, seguro que hubiera preferido que se ahorrara, Emiliano García-Page ha dicho que Beatriz Corredor es extremadamente competente. Como profesional del derecho, nadie duda de que lo será. Pero, como gestora del mix eléctrico, se ha coronado. Más vale que hubiéramos tenido a un ingeniero cualificado al frente. Hace cuatro años, en referencia a un posible apagón, aseguró en televisión que “eso en España no puede pasar”. Después de que el no tan imposible apagón sucediera, y nos dejara a todos sin luz y sin conexión, y a muchas personas mayores aisladas y angustiadas, nos ha dicho que “el riesgo cero” no existe… Y se ha quedado tan pancha.
Es que simplemente su gestión es un puro desastre, como bien podemos constatar todos los s habituales del servicio de alta velocidad, antaño un servicio del que nos sentíamos orgullosos todos los españoles, y hoy motivo de cabreo permanente
Aunque en quedarse pancho con sus declaraciones, la palma se la lleva el señor Puente. En una escala de cero al diez, el riesgo diez en la gestión pública lo representa el actual ministro de Transportes. No es ya que sea faltón con las autoridades públicas que se niegan a bailarle el agua. No es ya que sea sectario en la elección de sus inversiones y castigue sin pudor a las comunidades y ayuntamientos que no son de su cuerda política. No es que haya convertido las licitaciones de su Ministerio en un barómetro de las preferencias y deudas políticas contraídas por su Gobierno para mantenerse en el poder. Es que simplemente su gestión es un puro desastre, como bien podemos constatar todos los s habituales del servicio de alta velocidad, antaño un servicio del que nos sentíamos orgullosos todos los españoles, y hoy motivo de cabreo permanente para quienes hacemos con frecuencia uso de él.
El deterioro progresivo de las líneas ferroviarias es un hecho evidente. Los retrasos, las cancelaciones, las esperas imposibles, las personas atrapadas en los vagones y en las estaciones… son una estampa tercermundista y cada vez más frecuente. El colapso que se produjo el lunes del inicio de la Feria de Sevilla no fue una anécdota excepcional sino el ejemplo categórico de lo que está sucediendo. Y que se produjera por un robo de cable de apenas mil euros de valor en el mercado negro, no lo hace más disculpable sino más injustificable, porque demuestra la chapucera gestión de las infraestructuras, y su lamentable falta de vigilancia y mantenimiento. El ministro Puente lo sabe y, por eso, sugiere un robo intencionado (de la ultraderecha, le quedaría por añadir).
Pero, si reconocer que te han metido un gol porque no había portero es humillante, acusar sin pruebas de que han comprado el partido es de república banarera. Que especule sobre un supuesto sabotaje es la suprema demostración de incapacidad e impotencia. Aunque en el fondo esa es la estrategia habitual de este Gobierno, que atribuye todos los problemas derivados de su incapacidad al complot de sus enemigos.
Lo que no hubiera dado Sánchez por poder decir que el apagón fue una conspiración de los adversarios de las renovables... Para este Ejecutivo, la ideología divide el mundo en buenos y malos. Pero, para el ciudadano, hay una división mucho más determinante, que es de la eficacia. Y a este Gobierno le suspenden sus hechos. Es la incompetencia hecha política.
Rafael Belmonte
Diputado nacional por el PP y Portavoz adjunto de la Comisión de Trabajo y Economía Social