Opinión

Quédense con la vuelta

Andalucía ha de aceptar su saqueo, encoger sus inversiones y santas Pascuas

  • Chaves, Griñán y los ERES -

Visto el festín de los ERE desde Andalucía –y lo digo como editorialista muy cercano que fui a esa timba durante aquellos pródigos años—la cosa empieza a ser estupefaciente. No porque unos gestores políticos se hayan llevado el manso, que eso es uso tan antiguo como la vida pública, sino por las golosas peculiaridades jurídicas que el caso va presentando. La última ha sido la providencia de la Audiencia de Sevilla de denegar a la Junta desvalijada (de más de 679 millones de euros) su petición de reincorporarse al procedimiento con el propósito de recuperar la fortuna que se le arrebató, decisión todo lo discutible que se quiera pero agarrada al hecho cierto de que, de la misma manera que, siendo aún feudo y fortín del del PSOE, esa Junta renunció mantener la acusación que hasta entonces ejercía por entender que “no había caso”, tampoco el PP  movió un dedo para procurar el reintegro de lo perdido como pretende ahora aprovechando la consulta al tribunal de Luxemburgo planteada por esa Audiencia. ¿Por qué querría personarse en este momento cuando, durante el tiempo que lleva sustituyendo al PSOE en el gobierno de la autonomía, no movió un dedo para reclamar ese derecho a la recuperación de lo malversado por su antecesor, que se suponía vigente tras la renuncia decidida por Susana Díaz? Esa pregunta constituye un argumento difícilmente rebatible incluso si se recuerda que el jefe del servicio jurídico que perpetró esa sorpresa fue premiado sobre la marcha, si mal no recuerdo, nada menos que con ¡la dirección del Consejo de Transparencia!

O sea, que al estupor sentido por grandes y chicos cuando vieron que los saqueadores, activos y pasivos, eran indultados por el Gobierno de su propio partido –incluyendo a dos ex-presidentes tras ser severamente condenados por esa misma Audiencia y por el TS, que ya es incluir-- se le añade ahora la grave maniobra que da por perdido lo mangado sin que siquiera se compense a los malversados entregándoles, como prescribía el derecho medieval, al “omecillo” que había de “pechar” con su culpa y responsabilidad. El enredo es tan grande, como ven, que no resulta extraño el desconcierto de los sociólogos más acreditados al comprobar que el gentío –“la gente”, como gusta decir a cierta desacreditada Izquierda— no da crédito a lo que ve o escucha y, en consecuencia, tampoco sabe qué votar en conciencia.

Eso será, en última instancia, “peccata minuta”, calderilla jurídico-política en plena devaluación de una democracia que, casi desde un primer momento, todo hay que decirlo, descubrió en el agio un imprescindible instrumento del poder

En fin, lo robado, robado, y no se hable más. Ahora sólo queda ya despenalizar ese tentador delito de malversación que, a la dudosa sombra del TC prosanchista, permitirá en adelante perpetrarlo sin necesidad de perder el sueño. Andalucía ha de aceptar su saqueo, encoger sus inversiones y santas Pascuas. ¿Y qué más da, cómo extrañarnos de semejantes minucias si ya hemos visto a los vascos festejar a sus asesinos (o secuestradores, o chantajistas) y reparar a quienes, tras desvalijar la caja pública, declararon en TV la creación de la “República independiente de Cataluña”? ¿Puigdemont o Junqueras? Bueno, eso será, en última instancia, “peccata minuta”, calderilla jurídico-política en plena devaluación de una democracia que, casi desde un primer momento, todo hay que decirlo, descubrió en el agio un imprescindible instrumento del poder.

Apoyo al extremismo

Sería impensable otra cosa en esa democracia saboteada en sus instituciones fundamentales en las que el Tribunal Supremo soporta la acusación de prevaricación lanzada desde los voceros del Gobierno en la calle o expuesta por cualquier mindundi, ante la pasividad de su Presidencia, en el ambón del Congreso. Si se ha llegado a tildar de “capo” de una “mafia” a un presidente del Gobierno y éste no ha dicho ni mu, calculen el alcance de la avería política. Si varios ministros del Gobierno lanzan como comprobado un rumor calumnioso y nadie se querella contra ellos, imaginen por dónde va la vera.

Si un Fiscal General acompaña a la esposa del jefe del Gobierno junto al banquillo, o vemos sentado en él al hermano de aquél, si, en fin, se ha “normalizado” la sistemática mendacidad presidencial como modelo a seguir por sus edecanes…, habremos de asumir la extrema gravedad de una crisis del Estado provocada y sostenida internamente desde el propio Estado. Al sanchismo –al menos tras conocerse la infame realidad de una despreciable “fontanería” que lo mismo osaba prometer indultos que beneficios militares a cambio de basura para destruir a la policía judicial, al tiempo que deseaba la muerte, quizá sólo simbólica de su jefe y responsable-- no le queda más que dilatar la desinformación y promover la oposición sucia al rival.

Lo que no se sabe con certeza es si el pueblo soberano –ése al que engañan y le roban la cartera con el beneplácito de una Justicia gravemente herida- acabará atando cabos hasta descubrir el inicuo montaje que está malbaratando a España con el indispensable apoyo del extremismo. Del estúpido de la Derecha ultra tanto como del biempagado separatismo, y del de una residual Izquierda populista que ha conseguido hacer de su clamoroso fracaso un pingüe activo profesional.

Sánchez no es el primer ni será probablemente el último arribista que se adueñe de España pero acaso sí uno de los trileros más hábiles de nuestra avellanada crónica picaresca. España y no sólo los peatones españoles parecen tener mala suerte esta temporada. Si hubiera que optar por algo o por alguien para no perder la esperanza no quedaría otra opción que, a pesar de los pesares, confiar en la Justicia. Sólo lo que en ella conserva el sentido y la dignidad puede doblarle el brazo a los verdaderos prevaricadores. España se lo merece tanto como lo desmerece un electorado confundido o insensible, víctima de una circunstancia tan casual como miserable.

¿Y Andalucía? Pues Andalucía se queda sin la fortuna que unos se llevaron y nadie reclamó a pesar de su delicada situación social. De nuevo han ganado los logreros y los pícaros, y mal parece que quedaría poco que hacer para compensarlo. ¿Será su destino? En todo caso, miren, ¡que se queden con la vuelta!

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