Fernando Sánchez Dragó fue un escritor harto conocido. En ocasiones, más por su faceta como estrella televisiva o provocador vocacional que por su obra literaria —que, no olvidemos, incluye todo un 'superventas' de la Transición: 'Gargorís y Habidis'—. Lo que quizá no es tan conocido es que la que fue su pareja durante tres años, la periodista catalana Anna Grau, rivaliza con Dragó en talento literario. No en vano, acaba de publicar una crónica ficcionada de su polémica relación con el escritor que, según voces autorizadas como la de Gabriel Tortella, evidencia que "escribe mejor y es más inteligente" —y ello a pesar de la iración que Tortella le profesa a Dragó—. Y es que, 'En la boca del Dragón' (La Esfera de los Libros), Grau escribe una "obra de amor que nunca cae en la cursilería ni en la vulgaridad", como ha señalado otro de sus iradores: Fernando Savater.
Por lo demás, según la propia escritora, la novela no es un ajuste de cuentas pero tampoco una hagiografía. Y, si según Montaigne, la muerte de un ser querido no era otra cosa que una "conversación interrumpida", 'En la boca del dragón' puede entenderse, por encima de todo, como una manera de retomar ese diálogo inconcluso con Dragó. "De hecho", aclara Grau a Vozpópuli, "ese el motivo de utilizar la segunda persona, como haríamos en una carta. Una estructura que copia descaradamente la empleada por mi irada Oriana Fallaci en 'Un hombre' y en la que me he sentido muy cómoda. Porque, en el instante de la muerte de Fernando, hacía seis años que ya no estábamos juntos, con lo que la ruptura emocional la tenía totalmente superada. Pero su muerte me afectó mucho ya que tachó la posibilidad de volver a conversar, pese a que nos viéramos poco".
En este sentido, Grau ite que la libertad con la que habló con Dragó no la ha tenido con nadie —o con muy pocas personas—. Circunstancia que atribuye al caudal de sabiduría de su excompañero. "No solo era inteligente y culto, combinación más frecuente —aunque igual no tanto como debiera— sino también sabio. De hecho, en muchos momentos de mi vida, me acuerdo de nuestros coloquios y veo hasta qué punto tenía razón. Echo mucho de menos hablar con él. De algún modo, el libro resume y cierra esa conversación. ¡Me he quedado descansada tras decirle todo lo que le quería decir!", exclama, con un aire incorrecto que la hermana al protagonista de su libro.
"La libertad no es gratis"
Sea como sea, aunque Grau no ahorra algunas críticas contra su examante —si bien, atemperadas por el cariño—, juzga que Dragó no solo descollaba por su inteligencia, sino también por un ejercicio de la libertad rayana en lo militante. "En su tumba podría inscribirse: 'Hizo siempre lo que le dio la gana'. Que es la imagen que todo el mundo tiene de él. Pero yo añadiría un subtítulo: 'Y pagó las consecuencias'. Porque Fernando tenía muy claro que uno puede hacer lo que se le antoje siempre que esté dispuesto a pagar las consecuencias. La libertad no es gratis, debe defenderse día a día. Y saber que, si uno se enfrenta al 'mainstream', puede salir escaldado", avisa.
En el caso de Dragó, el precio fue la incomprensión de la sociedad, a la que chocó su trayectoria personal. "Dragó sale del franquismo con el pedigrí de haber luchado contra el régimen, pagándolo con la cárcel y el exilio —un exilio bastante opinable porque, en mi opinión, se exilió más de su primera mujer que de Franco—. Y en los 80 era el hombre de moda. Lo tenía todo: era joven, guapo, 'progre' y escritor de éxito. Para colmo, ligaba mucho. Y si no tanto como decía, lo fingía". Es entonces cuando presenta unos exitosos programas de televisión que, vistos ahora, sorprenden por su libertad y profundidad intelectual. "De la misma manera que ito que Dragó nunca fue mi escritor favorito, sí que mantengo que fue el divulgador cultural más grande que ha parido España", sentencia.
Una cancelación frustrada
Luego, evolucionó ideológicamente en un sentido opuesto al del mainstream. Y pasó de ser el hombre de moda a un apestado. "Pero la gente simplifica. 'Es que se hizo de Vox'. A ver, se hizo de Vox a los postres. El tiempo que dedicó a esa formación es ínfimo en relación al resto de su biografía. Pero fue vetado. Que si era de derechas, que si era un machista, que si era un pederasta. Pero lo que era es un bocachancla. Y un temerario —el episodio de las Lolitas, directamente se lo inventó—". Sobre este punto, Grau confiesa que, con Dragó al lado, resultaba difícil dar la nota más que él. "A mí me hacía parecer más inofensiva de lo que soy. Porque si yo la liaba, él siempre la liaba el doble". Tampoco ayudó a que la relación entre ambos tuviera buena prensa el hecho que transcurriera en "paralelo a los años de plomo de la dictadura 'woke".
"Si algo tiene la novela de ajustes de cuentas, es solo con esa censura que no es evidente pero que acaba siendo más feroz que la convencional. Porque su final no depende de que se muera un dictador, sino de que a alguien se le encienda una bombilla", denuncia. A este respecto, desliza que algunos defensores de la corrección política han intentado 'cancelar' su libro pero no lo han conseguido. "Es cierto que si uno escribe un 'bestseller' en plan '50 sombras de Gray' se evita estos problemas. Pero una es como es y escribe lo que escribe", zanja.