Opinión

El Papa que cambió el rumbo de la Iglesia

El pontificado de Bergoglio demuestra que incluso las instituciones aparentemente inmutables pueden transformarse con líderes dispuestos a asumir riesgos

  • Fotografía del Papa Francisco


La muerte del Papa Francisco marca el final de un pontificado que ha transformado profundamente la Iglesia Católica. Aquel argentino que se asomó al balcón del Palacio Apostólico del Vaticano en marzo de 2013 iniciaba entonces un viaje que cambiaría para siempre el rumbo de una institución milenaria, acercándola a las periferias del mundo y distanciándola del oropel y las tradiciones que la habían caracterizado durante siglos.

Desde el primer momento Jorge Mario Bergoglio dejó claro que su concepción de la Iglesia rompería con los cánones tradicionales. Eligió el muy simbólico nombre de Francisco, rechazó vivir en el apartamento papal para instalarse en la residencia de Casa Santa Marta, abandonó el lujo por una vestimenta sencilla y zapatos austeros, y estableció un nuevo estilo de comunicación directo y cercano con los fieles. No fue solo un cambio estético, sino el reflejo de una profunda transformación que buscaba recuperar la esencia evangélica de una institución que, en su visión, debía estar al servicio de los más necesitados.

Quizás el aspecto más revolucionario de su pontificado fue su decidida apertura hacia Oriente y hacia zonas tradicionalmente alejadas de los focos del catolicismo. Sus 47 viajes apostólicos a 66 países priorizaron destinos inusuales como Bangladesh, Myanmar, Congo, Sudán del Sur o Japón, relegando visitas a potencias occidentales. Esta estrategia no fue casual. Francisco buscaba deliberadamente establecer la presencia de la Iglesia en los márgenes del mundo, donde las comunidades católicas son minoritarias o están amenazadas.

Esta visión periférica quedó también plasmada en la radical transformación del colegio cardenalicio. Con más del 79% de los cardenales electores nombrados durante su pontificado, Francisco cambió el equilibrio de poder dentro de la Iglesia, dando voz a regiones como Asia y Oceanía que pasaron de 11 a 28 cardenales electores. Muchos de ellos proceden de zonas que nunca antes habían tenido cardenales, como Timor Oriental, Singapur o Mongolia, alterando profundamente las dinámicas geopolíticas en la institución.

Quizás el aspecto más revolucionario de su pontificado fue su decidida apertura hacia Oriente y zonas alejadas de los focos del catolicismo, como Bangladesh, Myanmar, Congo, Sudán del Sur o Japón

Como jefe de Estado y líder espiritual, Francisco alzó constantemente su voz contra las injusticias de nuestro tiempo. Se convirtió en el defensor más visible de los migrantes, visitando Lampedusa para llorar a las víctimas de naufragios y regresando de Lesbos con 12 refugiados en el avión papal. Su compromiso con los más vulnerables fue inquebrantable, denunciando la concentración de riqueza, el capitalismo financiero deshumanizado y la "cultura del descarte" que margina a los más débiles.

En el ámbito medioambiental, su encíclica 'Laudato si' constituyó un hito histórico como el primer documento papal dedicado íntegramente a la ecología, espoleando a los gobernantes a enfrentar seriamente el cambio climático y estableciendo un vínculo indisoluble entre la protección del planeta y la justicia social.

Aunque en un principio su respuesta ante los abusos sexuales en la Iglesia fue criticada, el error cometido durante su viaje a Chile en 2018, cuando defendió al obispo Juan Barros, un sacerdote influyente de una iglesia de la clase alta de Santiago de Chile que, según la Justicia civil y la eclesiástica, violó durante años a cuatro jóvenes de familias conservadoras, marcó un punto de inflexión.

Francisco ha sido un verdadero líder espiritual, denunciando las injusticias de nuestro tiempo y significándose como el máximo defensor de los más vulnerables

A partir de entonces, Francisco emprendió una auténtica guerra contra los abusos, despojando poco después al cardenal norteamericano Theodore McCarrick de sus derechos sacerdotales por su implicación en varios casos y estableciendo nuevos mecanismos de prevención, control y sanción. Su determinación en este ámbito reflejó su compromiso con una renovación espiritual profunda de la institución.

Francisco, que asumió de inmediato su fama de progresista -aunque su opinión sobre el aborto o la homosexualidad no difería apenas de la defendida por los sectores más tradicionalistas-, también hubo de navegar desde el primer momento en aguas turbulentas, enfrentando la resistencia de sectores ultraconservadores que incluso lo acusaron de herejía. La convivencia con un Papa emérito, situación inédita en siglos, añadió complejidad a su labor. Sin embargo, logró sobreponerse a estas tensiones y normalizar paulatinamente esas disputas internas, manteniendo la unidad esencial de la Iglesia.

A diferencia del precedente abierto por su predecesor, Francisco decidió no renunciar pese a sus crecientes problemas de salud en los últimos años, especialmente los más inhabilitantes y que, relacionados con sus maltrechas rodillas, le obligaron a desplazarse en silla de ruedas. Esta determinación de continuar hasta el final refleja su carácter y compromiso inquebrantable con una misión que consideraba incompleta.

Vamos a asistir a un cónclave incierto, que habrá de elegir entre continuar el camino aperturista iniciado por Francisco o retornar a planteamientos más tradicionales

Ahora, la Iglesia se enfrenta a un futuro incierto. El cónclave que elegirá al nuevo pontífice tendrá que decidir entre continuar el camino aperturista iniciado por Francisco o retornar a planteamientos más tradicionales. El legado del papa argentino, sin embargo, permanecerá como un punto de inflexión en la historia de la Iglesia católica: el momento en que alguien "del fin del mundo" logró colocar a los marginados en el centro, simplificar las estructuras y recuperar la esencia evangélica frente al institucionalismo.

Francisco fue, sobre todo, un pontífice valiente y libre que, como él mismo solía decir, no temió a los cambios. Su pontificado demuestra que incluso las instituciones más antiguas y aparentemente inmutables pueden transformarse cuando encuentran líderes dispuestos a asumir riesgos por sus convicciones.

 

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