España no tiene fuerza en estos momentos para comprometerse en los planes europeos más ambiciosos de defensa. El Gobierno de Pedro Sánchez es débil, precisamente, por carecer de apoyos parlamentarios para ejecutar algunas de las políticas que reclama Bruselas. La semana pasada, el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció que, si hay acuerdo de paz en Ucrania, se creará un contingente de “algunos países europeos” que actuará en segunda línea para evitar más ataques de Moscú a Kiev. El plan está comandado por París y Londres. España, mientras, lo desdeña. Fuentes de Exteriores sostienen que "no hay" tal fuerza y que hay que esperar al desarrollo de los acontecimientos.
La realidad es que Francia y Reino Unido han propuesto la creación de una fuerza de seguridad europea destinada a garantizar la estabilidad en Ucrania tras un eventual acuerdo de paz. Este plan contempla el despliegue de hasta 30.000 soldados comunitarios, enfocado en la defensa aérea y marítima de Kiev. La presencia de tropas terrestres, en cualquier caso, sería limitada y se centraría en la protección de ciudades clave como Dnipró y Poltava, así como de infraestructuras críticas, incluyendo puertos y plantas eléctricas.
La idea fue discutida en una reciente cumbre en París en la que participaron los líderes de Alemania, Polonia, España, Italia, Países Bajos y Dinamarca, así como altos representantes de la OTAN y la Unión Europea. Pero genera hondas divisiones entre los socios europeos, y países como Alemania han expresado reservas sobre la intervención militar en Ucrania. El Kremlin, por si cabía duda alguna, ya ha manifestado su oposición a cualquier despliegue de tropas de países de la OTAN en Ucrania, calificándolo de "inaceptable" y una amenaza directa a los intereses rusos.
El Gobierno, en cualquier caso, se mueve en una calculada ambigüedad, porque no quiere emitir mensajes que le penalicen en la escena internacional y parecer un socio del que desconfiar si dice que no participará en dicha fuerza. Pero tampoco puede revolucionar la mayoría parlamentaria sobre la que se sostiene y, por eso, tampoco dice que sí participará. En estos momentos, el presidente Sánchez no tiene capacidad para mostrarse como un aliado fiable ante sus colegas europeos ni para comprometerse con la fiebre del rearme que ha invadido las capitales comunitarias para hacer frente a la amenaza rusa y la hostilidad estadounidense. Sánchez ha trasladado en Bruselas que el incremento de las partidas de defensa no tiene por qué pasar por el Congreso para ganar tiempo.
Cosa distinta es la eventual participación de militares españoles en una misión en Ucrania, que sí tendrían que votar los diputados. Sánchez querría jugar en la liga de mando de las decisiones europeas. No por casualidad, durante la cumbre en Londres de líderes para trazar la seguridad del viejo continente, el presidente español se sentó entre su colega francés, Emmanuel Macron, y el británico, Keir Starmer, que son, precisamente, los partidarios de desplegar la dichosa fuerza de paz que lleve hasta Kiev uniformados europeos. El Gobierno no se atreve a vociferar públicamente su postura para no crear una crisis política interna que merme aún más la posición del país.
Como ya contó este diario, los diplomáticos españoles están preocupados a la par que decepcionados, porque, una vez más en la historia, ante un momento crucial para el devenir de Europa, España no podrá sentarse en el puente de mando. Al menos de momento. Las fuentes consultadas en el mundo diplomático iten que, por el momento, Madrid quedará fuera de la toma de decisiones estratégicas para el rearme y la defensa comunitaria. La situación política interna del presidente del Gobierno lo impide.
Sánchez, mientras, oculta al Congreso que España, en verdad, necesitará llegar al 3 % de gasto militar sobre el PIB —y no al 2 % como se ha comprometido hasta ahora el líder socialista—. El presidente no quiere itir, hasta que haya un mandato supranacional, que deberá alcanzar la cifra que ya ha puesto encima de la mesa la presidenta de la Comisión Europea, la conservadora alemana Ursula von der Leyen. Fuentes gubernamentales del núcleo duro del Ejecutivo, cuestionadas sobre este asunto, explican que, hasta que no se pida otra cifra, la que se baraja es la del 2 %. La ministra de Defensa, Margarita Robles, dijo este martes que se llegará a ese dígito mucho antes de 2029, pero no especificó la fecha exacta.
Fuentes socialistas, no obstante, iten que "es posible" que el gasto en defensa termine disparándose por encima del objetivo al que quiere llegar el presidente. Otras fuentes diplomáticas de alto nivel aseguran que el plan anunciado por Sánchez "para impulsar la seguridad" antes del verano no deja de ser otro gesto vacío, carente de contenido, para ganar tiempo. El presidente se encuentra en un callejón de difícil salida. Fuentes gubernamentales reconocen que dicho plan "será político", que recogerá "líneas generales" de actuación y que no tendrá una concreción de medidas que tengan que pasar por el Congreso de los Diputados.
Sánchez quiere sacudir a la opinión pública, a la que bombardea con mensajes de urgencia, casi de emergencia, ante cambios geopolíticos inéditos que, en efecto, son de una envergadura desconocida desde la Segunda Guerra Mundial. Pero sabe, como dijo él mismo, que los españoles "no quieren contribuir a una carrera armamentística". De manera que le toca hacer pedagogía, consciente de que la imposición que le llega de Bruselas, que quiere invertir 800.000 millones para rearmar al viejo continente, no es bien recibida por los ciudadanos. En especial por los de izquierda, cuyos intelectuales ya gritan "no a la guerra" enfrente del Congreso y firman manifiestos.
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