Política

Cuando se pierde una moción de censura pero se gana una presidencia: el ejemplo de González ante Feijóo

45 años después de la primera moción de la historia de España, se abre el debate de si el líder popular debería seguir los pasos del presidente socialista

  • Foto de archivo: Felipe González en la moción de censura de 1980 -

"La moción de censura es un deber moral cuando la oposición considera que el Gobierno no ha defendido los intereses de la nación". Con estas palabras justificó Alfonso Guerra la primera moción de censura de la historia en España. Tuvo lugar entre los días 28 y 30 de mayo de 1980. Hace ahora 45 años. La presentó un joven Felipe González, contra el veterano Adolfo Suárez, en caída libre por un sinfín de problemas políticos. 

La moción estaba vista para sentencia desde el día mismo en que se registró. El resultado final fue una derrota por 152 votos a favor frente a los 166 en contra y... un notable éxito político que se tradujo en 202 diputados. Dos años más tarde. No hay duda: la moción preludió la mayoría absoluta más rotunda hasta la fecha, con la que se inició la etapa de poder más prolongada, trece años en la Moncloa.  

El golpe de mano de González en el Congreso de los Diputados, a la postre, supuso el principio del fin de Suárez y el principio del fin del ostracismo del PSOE, apartado de la vida pública española durante los cuarenta años de franquismo.

Las comparaciones entre antaño y hogaño son prácticamente imposibles. Para empezar, porque el contexto no tiene nada que ver. Aun así, la sombra del presidente socialista se proyecta ahora sobre Alberto Núñez Feijóo, que se resiste a seguir su ejemplo. No son pocas las voces dentro de sus propias filas que le emplazan a dar un paso al frente. 

El testimonio de dos socialistas veteranos

Pero vayamos a los hechos. 1980. Recuerda Virgilio Zapatero, entonces secretario general adjunto del PSOE en la Cámara Baja, que el Gobierno de Suárez estaba "muy golpeado por tensiones internas y problemas muy difíciles de resolver". Se refiere ni más ni menos que al diseño territorial del Estado, el desarrollo de la recién estrenada Constitución Española o la aprobación de leyes muy rompedoras, como la del divorcio. "El ambiente para el Gobierno era realmente malo, mostraba debilidad". 

A toda esa combinación hay que añadirle un factor extra, la "conspiración golpista que estaba en marcha" y que tuvo su culmen un 23-F de 1981. Antes de registrar la moción de censura, González forzó con una moción la celebración del debate sobre el estado de la nación. "Es ahí cuando Felipe, en una situación en la que el país se nos iba de las manos, anunció la moción de censura", rememora quien luego fue ministro de Relaciones con las Cortes. 

Llegado el mes de mayo, a Virgilio Zapatero le encomendaron una misión: recoger entre sus colegas del grupo socialista una treintena de firmas -las necesarias- para registrar la moción de censura. "Un día, por la mañana, Guerra me pide que lo hiciera con mucha discrección. Dijo 'por si acaso', pero estaba decidido ya". Después, llegó el anuncio. Y un debate que retrató la realidad política del momento: la fragilidad de Suárez y la fortaleza de un líder naciente. 

El presidente del Gobierno, "totalmente descolocado", decidió no intervenir -salvando las distancias, como Pedro Sánchez en la investidura fallida de Feijóo-. Suárez delegó en Fernando Abril Martorell, su vicepresidente segundo. Recordada fue la escena de Joaquín Garrigues, enfermo de cáncer terminal, que hizo el esfuerzo de abandonar momentáneamente el hospital donde estaba ingresado para presentarse en el Hemiciclo y apoyar a su amigo Suárez. 

"La moción de censura fue muy muy positiva para Felipe González, porque de lo que se trataba ahí era de, ante aquella situación, manifestar públicamente que había una alternativa. Se sabía que no se iba a ganar, pero sí quedaba claro que había una alternativa. Ese fue el sentido de aquella moción de censura", sintetiza Zapatero.

Una opinión que suscribe otro diputado presente en la Cámara Baja en aquellos días: Javier Saénz de Cosculluela. "Esa moción de censura no tuvo más finalidad que la de proclamar que había una alternativa y un desgaste para Suárez. Todo el mundo supo que no iba a prosperar, pero fue una operación estratégica bastante clara. Se demostró que había un partido para gobernar, fue una operación bastante significativa y para Suárez fue muy duro porque evidencio sus debilidades".

Pasada la moción de censura, Suárez decidió presentar una cuestión de confianza para recobrar brío. Y aunque la ganó, su salida de la Moncloa llevaba una fecha inscrita en la piedra. El balance de aquel curso parlamentario fue simple: había una oposición preparada para gobernar y un Gobierno dividido, con un grupo parlamentario a la gresca, en el tiempo de descuento. 

El contrapunto de la moción de Felipe González que agitan los populares partidarios de que Feijóo haga lo propio es la moción que Antonio Hernández Mancha, líder de Alianza Popular, presentó contra el gobierno socialista en 1987. "Fue un desastre", sentencia un destacado dirigente del PP. A diferencia de lo que ocurrió en el 80, el Gobierno salió reforzado y la oposición, destrozada. Tres años después, en 1990, tuvo lugar aquel Congreso de refundación en Sevilla.

El líder del PP se resiste a dar un paso al frente

Ahora, ante la retahíla de escándalos de corrupción y la falta de apoyos parlamentarios, el PP ha optado por la calle para canalizar el descontento social, con una concentración convocada para el próximo 8 de junio en Madrid. Además, dentro de un mes tendrá lugar un cónclave que servirá para actualizar las ideas y los equipos del partido. No parece oportuno, por tanto, presentar un programa cuando está por definirse un nuevo rumbo idelógico. 

Han sido muchos los momentos de la presente legislatura en los que algunos sectores del PP pedían a Feijóo que se atreviera con una moción de censura contra Sánchez. También la vienen reclamando con especial insistencia desde Vox. Santiago Abascal desdeñó esta semana la iniciativa de Feijóo de promover una protesta social para elevar la presión sobre un Ejecutivo que parece no dar más de sí, pero que sobrevive para exasperación del público antisanchista

El líder de la oposición asegura que lo que le faltan no son ganas, sino apoyos. Hoy por hoy, considera que la moción de censura es para ganarla en un sentido literal. Como Sánchez hace siete años. Y, como avanzó Vozpópuli, no tiene intención de iniciar si quiera una ronda de consultas con los socios del mal llamado bloque progresista, porque sabe que el muro está argamasado, no hay nada que lo destruya salvo las urnas, cuando toquen. 

Además, en el equipo del líder popular recuerdan que una vez que se presenta una moción de censura, hay que esperar un año para volver a presentarla. El argumento es el mismo que cuando se pregunta por qué no llaman a Sánchez a la comisión de investigación en el Senado: "Si le hubiésemos llamado hace seis meses, no habríamos preguntado nada del caso Leire". Por esa regla de tres, en Génova sostienen que saldrá más corrupción en los meses venideros y no quieren quemar el cartucho de la moción. No obstante, también hay quien directamente piensa que presentarla para perderla sería poco menos que hacer uso "de manera fraudulenta". 

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